Cambio administrado o detonado, la pregunta final que sobrevoló el debate
El debate presidencial del domingo era una oportunidad clara y necesaria para despejar dudas sobre lo que puede esperar la sociedad de cada candidato. La campaña dejó poco espacio para poner propuestas sobre la mesa, y esta vez el tiempo disponible y la posibilidad de podes entrar a todos los temas, ayudaban. Pero el tiempo neto que le dedicaron Sergio Massa y Javier Milei dejó sabor a poco, en particular en el caso del economista libertario.
El postulante de UP, como responsable de la gestión económica, fue quien tenía la oportunidad de preparar respuestas más definidas, en especial porque su modelo respeta buena parte de lo actuado hasta ahora. Y así lo hizo. Pueden ser juzgadas como planteos generalistas, al estilo de la reducción de retenciones para las economías regionales o la baja de impuestos para las pymes exportadores a partir de enero. Pero quedaron sobre la mesa, como el compromiso de introducir una simplificación tributaria.
Milei no logró quebrar la estrategia que aplicó Massa para el intercambio sobre economía. Tuvo que definirse en función de las preguntas de su rival más que de los intereses propios. Y si algún indeciso esperaba escuchar algunas afirmaciones que mostraran al libertario con capacidad de gestión para ejecutar un plan radical, se quedó con las ganas.
Los riesgos que el debate no mostró
La dolarización no es un programa que pueda ser improvisado, sobre todo si es una «rara avis» de política económica, desaconsejada por académicos de todos los orígenes. Milei podría haber mencionado que contaba con las herramientas y los recursos necesarios. O haber despejado las incógnitas y señalar que es un plan que tiene una enorme cantidad de pasos previos. No lo hizo para las PASO, ni para la primera vuelta. Tampoco ahora.
Si había otro gran signo de interrogación sobre su proyecto, era el que se describe con la palabra gobernabilidad. Su fuerza va a contar con un apoyo limitado en el Congreso, pero podría haber señalado su intención de abrirse a un diálogo con los gobernadores de otras fuerzas. Pero pasó por alto esas necesidades de los votantes. Si se anulan las chicanas, propias de todo intercambio televisivo y más aún de un debate político, los mensajes fueron asimétricos.
Massa tampoco mostró todas las herramientas. Pero al menos pudo exponer prioridades y algunas palancas en las que apoyarse. Sabe que la Argentina va a contar con un escenario externo menos desfavorable, y cuenta con eso como punto de apoyo. No es suficiente. Aunque esté dispuesto a respaldarse en un gobierno de unión nacional, el desafío que arranca el lunes es mayúsculo. La continuidad como estrategia también quedará atrás. La discusión es si el cambio es administrado o detonado.
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