El Cronista @cronistacom: Comercio, tecnología y bonos del Tesoro: las cartas de China en su guerra con EE.UU.

Comercio, tecnología y bonos del Tesoro: las cartas de China en su guerra con EE.UU.

Estados Unidos y China están inmersos en un peligroso pulso comercial, en el que las dos mayores economías del mundo intercambian golpes de represalia mientras Donald Trump exige a Beijing que busque un acuerdo con su Administración.

China depende de EE.UU. como mercado casi insustituible para sus productos manufacturados, pero los expertos advierten que Washington no debe subestimar la capacidad de Beijing para resistir las tácticas coercitivas de Trump.

La combinación del control político centralizado, mercados de exportación cada vez más diversificados y su dominio virtual sobre algunos materiales estratégicamente vitales, incluidos los metales de tierras raras, da a Beijing mucho poder de negociación. La cuestión es hasta qué punto puede utilizar su influencia sin sufrir aún más daños.

Poder comercial

China tuvo un superávit comercial de casi u$s300.000 millones el año pasado con EE.UU., destino de alrededor del 15% de sus exportaciones totales. Los aranceles del 145% de Trump infligirían un dolor significativo a Beijing.

Pero economistas internacionales afirman que esto pasa por alto un hecho crucial: China puede sustituir sus importaciones procedentes de EE.UU. más fácilmente que a la inversa.

Las exportaciones de bienes de EE.UU. a China se concentran en gran medida en la agricultura, con productos como la soja, el algodón, la carne vacuna y las aves de corral, por lo que son de bajo valor añadido. Muchas de las importaciones estadounidenses procedentes de China -electrónica, maquinaria y algunos minerales procesados- son todo lo contrario.

Marta Bengoa, profesora de Economía Internacional de la Universidad de la Ciudad de Nueva York (CUNY), afirma que, aunque EE.UU. y China siguen siendo muy interdependientes en el comercio, esto significa que, en última instancia, la balanza de riesgos se decanta del lado estadounidense.

«La dependencia estadounidense de China es mayor, porque China puede abastecerse de productos agrícolas de otros lugares más fácilmente de lo que EE.UU. puede sustituir la electrónica y la maquinaria», dijo. «Beijing ya está comprando soja a Brasil, por ejemplo, así que al final China tiene un poco más de influencia».

La depreciación del dólar también ha encarecido las importaciones estadounidenses.

El impacto de una guerra comercial seguirá sintiéndose en China, que importa de EE.UU. productos de alta gama, como piezas de avión, productos farmacéuticos y chips, aunque Washington ha intentado restringir el acceso a los chips en los últimos años. Muchas empresas estadounidenses están integradas en cadenas de suministro sobre el terreno en el país.

Analistas de Goldman Sachs calculan que entre 10 y 20 millones de trabajadores chinos pueden estar expuestos a las exportaciones a EE.UU. «Se espera que la combinación de aranceles estadounidenses extremadamente elevados, un fuerte descenso de las exportaciones a EE.UU. y una ralentización de la economía mundial genere presiones sustanciales sobre la economía y el mercado laboral chinos», escribieron la semana pasada.

‘Puerta de atrás’ estratégica

Desde que Washington impuso aranceles sectoriales al acero, el aluminio, los paneles solares y las lavadoras en 2018 y 2019 durante el primer mandato de Trump, China ha tratado de reducir su dependencia de las exportaciones a los consumidores estadounidenses. Su cuota de las importaciones estadounidenses ha caído del 21% en 2016 al 13,4% el año pasado, según datos del Gobierno estadounidense, reduciendo la exposición comercial de Beijing.

Al mismo tiempo, la capacidad de producción china se ha desviado a través de países del sudeste asiático como Vietnam y Camboya, donde los fabricantes chinos aprovecharon la mano de obra más barata y su menor exposición a los aranceles estadounidenses. Las exportaciones a Vietnam se dispararon un 17% en marzo, según datos publicados esta semana.

Queda por ver hasta dónde llega la determinación de Trump a cerrar esa «puerta de atrás» para las exportaciones chinas. Vietnam, que ahora tiene un superávit comercial de u$s124.000 millones con EE.UU., ha sido amenazado con un arancel «recíproco» del 46%, aunque se suspendió durante 90 días.

