Alberto Barbieri: “En la Argentina nos debemos un gran debate para mejorar la educación”
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Alberto Barbieri no tiene vértigo, pero sí “mucho orgullo” de ser el rector de la Universidad de Buenos Aires cuando la UBA celebra su bicentenario, que se festejará de forma acotada y con protocolo sanitario el jueves próximo en la Facultad de Derecho. En el silencio de la amplia sala del Consejo Superior del Rectorado, parado junto al busto de Domingo F. Sarmiento, admite que “nunca” pensó que iba a ocupar ese puesto y que, cuando lo eligieron en 2018 para su segundo mandato seguido, advirtió que le tocaba ser el anfitrión del cumpleaños número 200 años de esa entidad que formó a buena parte de la dirigencia política, empresaria, cultural y científica de la Argentina, muchos de cuyos representantes incluso han trascendido las fronteras.
No habla nunca en singular. Y, aunque no lo dice en forma explícita, sugiere que falta poco para que una mujer pueda llegar a ese cargo, manejado siempre por los varones de la UBA. En los próximos comicios internos de los claustros (alumnos, profesores y graduados comparten el gobierno universitario), la norma será igualdad de género para las candidaturas. Y, aunque “la cartulina”, como simpáticamente llama al diploma, se obtiene en el lenguaje “oficial” del país, defiende la “libertad de cátedra” para que cada profesor haga “lo que considere necesario”. La sonrisa se le diluye cuando, para pensar el futuro de la UBA y del país, admite que la pandemia desnudó sin atenuantes las falencias del sistema educativo argentino, especialmente en el nivel secundario.
Durante una entrevista con LA NACION, Barbieri pone el énfasis en las “falencias gravísimas” de los estudiantes del secundario: “No entienden lógica matemática y no tienen comprensión lectora”, aspectos claves para la inserción profesional. “No podemos hacer nada sin educación”, enfatiza.
–Si tuviera que resumir cómo llega la UBA a estos 200 años, ¿qué señalaría como fortalezas y debilidades?
–La UBA acompañó la historia de nuestro país, con sus más y con sus menos. Es una de las instituciones más reconocidas de la Argentina en el exterior, si no la más, por la excelencia de sus graduados y su nivel científico y de investigación. Ser una universidad masiva, pública, plural y tener el reconocimiento que tenemos son activos muy fuertes.
–Este aniversario se cumple en el contexto inédito de la pandemia. ¿Está conforme con el rol de la UBA en los debates sobre los desafíos del país?
–La pandemia es una situación disruptiva que nos genera un escenario de incertidumbre muy alto. Desde el punto de vista de la universidad, tenemos diferentes maneras de participación, no solo en lo institucional, sino también a través de la acción de sus institutos de investigación, de sus hospitales, de sus graduados, de sus estudiantes.
–¿Por ejemplo?
–Los servicios que brindaron nuestros hospitales. Somos uno de los centros de atención de la pandemia más importante que tiene la ciudad de Buenos Aires y de derivación del país. Ejemplo: el Hospital de Clínicas triplicó sus camas de terapia intensiva. Los análisis se hicieron en los institutos de investigación dependientes del Clínicas y de la Facultad de Medicina, junto con el Malbrán, porque la mayoría de quienes trabajan en el Malbrán son egresados o docentes de nuestra universidad. Mucho de lo que se hace de investigación de detección del virus, de las cepas, se hace en los institutos de nuestra universidad. Muchos de los equipos que probaron vacunas se conformaron con graduados nuestros. Lo mismo en las investigaciones y hasta en el barbijo, que todos atribuyen al Conicet, pero que sale de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA.
–¿No cree que hubo demora en volver a la presencialidad?
–Desde el segundo semestre del año pasado gradualmente volvimos a la presencialidad. Odontología dictó toda su carrera con protocolo; Agronomía, los prácticos; Ciencias Exactas, los laboratorios; Medicina, las prácticas del último año, en la medida en que los hospitales pueden recibir a los alumnos según la ola de Covid. Desde fin del año pasado, deben estar en clases prácticas con protocolo cerca de 18.000 alumnos. La autoridad sanitaria nos dice qué podemos hacer. No hay ningún odontólogo, médico, farmacéutico o bioquímico que se haya recibido sin hacer sus prácticas.
–Muchos especialistas han calificado el cierre de escuelas como una “tragedia educativa”, pero institucionalmente la UBA no parecería haber participado de ese debate.
