Desarrollo sustentable en China: la apuesta para exportar su paradigma verde a la Argentina y al mundo
Concluida la gira de la comitiva argentina a China liderada por el ministro de Economía, Sergio Massa, la pregunta pasa ahora por cuánto se podrá avanzar en la agenda bilateral en diversas áreas que son de interés para la potencia asiática y donde la Argentina puede ofrecer oportunidades de inversión. Uno de esos rubros, donde Beijing quiere pisar fuerte en los próximos tiempos, es la sustentabilidad pensada como un camino de desarrollo en el que también puede exportar su paradigma.
Se trata, de hecho, de una de las políticas socio-económicas a las que mayor atención presta el gigante asiático en la actualidad cuando de integración se trata. Y en donde la Argentina, que busca posicionarse como nodo de la transformación de la matriz energética hacia opciones más verdes, puede encontrar una alternativa de aprendizaje y cooperación teniendo en cuenta la expansión de China hacia esta parte del mundo.
La Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI), a la que la Argentina terminará de suscribir, de hecho, incluye la sustentabilidad como nuevo estándar. Basta observar por la ventanilla del avión en la aproximación aérea a Beijing para descubrir cientos de molino de energía eólica repartidos por los campos circundantes. En Sudamérica, el mayor parque solar se emplaza en Jujuy y es un proyecto de una firma de aquel país, PowerChina,
Pero lo cierto es que el gobierno de Xi Jinping no solo desarrolla el capítulo verde en el campo energético. También hay ambiciosas iniciativas turísticas en zonas de recuperación ecológica que combinan historia con modernidad o, incluso, como complemento económico para mejorar las condiciones de vida de las personas en los terrenos rurales de explotación de actividades tradicionales como los cultivos de arroz. Esto se da tanto en el ámbito de las grandes urbes como Beijing como en las provincias del sur y el centro del país, alejada de las costas más cosmopolitas de China.
Invitado por la Federación de Jóvenes de China (ACYF) y el Centro Latinoamericano de Estudios Políticos y Económicos de China (Clepec) en el marco del programa «Puente al Futuro», El Cronista participó de una visita por diversas ciudades de la potencia asiática para tomar contacto con distintas experiencias de desarrollo locales.
Detrás de estas iniciativas, lo que asoma es una doble estrategia. Por un lado, vinculada al intento de China de reposicionarse en la discusión global sobre el ambiente tras años de ser señalizada como una de las potencias responsables por la contaminación con carbono. Y a la vez, un plan local de revitalización del campo dentro de un proyecto más grande de generar riqueza en las zonas más vulnerables para nivelar la distribución.
En lo que refiere al primer aspecto, el internacional, China se propone ser parte de los nuevos estándares verdes globales en las décadas por venir. Su visión de futuro sustentable fue consagrada en la constitución del PCCh en 2012 y desde entonces se presenta como un paradigma de desarrollo nacional con aspiraciones globales. La llamada Civilización Ecológica pretende forjar un nuevo tipo de convivencia armónica entre modernización y Naturaleza, explican sus responsables.
«Sus elementos clave son la justicia, la eficiencia, la armonía y el desarrollo cultural, así como la búsqueda de altos niveles de producción a partir de procesos limpios, el uso sostenible de los recursos y la buena gobernanza social», define Camilo Defelipe Villa, doctorando en la Universidad Normal de China Oriental e investigador del Departamento de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Pontificia Javieriana, Colombia, en un texto de su autoría publicado en Diálogo Chino.
Traspolado a la geopolítica, no es casual que el BRI al que adhirieron con memorandos de cooperación más de 140 países -entre ellos la Argentina y 20 países de América Latina y el Caribe- contenga una visión de futuro con infraestructuras, comercio e integración financiera a través de energías renovables y amigables con el ambiente. Gran parte de esa tecnología, investigada y aplicada por China en el presente, podría constituir un nuevo estándar global en el futuro.
Un pulmón verde en Beijing
En las afueras de Beijing, a poco más de una hora de viaje desde la zona céntrica de la capital china, se levanta el Parque Forestal del Gran Canal de Tongzhou, una enorme extensión de vegetación de 713 hectáreas, sede futura de la municipalidad de la ciudad. Diversos senderos se adentran por sus paisajes floridos a escasos metros de la urbe que alberga a más de 20 millones de personas, como un oasis que nació en las afueras de Beijing pero que ya se incorporó a su topografía con la expansión de los distritos urbanos.
Su nacimiento forma parte de lo que el gobierno del presidente Xi Jinping denomina la construcción de una ciudad ecológicamente civilizada. Una frase del mandatario, durante su visita al predio en febrero de 2017, corona la fachada de la principal estructura del lugar, un enorme balcón al río de 8,6 kilómetros de largo que atraviesa el predio. Xi es el líder chino de mayor influencia sobre los destinos de su país desde Mao Zedong, el herrero de la «Nueva China», y Deng Xiaoping -aunque nunca ocupó, en su caso, la misma posición-, responsable de su Apertura y Reforma hace medio siglo.
Allí, el líder de la China actual enfatizó que el medioambiente bien protegido debe concebirse como una ayuda al desarrollo del país y su gente y en el caso del Gran Canal, sus recursos históricos y culturales, explotarse con eficiencia como parte de una herencia a salvaguardar. También en este campo, como en todos los órdenes en China, la meta es el camino autónomo hacia un nuevo tipo de concepto de sustentabilidad distinto a Occidente.
Un artículo del Diario del Pueblo, sostiene que el «Plan de Construcción y Protección del Cinturón Cultural del Gran Canal del Distrito de Tongzhou» apuntaba a consolidarlo para 2022 como una «tarjeta de presentación de la ciudad». Para 2050, ya debería consagrarse como un importante lugar de intercambio entre la cultura china y el mundo.
