La Nación Economía: A los 19 años se fue de su casa: “Mi mamá me pegaba y me revoleaba de los pelos”

A los 19 años se fue de su casa: “Mi mamá me pegaba y me revoleaba de los pelos”

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“Yo era muy tímida y los profesores no se daban cuenta de lo que me pasaba. Como no prestaba la suficiente atención, mi mamá me pegaba y me revoleaba de los pelos o con lo que tenía a mano. Yo me alejaba y le tenía mucho miedo. Al crecer, tuve que vivir una vida en la que le tenía que decir a todo que ´sí´ para luego poder salir. Pero como no podía callarme del todo, ella más se enojaba y me pegaba por cualquier cosa. Siempre sentí que mi vida era estar parada sobre un piso inestable”.

Carolina Knopoff (47) tuvo una infancia dura, complicada y con esa falta de estabilidad emocional que requiere cualquier niño o niña durante sus primeros años de vida.

En su caso tenía que lidiar con una mamá que por sus dolencias y los efectos de la medicación neurológica, que tomaba para la epilepsia y le dejaban secuelas, la tenía a ella como el blanco predilecto de sus ataques de ira. En relación a su padre, Carlos, a los siete meses del embarazo, con apenas 39 años, tuvo un ACV que lo dejó cuadripléjico sin posibilidad de moverse. Dos años más tarde falleció.

Olga, la mujer que prácticamente la crio, le dijo que su papá tenía muchas ganas de tener una nena (ya tenían tres varones) a quien llamaría Carolina. “Era secretario del Congreso de la nación. Pertenecía al Partido Intransigente (PI), le encantaba la política. Le gustaba dar discursos frente al público. Recuerdos de la infancia con él, lamentablemente, no tengo ninguno. De chica me sentaba horas a mirar fotos que había en un cajón grande buscando algo que nos una. Miraba su rostro, su risa, sus ojos, algo que lo humanizara y lo transformara en una persona real”, se lamenta.

Tras una infancia y una adolescencia traumática, Carolina logró transformarse y salió fortalecida y formó una hermosa familia.

Tras una infancia y una adolescencia traumática, Carolina logró transformarse y salió fortalecida y formó una hermosa familia.

La contención y el amor de Olga

Carolina era la cuarta hija y cuando ella nació, cuenta, sus hermanos tenían 13, 10 y 8 años. Cuando su papá falleció, la mamá se puso en pareja con otro hombre, Juan. “Mis hermanos estaban en sus cosas, pero dicen que me cuidaban, que me cantaban para dormir, me llevaban al jardín. Mi madre comenzó a trabajar y yo me quedaba con Olga, la persona que mejor me cuidaba. Me quería mucho, me subía a la mesada mientras ella lavaba. Yo escapaba de las reuniones familiares para estar en la cocina con ella. Esa parte de la casa era un refugio, allí mi mamá no iba. Había calor, comida rica y nos reíamos mucho. Ella me dejaba hacer lo que quería y siempre nos reíamos. Salíamos a la calle y jugábamos, saltábamos, cantábamos, me llevaba a todos lados”.

Cuando Carolina pasaba esos momentos de placer y de disfrute junto a Olga parecía que, al menos por un rato, podía olvidarse de los malos tratos físicos y verbales que le propinaba su mamá.

“Cuando ella se enojaba me pegaba y me gritaba, nadie se metía. Vivíamos siete personas en la misma casa. Todos adultos, menos yo. Cuando ella se enojaba todos huían y me dejaban a mí con ese demonio, con sus ojos de ira, me agarraba del pelo y me revoleaba. Nadie se asomaba a ver qué pasaba. Una vez siendo yo muy chica me miró con ese enojo en su mirada y me dijo ´sos una hija de puta´. Luego, se le iba el enojo y me llevaba a comprar ropa o al cine. Me obligaba a todo lo que ella quería, como ella tomaba sol yo tenía que ir con ella. Una vez me insolé, pero a ella no le importó. Jamás me dejaba faltar a la escuela, yo tenía siempre alergia y alguna enfermedad y me mandaba hasta que no daba más”.

Por la cabeza de Carolina pasaban muchas cosas, especialmente aquellas que tenían que ver con la posibilidad de tener otra vida, de crearse una nueva historia, como ella misma dice. Desde que tiene uso de razón comenzó a ilusionarse con la idea de irse de la casa. Casi todas las noches soñaba con eso, era su gran anhelo. Y confiesa que hasta contaba los días que faltaban para que esa meta pudiera concretarse.

Con Sergio, su compañero de vida.