–En los debates, la UBA no saca un documento institucional. Participan los especialistas de las áreas respectivas, porque es justo decir que acá tenemos todas las disciplinas y es muy difícil sacar un documento institucional sobre un tema específico. El Colegio Nacional de Buenos Aires es un ejemplo para seguir y es un lugar de resonancia. Sufrimos los mismos problemas que todos. En función de lo sanitario, vemos qué podemos hacer desde el punto de vista académico. Tenemos la mitad de nuestros alumnos en el conurbano y la mitad en la Ciudad de Buenos Aires, y lo mismo sucede con nuestras sedes. Tenemos autonomía académica, pero debemos acatar las normas sanitarias.
–¿Cuál cree es que el principal problema educativo argentino?
–El secundario. Los chicos vienen con dos falencias gravísimas, hablo en términos generales: no entienden de lógica matemática y no tienen comprensión lectora. El Ciclo Básico Común vino a paliar en parte esa situación. Pero nos debemos un gran debate y un gran acuerdo para mejorar la educación en la Argentina.
–¿Se le da al debate educativo la prioridad necesaria?
–Creo que hay una preocupación que solo queda en el discurso. Ahora que tenemos elecciones quisiera ver en los debates de los candidatos quiénes van a hablar de educación, para ponernos de acuerdo. Tenemos que ver cómo hacer una reforma muy importante. Tenemos que exigirles a los docentes, pero asegurarles que no tengan que trabajar en seis colegios a la vez.
-Usted menciona la exigencia, pero sobre ese punto parece haber un desacuerdo en el debate educativo. La educación ha dejado, en buena medida, de implicar exigencia …
En la UBA, la calidad no se negocia. Por eso tenemos el reconocimiento internacional que tenemos. Me parece que, más que la exigencia, se debate la forma de evaluar. Insisto: creo que tenemos que acordar 10 principios básicos para mejorar la educación. Y fijarlo como un tema de Estado.
–En el último tiempo también se ha puesto en tela de juicio el mérito. ¿Cómo se ve ese debate desde la UBA?
Le contesto desde mi óptica personal: mi padre era un obrero del ferrocarril y mi madre, ama de casa. Yo trabajé y estudié toda mi vida; creo en el esfuerzo. Pero creo que ese debate se desvirtuó, porque también hay que medir de dónde parte cada uno. No se puede evaluar el esfuerzo sin tener en cuenta el punto de partida.
–El gran factor igualador en la Argentina fue precisamente la educación.
–Exactamente. En esta sociedad cada vez más desigualitaria tenemos que crear sistemas para lograr que el que viene de situaciones diferenciales pueda estar al mismo nivel. La educación es el gran factor para resolver eso.
–En un país con 50% de pobreza, ¿se debería la gratuidad universitaria?
–La gratuidad es un gran factor nivelador. Una cosa es lo mal que tenemos el sistema impositivo y otra, la gratuidad de la enseñanza. En una sociedad con el nivel de desigualdad y de pobreza que tenemos, la gratuidad, que es el no arancelamiento, sigue siendo una política de Estado de nivelación. Pero no alcanza con que la universidad sea gratuita. Cualquier asistencia estatal debería premiar y estimular el estudio.
–¿Usted comparte la idea de que se ha perdido la cultura del esfuerzo?
–Tenemos que incentivar la cultura del trabajo, del esfuerzo y de la educación. Incentivarla con políticas activas es fundamental y es lo que demandan todos los sectores vulnerables. Tenemos problemas en cómo enseñamos, qué enseñamos, a quién lo hacemos y en cómo se accede a la enseñanza. Cada vez se van agregando nuevos elementos de complejidad y no solucionamos los anteriores. Frente a esas demandas, nosotros creamos la escuela técnica de Lugano, porque a la UBA le faltaba un colegio técnico. Lo hicimos en una de las zonas más vulnerables de la ciudad de Buenos Aires, sobre todo cerca de la villa 1-11-14, y sin examen de ingreso. Todos los de la zona van por sorteo. Se ve la necesidad de las personas más vulnerables de una mejor educación para sus hijos. Esa escuela compitió en el premio de Física del Instituto Weizmann, de Israel, y ganó contra las principales escuelas técnicas del mundo.
¿Pero el ingreso por sorteo no contradice el criterio de incentivar el esfuerzo?
No, es una política de igualdad de oportunidades.
–La UBA está bien ubicada en mediciones internacionales. ¿Están conformes o creen que aun hay un desafío de calidad?