Alicia García Herrero, economista jefe para Asia-Pacífico del banco de inversión francés Natixis y miembro del think-tank Bruegel, afirma que la pausa da un respiro. «Esencialmente, eso da a ambas partes 90 días de margen para solucionar las cosas».

Pero incluso si se produjera un cese drástico de las exportaciones chinas, García Herrero sostiene que el impacto no sería catastrófico para la expansiva economía china. El PBI del país creció 5% el año pasado, 1,5 puntos porcentuales de los cuales procedieron de su superávit comercial mundial de casi u$s1 billón.

«China es una economía enorme y resistente», afirma.

Pero los analistas también advierten que los intentos chinos de redirigir el exceso de capacidad a mercados alternativos como la Unión Europea, India y países del sur global podrían tener consecuencias negativas.

«Debido al excedente de bienes que China va a tratar de descargar, yo esperaría que otros países reaccionaran ante la posible avalancha», señala Alex Capri, profesor de la Escuela de Negocios de la Universidad Nacional de Singapur.

Participaciones financieras

China se dispone de otra palanca gracias a la gran cantidad de deuda pública estadounidense que ha acumulado y que, en teoría, podría vender para reducir su exposición. Esto, a su vez, podría generar inquietud sobre el atractivo de los activos estadounidenses y precipitar nuevas caídas del valor del dólar y de la deuda pública estadounidense.

Zerlina Zeng, responsable de estrategia crediticia para Asia de CreditSights, señala que una venta masiva de bonos del Tesoro también afectaría a China, dado el volumen de sus participaciones. «Dicho esto, esperamos que China siga diversificando sus reservas denominadas en dólares hacia otras divisas como objetivo de asignación a largo plazo», afirma.

Minerales críticos

EE.UU. también depende de China para muchos metales de tierras raras esenciales para la fabricación moderna, como en las baterías de los vehículos eléctricos. Beijing controla más de dos tercios de la producción mundial de tierras raras y más del 90% de la capacidad de procesamiento, un factor crítico de influencia.

Trump excluyó los minerales críticos de su primera ronda de aranceles «recíprocos» en un reconocimiento de las vulnerabilidades de EE.UU. Pero esas exenciones pueden no ser suficientes para evitar una crisis de suministro si China se atrinchera.

China impuso controles a la exportación de otros siete elementos de tierras raras la semana pasada, incluidos el disprosio y el terbio, que son ingredientes esenciales en productos como los motores a reacción y los vehículos eléctricos.

Autocracia vs. democracia

Aunque el Partido Comunista chino no es inmune a los cambios en la opinión pública, reacciona menos a las presiones que la Casa Blanca, que ya se ha visto obligada a responder a las turbulencias de los mercados de bonos y acciones y a la amenaza de una suba de los precios.

Alfredo Montufar-Helu, responsable del China Center del think-tank Conference Board de Nueva York, señala que Beijing, a pesar de tener que hacer frente a sus propios desafíos, afronta el pulso comercial con una mayor capacidad para estimular su economía en caso de desaceleración.

También dispone de más palancas para manipular su mercado nacional, que las autoridades chinas vigilan como indicador de la estabilidad social y el sentimiento económico. Beijing ha intervenido fuertemente en el mercado en las últimas semanas, en las que el «equipo nacional» de instituciones estatales ha impulsa una acción coordinada para apoyar los precios de las acciones.

Pero el Gobierno chino también es muy sensible a las muestras de descontento público. A finales de 2022, levantó las restricciones frente al Covid-19 que había aplicado durante tres años poco después de que surgieran protestas en las principales ciudades.

«Sólo por la reacción del mercado, diría que EE.UU. en este momento [está sufriendo más]», añade Julian Evans-Pritchard, economista jefe para China de Capital Economics. «EE.UU. está sometido a más presión para intentar sentarse a la mesa y negociar».

Pero los primeros temblores de una guerra comercial, como la demora en las salidas desde los vastos puertos chinos, aún no se han traducido en un descontento abierto en las provincias manufactureras del sur de China.

«No he conocido a una sola persona, ni siquiera fabricantes directamente afectados por los aranceles, que culpe a Beijing», afirma un fabricante extranjero con sede en la provincia de Guangdong. «El ánimo que he visto es de desafío. Creo que la forma en que el Gobierno lo está llevando tiene que ver con el orgullo nacional».

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