El Cronista @cronistacom: Curva de aprendizaje y mercado político

Curva de aprendizaje y mercado político

Corría el mes de julio del año 2015, Horacio Rodriguez Larreta acaba de ganarle a Martin Lousteau por escaso margen la segunda vuelta que lo colocaría en la jefatura de gobierno porteño. Era la previa de la elección presidencial que terminaría enfrentando a Mauricio Macri con Daniel Scioli. En el campamento de JxC se conocía el cansancio de una parte de la población con las formas y las prácticas del peronismo en el ejercicio del poder. Luego de 12 años de kirchnerismo el candidato a presidente Mauricio Macri tomó el micrófono y, de manera sorpresiva, dijo que las jubilaciones iban a continuar en el ANSES, y que ni Aerolíneas ni YPF serían privatizadas.

En el comando macrista se sabía que si bien había un cansancio moral, este existía en conjunto con el apoyo a muchas de las políticas de intervención estatal en la economía, las cuales eran pilares del modelo kirchnerista y una forma de salida que encontró la sociedad argentina a la crisis del año 2001. Ese modelo estaba tan arraigado que no solo fueron promesas de campaña sino que esas directrices se mantuvieron durante el período de gobierno 2015-2019. Es por esto que cuando se produjo la crisis económica del último año de gobierno de JxC, la sociedad decidió que el peronismo volviera al poder. Lo que siguió es historia conocida y termina en la llegada al poder de Javier Milei.

Así como la derrota del peronismo en 2015 expresaba un cansancio moral de una parte de la sociedad, la llegada al poder de Milei expresa un cambio más profundo. Se trata de una impugnación a la forma de articular la relación entre estado, sociedad y mercado que domino las primeras décadas del siglo XXI en nuestro país. Conjuntamente hay un rechazo a la dirigencia política, una especie de «que se vayan todos», pero institucionalizado en la figura del nuevo presidente, el cual continúa alimentando ese fuego, uno de sus principales sostenes en su relación con la opinión pública. Así, parte considerable de la sociedad se puso en modo «anti casta», pero lo que ocurrió en 2023 no fue solo eso.

El presidente Milei en un plano expresa una corriente que es global, en la que abrevan Trump, Bolsonaro, Bukele o Giorgia Meloni. Líderes con un lenguaje y maneras disruptivas, otrora representantes de sectores minoritarios y que hoy de manera veloz construyen mayorías que los depositan inesperadamente en el poder. Líderes que, a primera vista, se parecen más a los ciudadanos que a políticos profesionales y que surgen sobre las cenizas de los viejos sistemas de partidos. Pero, más allá de los parecidos estéticos, cada país y cada sociedad le da su propia forma a estos fenómenos. En la Argentina, los ciudadanos han elegido a un «anarco capitalista» (la existencia del estado es repudiable) que se define como un «minarquista» (el estado debe existir para proteger la libertad) solo porque la realidad no le deja opción. Como se puede ver muy lejos del Trump que protege la industria de los Estados Unidos frente a la competencia de China.

Javier Milei en la asunción presidencial

A diferencia del original JxC, cuyo programa de gobierno desconocíamos, propio de una alianza variopinta que incluía socialdemócratas, liberales, modernizadores y moralistas, en el caso del gobierno de La Libertad Avanza sus contornos son mucho más definidos. Se trata de transformar la relación estado y mercado, así como el peso de cada una de esas esferas. De allí que el ajuste del gasto público vaya más allá de los privilegios de la casta. Y si bien en este punto puede haber habido algún equívoco entre los electores y el presidente, hoy ya todos sabemos que para el presidente Milei casi todas las intervenciones del estado implican algún privilegio. No se trata de si hay negociados en el INCAA, eso se resolvería con un cambio en su gestión. Se trata de que el estado no debe promover con recursos públicos la producción cinematográfica. Por otro lado, le ha puesto a esa aspiración de reducir su peso números concretos: pasar de un estado que signifique 40 puntos del PIB a uno que se ubique en alrededor de 25.