–Siempre queremos más. Los rankings son relativos, incluso están hechos para realidades diferentes a las nuestras. Toman en cuenta parámetros de universidades europeas o norteamericanas, que no tienen el esquema de nuestros estudios. Con todo, nos va muy bien en esos rankings, sobre todo en la encuesta a empleadores. En esa encuesta a más de 150.000 empleadores que hace el World University Rankings, la UBA está en el puesto 44 sobre 26.000 universidades. Significa que nuestro título tiene esa valoración a nivel mundial, que estamos haciendo algo bien. Apostamos muy fuerte a la internacionalización, que es uno de los valores más considerados a nivel mundial. La UBA tiene intercambio con más de 600 universidades de mejor nivel en el mundo y casi el 80% de los estudiantes del último año de todas las carreras hicieron algún intercambio. Eso les da un diferencial muy importante.
–¿Qué se plantea como legado para los próximos años?
–El lema lo resume: 200 años formando futuro. Seguimos apostando a una universidad mucho más internacional. El otro tema fuerte es generar cada vez mayor investigación relacionada con el mundo de la producción y la empresa.
–¿Cómo responde la UBA a la mayor demanda de ingenieros e informáticos?
–Junto con ciencias médicas y humanidades, las carreras que más crecieron en términos porcentuales son las ingenierías y las exactas. Cuando, en mi primer rectorado, puse en vigencia ingeniería en petróleo, me senté con las autoridades de YPF porque iban a desarrollar Vaca Muerta. Nos conectamos con los principales centros de estudios norteamericanos y vimos qué era lo que se estudiaba sobre ingeniería en petróleo. Ya estamos sacando la primera camada de ingenieros en petróleo. En Agronomía hicimos una carrera que tiene que ver con medio ambiente, asociado con la producción agropecuaria. Creamos la licenciatura en datos; explotó todo lo que tenga que ver con Big data, con el manejo de la información y demás.
–Usted ha mencionado la pluralidad como un valor fundamental, pero cuando la Facultad de Derecho canceló la presentación del ex juez brasileño Sergio Moro, uno de los debates fue cuánta pluralidad hay en la UBA.
–En ese caso hubo un docente de un instituto que invitó a esta persona a dar una charla. Hubo quejas dentro del mismo instituto y decidieron no hacerlo porque no habían consultado a los que tenían que consultar. Hay libertad de cátedra total. En ningún momento se intervino desde la facultad, ni desde el rectorado ni desde el consejo superior. Acá un principio fundamental es la libertad de cátedra.
–También generó polémica la invitación a Boudou…
–A Boudou lo fueron a ver 35 personas, en una universidad que tiene 350.000 alumnos.Había más periodistas que estudiantes. Acá, cada cátedra tiene libertad para invitar. Una vez llevaron a Vicky Xipolitakis a la Facultad de Ciencias Sociales porque un profesor quería que los alumnos escucharan su testimonio sobre la creación de hechos noticiosos. Permanentemente viene gente a charlar. Ahora, entiendo que un hecho pueda repercutir más que otro.
-¿Cómo ve desde la universidad el fenómeno de la emigración de los jóvenes?
–Cada uno es libre de elegir donde quiere desarrollar su vida, pero a partir del contacto que tenemos con ellos no parecen tantos como lo que figura mediáticamente.
–En las universidades ha avanzado mucho el lenguaje inclusivo. ¿Cuál es su posición?
– Si un profesor acepta en su cátedra el lenguaje inclusivo está en la libertad de hacerlo. Pero el lenguaje formal, con el que uno se recibe, es el lenguaje oficial del país.
–Doscientos años de rectores varones… ¿Está más cerca la elección de una mujer al frente de la UBA?
–Está mucho más cercana en el tiempo. En las elecciones de claustro ya todas las listas son de paridad, de manera que tendremos una asamblea universitaria con 50% de hombres y 50% de mujeres.
UN HOMBRE DE LA UNIVERSIDAD PÚBLICA
PERFIL: Alberto Barbieri
■ Nacido en 1955, Alberto Barbieri es contador público y doctor en Administración. Master en dirección y administración de empresas por la Escuela Europea de Negocios de Madrid. Graduado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires, se ha desempeñado durante dos mandatos seguidos como decano de esa institución (2006-2010 y 2010-2014).
■ En 2014, asumió el primer mandato como rector de la UBA, en reemplazo de Rubén Hallú. Fue reelegido en 2018.
■ Fue presidente de Ubatec (2006-2009), empresa de Transferencia de Tecnología de la UBA, el gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Unión Industrial y la Confederación General Económica de la Argentina.
■ Académico de número de la European Academy of Management and Business Economics, es autor de los libros La gestión como clave en la integración iberoamericana y Gestión de la salud en la longevidad.
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