Algunos residentes de kabul se atreven a volver al trabajo, pasando frente a talibanes armados
agencias
KABUL, 17 ago (Reuters) – Algunos residentes de Kabul se
aventuraron cautelosamente a volver a trabajar a través de
calles tranquilas el martes, temerosos tras una noche
interrumpida por el sonido de disparos y enfrentando preguntas
de sus nuevos gobernantes talibanes apostados en puestos de
control en la capital afgana.
El movimiento islamista, que impidió que las mujeres
trabajaran y administró castigos como la lapidación pública
durante su anterior gobierno de 1996-2001, se hizo con el país
en pocos días, en medio del colapso de las fuerzas
gubernamentales respaldadas por Estados Unidos.
Aunque los talibanes han prometido que no habrá represalias
contra sus opositores y han prometido respetar los derechos de
las mujeres, las minorías y los extranjeros, muchos afganos se
muestran escépticos. Pero también saben que la vida debe
continuar.
«Tengo miedo, pero lo que me hizo abrir mi tienda fue
alimentar a mi familia», dijo a Reuters por teléfono
Mohammadullah, un comerciante de comestibles de 48 años. «No
tengo otra forma de obtener ingresos. Si no abro mi tienda,
¿cómo puedo alimentar a mi familia de 12?», se preguntó,
agregando que había muchos menos clientes de lo habitual.
La mayoría de tiendas y supermercados en Kabul estaban
cerrados, como los colegios, según los residentes. Sin embargo,
algunas pequeñas tiendas de comestibles y carnicerías estaban
abiertas, al igual que los hospitales.
El tráfico era ligero, pero había varias camionetas con
banderas blancas que transportaban a talibanes armados.
«Fue con el apoyo de la nación que los estadounidenses
fracasaron aquí y se estableció el sistema islámico», dijo
Mawlavi Haq Dost, un comandante talibán en la calle. «Este es un
sistema legal y le aseguramos a nuestra gente, ya sean hazara,
tayika o turca (minorías), que no habrá ningún hostigamiento por
parte de los muyahidines hacia ellos».
Asadullah Wardak, médico desde hace 12 años, dijo que
decidió regresar al trabajo tras permanecer en casa dos días.
Sus hijos, que viven en Canadá, le instaron a irse, pero él optó
por quedarse en Kabul, donde trabaja como ginecólogo.
De camino al trabajo en el Hospital Médico de Sana, dos
talibanes revisaron su automóvil y su tarjeta de identidad. Dijo
que le indicaron que era libre de trabajar y le dieron números
de teléfono para llamar en caso de que su hospital tenga
problemas con el suministro de sangre o escasez de medicamentos.
También le pidieron que se asegure de que las pacientes y
las doctoras trabajen por separado, mientras que a los médicos
solo se les permite ver a pacientes femeninas en presencia de
otra doctora, dijo.
(Reporte de Oficina en Kabul, Rupam Jain, Crispian Balmer en
Rome y Sabine Siebold en Berlín; escrito por John Geddie;
editado en español por Carlos Serrano)
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