Claro que para que esta transformación tenga condiciones para ser exitosa (que finalmente lo sea depende de otros factores) el presidente necesita convertir su coalición electoral en una de gobierno ¿con quiénes lo va a hacer y con qué recursos cuenta? Es cierto que, aún con balotaje, Milei es el presidente más votado desde el retorno a la democracia. También es cierto que el resto del sistema político se debate entre la fragmentación, la falta de credibilidad, pero sobre todo de proyecto y de liderazgo. Pero por otro lado, Milei es el presidente que con menos cantidad de recursos políticos institucionales ha contado probablemente en la historia argentina. No tiene gobernadores, intendentes, cuenta con apenas un puñado de diputados y otro más pequeño aún de senadores. Pero el cambio que propone el presidente no puede ser solo ajuste del gasto público, requiere otras transformaciones, cambios en los marcos institucionales los cuales no se pueden hacer en soledad.

La debilidad institucional se trata quizá de una de los aspectos que mayores dificultades le ha traído al nuevo presidente. El proceso de cambio se apalanca en dos instrumentos jurídicos que o bien se encuentran en la cuerda floja (DNU 70/2023) o ni siquiera han podido lograr media sanción en la Cámara de diputados (Ley Omnibus). El presidente responde a esta debilidad profundizando el enfrentamiento con la dirigencia política, en el convencimiento de que la opinión publica está de su lado en esta pelea. Esto puede ser correcto en el corto plazo ¿pero que ocurre si a mediano plazo es esta pelea la que boicotea el propio programa económico del presidente? Aún con un éxito electoral en las elecciones de medio término LLA está lejos de alcanzar las mayorías legislativas necesarias.

¿Es entonces probable que la curva de aprendizaje vaya subiendo producto de la experiencia de estos primeros 100 días? Algunas señales en ese sentido podrían ser el llamado al pacto del 25 de mayo, las postergaciones de aumentos de tarifas en servicios públicos, el DNU que fija la movilidad jubilatoria, el envío de una ley ómnibus menos ambiciosa. Por un lado, aliviar un poco la carga del ajuste, por el otro aceptar las condiciones que el mercado de la política hoy le impone al presidente. La diferencia entre lo deseable y lo posible.

Mucho se ha hablado del Pacto del 25 de mayo, y también de la referencia a otras pactos, que siempre los argentinos miramos con admiración, como por ejemplo los acuerdos españoles de la Moncloa. La única diferencia es que aquí en la Argentina siempre la idea de pacto viene acompañada de vetos: con todos menos con estos. Pero si justo el otro es aquel que probablemente me suceda en poder… ¿Qué gracia tienen los pactos con uno mismo? ¿Queremos o no garantizar la continuidad de ciertas políticas y reglas en el tiempo?

A primera vista uno podría tentarse con calificar al gobierno de Milei como un nuevo episodio del antiperonismo que viene a intentar desactivar el entramado de una sociedad movilizada y concentrada en el estado que deja al último capítulo del PJ en el poder. Sin embargo, si bien Milei llegó al triunfo con una coalición, que en parte integran esos votantes, al mismo tiempo muchos otros tienen más puntos de contacto con el peronismo de los que se supone. Milei al mismo tiempo reivindica a Carlos Menem, a quien eleva a la escala de prócer. Menem amplió la coalición con la que llegó al poder, incorporando a la UCD , en ese momento el partido que expresaba al liberalismo argentino, y a los sectores medios altos. ¿Y si ahora Milei quiere seducir al peronismo para incorporarlo en su coalición de gobierno? Ya muchos peronistas lo integran, pero el presidente no los necesita de a uno. Necesita una gobernabilidad que solo el peronismo le puede brindar.

Daniel Scioli, Javier Milei y Guillermo Francos

¿Será un acuerdo por la propuesta de jueces para cubrir los cargos de la Corte Suprema un adelanto de esa posibilidad? En mi opinión, llevaría la curva de aprendizaje a su punto mas alto en relación al tiempo recorrido. Si todo se convierte en un pantano, veremos un episodio más de un gobierno que actúa y comunica en clave electoral pero, que aún ganando, no logra avanzar en una agenda de cambios sostenibles en el tiempo.

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