Con Sergio, su compañero de vida.

El comienzo de una nueva vida y el amor

Esa idea comenzó a materializarse cuando a los 17 conoció a Sergio, un muchacho que le llevaba ocho años. Sin embargo, esa diferencia de edad no fue un problema, sino todo lo contrario porque él, según cuenta Carolina, le prestó ese oído que ella tanto necesitaba, su contención y sus abrazos hicieron que de a poquito comenzara a reconstruirse. “En ese entonces me pasaba que si él levantaba la mano para cualquier cosa, yo tenía el reflejo de taparme la cara como si viniera un golpe. Él se sorprendió de eso, me decía ´yo no te voy a hacer ningún daño´. Me demostró, ante todo, que me quería tal cual era, no le importaba si iba a tener un título, si me costaba estudiar. Fue sentirme libre, podía ser yo”, se emociona.

A los 17 años Carolina comenzó a trabajar en un estudio jurídico junto a sus hermanos lo que le posibilitó tener una independencia económica con la que antes no contaba. En paralelo, Sergio recibió dinero de una sucesión de su casa por la muerte de su madre y de esa forma compraron su primera casa en el barrio de Floresta. A los 19, Carolina estaba cumpliendo el gran sueño de su vida. Atrás habían quedado aquellos momentos de gritos y de golpes. Sin embargo, esas vivencias la ayudaron a darse cuenta de que de ninguna manera iba a repetir la historia a la hora de formar una familia, tal cual era su deseo.

Carolina junto a su marido y a sus tres hijos.

Carolina junto a su marido y a sus tres hijos.

“Me quedo con los buenos recuerdos como abuela”

Al año de vivir juntos nació Dante, a los tres años llegó Dalila y cuatro años después tuvieron a Fiorella. Carolina dice que su mamá fue una buena abuela y que estuvo muy presente con sus tres nietos. “A mi mamá la perdoné, comprendí todo su sufrimiento, mucho dolor en su vida, en su crianza. Hizo lo que pudo, con su modo de querer. Me quedo con los buenos recuerdos como abuela. Pero muy dentro de mí, hay heridas, hay recuerdos, hay dolor. Todo tuvo consecuencias, familiares y en mi personalidad”.

Carolina hace hincapié en el hecho de que decidió ser fuerte y no colocarse en el lugar de víctima. Su marido, sus hijos y el deporte (estudió preparador físico, personal trainer y se formó en Taekwondo) tuvieron mucho que ver a la hora de sanar esas heridas y de fortalecerla tanto física como emocionalmente.

Carolina encontró en el Taekwondo una forma de vivir y de hacer catársis.

Carolina encontró en el Taekwondo una forma de vivir y de hacer catársis.

Orgullo por sus hijos

A Carolina, que trabaja en un gimnasio dando clases de Funcional y también hace personalizados, se le cae la baba cuando habla de sus tres hijos. Dante (24) es Analista de Sistemas, Dalila (21) cursa la carrera de Nutrición y Fiorella (16) estudia en una escuela industrial de Química. “Son excelentes personas, se quieren como hermanos, se eligen, viajan juntos, se divierten. Están siempre unidos y con nosotros. Hicimos siempre actividades juntos, deportes, viajes. Son excelentes en todo, son buenas personas y excelentes alumnos, siempre se destacan”, se enorgullece.

Desde que se fue de su casa nunca más se le borró la sonrisa de su rostro.

Desde que se fue de su casa nunca más se le borró la sonrisa de su rostro.

Esto que describe Carolina, que en principio cualquier padre o madre podría decir sobre sus hijos, no es un hecho más porque habla de su capacidad de resiliencia para poder superar los momentos adversos que vivió durante su niñez y su adolescencia, transformándose en una mujer fortalecida y que por sobre todas las cosas ama incondicionalmente a su familia. Y de ser una sombra, como alguna vez le dijo una tía, pasó a ser la Mujer Maravilla como le dicen en su casa.

“En algún momento quiero dedicarme a ayudar a niños con vivencias difíciles. A mis alumnos siempre los apuntalo emocional y físicamente. Hablamos de la vida, de los dolores emocionales y de la felicidad. De los pequeños grandes logros, de la importancia de darles la mano para saltar solo un pequeño cajón que simboliza un gran obstáculo. Lo importante es poner actitud, ganas y divertirse en todo lo que se hace. Esta vida me enseñó a aprender sobre la empatía, el sufrimiento de los seres humanos y sus pequeños y muchos momentos de felicidad. De seguir siempre soñando y luchando. Siempre hacia delante”.

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