Cada vez más argentinos workaholics no pueden desconectarse y sufren consecuencias en la salud: qué hicieron otros países
Uno de los resabios que dejó la pandemia con el homeoffice es la dificultad para poner límites entre la vida laboral y personal. Pese a que numerosas empresas volvieron a la presencialidad, más del 50% de los empleados no logran desconectarse. Se van de las oficinas, pero siguen trabajando en sus casas.
En un contexto en el que, para muchos, los ingresos de un solo trabajo no alcanzan a cubrir los gastos, crece el número de argentinos que tienen más de una actividad laboral. En consecuencia, la dificultad para ‘cortar’ cuando llega la hora de cerrar la jornada se vuelve un desafío. Los especialistas advierten sobre cada vez más consecuencias en la salud de los workaholics.
Agotamiento, estrés, depresión, falta de motivación, ansiedad y ataques de pánico son algunos síntomas que los expertos adjudican a la situación. De hecho, el 57% de los argentinos cree que promover el equilibrio es algo discursivo que no suele materializarse en acciones reales por parte de las empresas. Algunas ciudades ya tomaron nota de la problemática y activaron medidas para contrarrestarla.
Es que no solo la salud física y mental de la persona se ve afectada, sino también su productividad y, por ende, el desempeño de las compañías. Generalmente, la sobrecarga laboral no se asocia como algo negativo, ya que los adictos al trabajo piensan que cuánto más tiempo trabajan, más productivos son. No obstante, se estima que al año, la economía mundial pierde u$s 1 billón por deficiencias en la producción.
Pocas empresas con políticas de work-life balance en la Argentina
En un contexto adverso para la desconexión laboral, el 67% de los argentinos considera que no hay una cultura favorable al work-life balance. Sin embargo, ocho de cada 10 creen que es «muy importante» tener un equilibrio entre la vida personal y laboral, a tal punto de que el 88% está dispuesto a renunciar por este motivo. Así lo reveló el último informe del portal de empleos Bumeran, que también reflejó diferencias de género: el 54% de las mujeres no logra un balance versus un 46% en el caso de los hombres.
Casi el 90% considera que si su organización no tiene una cultura favorable al work-life balance buscaría otro trabajo.
«No podemos hablar de trabajo sin pensar en su equilibrio con la vida. Las nuevas generaciones tienen una concepción distinta con respecto a las dimensiones espacio-temporales de sus empleos. Necesitan flexibilidad, desde tener la oportunidad de trabajar desde cualquier rincón del mundo con acceso a Internet hasta cortar media hora para ir a buscar a sus hijos al jardín. Casi el 90% considera que si su organización no tiene una cultura favorable al work-life balance buscaría otro trabajo», explicó Federico Barni, CEO de Jobint, la firma dueña de Bumeran.
Si se compara al país con otros de la región, se observa que es el mercado más retrasado, con un índice por encima del promedio regional: un 67% de empleados locales consideran que sus compañías no promueven el equilibrio personal y laboral, contra un 54% si se tiene en cuenta al número referente a América latina. Detrás de la Argentina figuran Chile, con un 59% de trabajadores que dicen que sus empresas no fomentan el work-life balance; Panamá, con un 51%; Ecuador, con un 49%; y Perú, con un 46%
Entre los profesionales argentinos que dicen lograr ese equilibrio por momentos, el 59% sostiene que es porque sabe identificar sus prioridades de la vida personal y del trabajo, el 49% porque establece límites, el 31% porque respeta sus momentos de descanso y el 12% porque la organización en la que trabaja tiene políticas claras al respecto.
Entre los que no pueden desconectarse, el 52% responsabiliza a la empresa por no tener medidas para atacar esta problemática, el 36% explica que se debe a que en su compañía la gente trabaja fuera del horario laboral y eso lleva a los demás a que también lo tengan que hacer, el 30% dice que no sabe poner límites, el 25% no respeta sus momentos de descanso y el 16% no sabe identificar sus prioridades tanto en la vida personal como en el empleo.
Acciones para lograr el work-life balance
De a poco, las empresas están impulsando acciones para resguardar a sus colaboradores, que demandan que se respeten los horarios laborales, se concedan permisos para compromisos personales o familiares como turnos médicos, se pongan en práctica licencias o programas especiales de maternidad y paternidad, y se otorguen beneficios como un día libre al mes o de cumpleaños.
«Cada vez más empresas comprenden la importancia de desarrollar políticas centradas en los colaboradores que ayuden a mantener su motivación y construir una marca empleadora fuerte para atraer y retener talentos», analizó Natalia Terlizzi, CEO de la consultora Hucap, y agregó: «Hoy el paradigma cambió. Los empleados cuando entran a una empresa no lo hacen con la idea de jubilarse allí o quedarse toda su vida. Partiendo de esa base, los procesos de on boarding se readaptan a lo que las nuevas generaciones demandan».
«Hay una nueva aspiracionalidad marcada por la revalorización de la idea de bienestar y del concepto de carrera. Antes, la meta era crecer en puestos directivos. Hoy, se buscan otros objetivos como tener tiempo para compartir en familia y el bienestar físico y emocional. Los talentos se cuestionan más todo, en especial las nuevas generaciones y más después de la pandemia», indicó Maia Martínez Mornaghi, partner de Co.Education Consulting, consultora especializada en el desarrollo de talentos.
La experiencia de otros países para cuidar a los workaholics
Algunos países lanzaron iniciativas para cuidar la salud de los trabajadores. Japón -con el índice de mayor compromiso laboral de sus habitantes- sancionó un proyecto de ley que obliga a tomar al menos cinco días de las vacaciones al año. Es que, según una encuesta del Ministerio de Salud, Trabajo y Bienestar de ese país, los japoneses usan menos de la mitad de los 18,5 días pagos que, en promedio, tienen cada año. Suelen gastar el 48%. El objetivo es que se tomen al menos el 70% de sus vacaciones. Quienes incumplan la norma serán sancionados.
Por su parte, Islandia encontró la fórmula en la flexibilización laboral. A diferencia de sus vecinos nórdicos -con las mejores tasas de equilibrio laboral y personal- solía tener más carga de trabajo. Entre 2015 y 2019, probó una semana de 36 horas sin un recorte salarial. A partir de los resultados, los sindicatos islandeses negociaron una reducción de las horas de trabajo y ahora el 86% de la fuerza laboral tiene derecho a acortar su jornada o adaptar los horarios. El nivel de productividad se mantuvo igual y en casos mejoró. A su vez, se redujo el estrés de los colaboradores.
Si bien la realidad argentina dista de la de estos países, los expertos confían en que estas experiencias se pueden tomar como ejemplos y ajustar a la situación local en pos de contribuir a mejorar la calidad de vida de los trabajadores.
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