Cómo ha evolucionado el rol de las aceleradoras que apoyan a startups en Latinoamérica
Si hay una región que está viviendo un momento de ebullición en su ecosistema de startups es América Latina. En los últimos años el sector ha crecido en rubros muy específicos –fintech, logística y distribución, y ecommerce-, principalmente en Argentina, México, Colombia, Chile y Brasil.
Un factor clave que ha permitido el crecimiento y la evolución en el ecosistema emprendedor latinoamericano son las aceleradoras semilla: entidades o compañías que impulsan startups a cambio de participación en el negocio. Su funcionamiento se basa en un programa que contiene una serie de convocatorias con un plazo de tiempo estipulado.
Según la Association for Private Capital Investment in Latin America (LAVCA), desde 2015 y hasta antes de la pandemia, las inversiones de capital de riesgo han crecido un 673% en Latinoamérica, colocando a la región en la cima de este tipo de acciones. Los inversionistas toman el riesgo porque, aunque las startups tienen una vida operativa relativamente corta (aproximadamente 2 años) y se encuentran en fase de desarrollo inicial, tienen un historial operativo corto y activos tangibles reducidos que resultan ser una gran opción para obtener una rentabilidad muy por encima del promedio, si ejecutan con éxito su estrategia.
En este sentido, las aceleradoras juegan un rol importante en la brecha de capital que existe en la etapa pre semilla y semilla. Sobre todo, cuando los emprendedores no tienen la fortuna de recaudar cientos de miles de dólares de amigos y familia.
Una de las claves para que el ecosistema del emprendimiento en América Latina esté madurando y las startups resulten atractivas para aceleradoras de Estados Unidos ha sido la pandemia. Por contradictorio que parezca, los desafíos de la contingencia sanitaria hicieron que las aceleradoras miraran con mayor énfasis a las startups de la región, ya que hubo una aceleración de transformación digital en todas las industrias de manera repentina.
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En tiempos de pandemia las barreras geográficas se eliminaron y la necesidad de «Silicon Valley» como punto geográfico disminuyó. El acceso a la oportunidad se hizo más fácil, al alcance de una videollamada. Finalmente, vemos que con la naturaleza del trabajo remoto, un emprendedor en Miami, Boston, Guadalajara, Medellín o Córdoba tiene el mismo acceso a mercado comercial y capital para crear productos que nacen globales desde el primer día.
Y aunque la pandemia dejó cosas positivas, también hizo mucho más evidente la brecha digital y el desempleo, que ha afectado desproporcionadamente a las mujeres.
Una manera de revertir esto es invirtiendo en formación para el trabajo en economía digital y conectar la educación actual en Latinoamérica con la evolución de las startups en el territorio. La educación es fundamental para el crecimiento de startups en la región, específicamente el aprendizaje del idioma Inglés y Programación de Software, en ese orden. Las empresas están contratando programadores y programadoras de software que se forman en academias no formales, bootcamps y online.
Asimismo, las opciones educativas en Latinoamérica están creciendo, tanto de empresas locales como internacionales. Por ello, la actividad más estratégica que se puede hacer para el desarrollo económico de nuestra región es aumentar la oferta alternativa en educación para complementar la tradicional, ya que genera más riqueza a más personas en menos tiempo la formación en desarrollo de software y otros conocimientos digitales afines, que casi cualquier otra estrategia industrial de desarrollo económico.
Con una estrategia de estas dimensiones, se aprovechan las habilidades y el talento, otro factor por el que el emprendimiento latinoamericano ha llamado la atención de inversionistas extranjeros: desde el inicio hasta el final, el criterio de inversión es el talento humano y el equipo fundador, luego viene el mercado, el producto y la idea.
Esta revolución industrial que estamos viviendo es el próximo salto de generación de riqueza y oportunidad para nuestros países, ya que no se depende de infraestructura pesada como puertos y carreteras o fábricas de manufactura, la hace más alcanzable a más personas. Pero, si al capital sólo se puede acceder por los que ya tienen, sólo se va a perpetuar la desigualdad a mayor escala.
Las aceleradoras cierran esa brecha para que aquellos que no están bien conectados tengan el mismo acceso a capital que aquellos que sí lo están.
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