El Gran Canal Beijing-Hangzhou es, de hecho, el canal artificial más largo del mundo y una de las maravillas de la ingeniería de la Antigüedad. Conecta cinco cursos de agua de China, del río Yangtsé al Amarrillo, y representa la principal arteria en el intercambio económico entre los puntos cardinales del norte y el sur del país.
La longitud total del Gran Canal Beijing-Hangzhou se estima en nueve veces la extensión de Suez y hasta 22 veces el canal de Panamá. Y durante más de 2000 años, por sus aguas se conectaba a Beijing con Mongolia y hasta Rusia, mediante las rutas de camellos.
Con sus «seis jardines y dieciocho paisajes», tal como describen sus responsables, el Parque Forestal del Gran Canal de Tongzhou en la periferia del centro del poder de Beijing, es considerado una atracción turística nacional de nivel AAAA y parte del Gran Canal de China, un Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Se emplaza a ambos lados del Canal Norte en la Ciudad Nueva de Tongzhou, distrito homónimo de la capital, desde el Puente Luyang en la Sexta Carretera de circunvalación en el norte y el Puente Wuyao, al sur. Del total de su geografía, una cuarta parte es agua.
Su construcción se remonta a abril de 2009 para lo cual se plantaron más de 400 mil árboles y arbustos de diversos tipos -reportan hasta 277 hectáreas de nueva construcción y casi 142 reciclados-, en un terreno que se recuperó para convertirlo en un enorme pulmón verde con el que se busca mitigar los efectos evidentes de la industria china, ayudar a la conservación ecológica de la energía y a la vez ofrecerlo como opción turística. El curso fluvial de 40 kilómetros de la sección Beijing del Gran Canal Beijing-Hangzhou se abrió en junio del 2021 con sus primeros viajes de prueba.
Hace dos años, el gobierno chino fijó sus nuevos objetivos de reducción de la emisión, si bien en los últimos tiempos la prioridad se centró en reactivar económicamente al país, tal como sucedió en otros lugares del mundo luego de la pandemia. Acorde a la hoja de ruta, el gigante asiático aspira a alcanzar la neutralidad de carbono para 2060.
Turismo en las montañas de Jiangxi
Otro ejemplo del desarrollo sustentable moderno combinado con las actividades tradicionales se ubica a unas tres horas de vuelo desde la capital china hacia el sur, en la provincia de Jiangxi, bautizada como la cuna de la revolución maoísta. Entre sus montañas se emplaza el pueblo de Ma Yuan, fusionando las viejas construcciones recicladas en confortables dormies con modernos bungalows construidos por la juventud del partido y las organizaciones de gobierno, en 2021, sobre las terrazas de la ladera.
Un enjambre de pasarelas y escaleras dibuja una travesía donde se une el pueblo viejo con el nuevo hacia el cual mudaron su vida los aldeanos para liberar las edificaciones de antaño al turismo. Si bien no hay grandes atractivos turísticos en Ma Yuan, su valor radica en las coordenadas que ocupa en el mapa, como base desde la cual se puede alcanzar otros puntos turísticos como las antiguas residencias de Zhu De y Mao Zedong, en Dajing, o el sitio de Huangyangjie donde se libró una épica batalla y el Museo Revolucionario de Jinggangshan.
«Aquí, en la montaña, la gente puede vivir más tranquila, más alegre y alquilar sus viejas viviendas para obtener más plata de forma tal de conseguir una vida más confortable», explicó a El Cronista el secretario del brazo del PCCh a cargo de Ma Yuan, Wei Chengfang. «En general, personas que viven en las ciudades sueñan con mudarse al campo para estar más tranquilas, bebiendo té y disfrutando de la naturaleza», añadió. Y enfatiza que el grueso de quienes visitan el pueblo suele provenir de Beijing y las provincias vecinas. En esencia, turismo doméstico.
Esta conducta va en línea con una nueva etapa del Plan Quinquenal esbozado por el actual Gobierno luego de la erradicación de la pobreza, objetivo que el gobierno asiático declara haber alcanzado a nivel nacional en 2020. Así y todo, aún admiten que la media nacional no representa la realidad en cada rincón del país, por lo que todavía se reconocen como una nación en vías de desarrollo.
El nuevo objetivo del gobierno chino es reconectar las zonas rurales elevando su nivel de vida y promoviendo el regreso de los jóvenes que la mayor parte de las veces se trasladan a estudiar a las grandes urbes. La revitalización rural forma parte del tronco de la modernización tal cual se concibe en la construcción del socialismo con características chinas, sostienen sus autoridades. Y en tal sentido se entiende que los denominados «tres problemas rurales» -agricultura, zonas rurales y agricultores- incidan directamente sobre el sustento de la nación.
Mediante empresas que gestionan los alojamientos como intermediarios, Ma Yuan constituye un ejemplo de estas zonas rurales a las que se busca revivir con actividades complementarias como el turismo sustentable. Las habitaciones se rentan hasta por 500 yuanes -el equivalente a unos u$s 70- y las reservas se pueden concretar on line «porque estamos en la era digital», aclara Wei, mostrando su celular.
Con un clima mucho más húmedo que en Beijing, por momentos algo sofocante, la travesía por las montañas de Jiangxi no deja de ser una alternativa para quienes disfrutan del turismo ecológico en los meses más templados de China ya que las temperaturas descienden de manera abrupta hasta los cero grados en invierno. A cambio, China activa un nuevo motor combinando los servicios en históricas zonas de cultivos, con nuevos ingresos para sus habitantes que pueden alcanzar los 500 mil yuanes anuales.
Una alternativa que en Argentina se ensaya en lugares puntuales y que puede expandirse a toda localidad donde se respire historia.
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