La Nación Economía: Team verano versus team invierno

Team verano versus team invierno

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No parece, porque el frío ya lleva con nosotros un par de meses y todavía tendremos algunas heladas, pero los días empezaron a alargarse un poquito. Sin entrar en detalles, más o menos un minuto por día. (Nota técnica: “En realidad, el ritmo varía mucho. Cerca de los equinoccios es rapidísimo, más de un minuto por día. Y cerca de los solsticios es casi nulo”, me explica mi amigo Guillermo Abramson, investigador del Conicet y profesor del Instituto Balseiro.)

Por frío me refiero a estas temperaturas –bajas, pero, dentro de todo, amigables– que experimentamos en la Ciudad de Buenos Aires y alrededores. Sé que hay fríos peores. Me contó un amigo que una vez, trabajando en Canadá, en invierno, olvidó ponerse los guantes antes de sujetarse a una antena de metal. Sí, lo que están pensando. Le quedó la mano adherida al metal. Ay. Pero tampoco crean que me lanzo a nadar en la laguna a la madrugada con sensaciones térmicas de dos grados bajo cero, porque no, no es lo mío. Este frío será moderado, pero es frío por pleno derecho, y en ciertas condiciones también puede resultar peligroso.

Además, se va metiendo en todas partes, y a pesar de que la ayuda ya viene en camino, sentimos que cada vez está todo más helado y que ese anochecer extemporáneo va a quedarse para siempre.

En casa sé que hemos llegado al corazón del invierno cuando el cuartito de las herramientas, por obvias razones el más recóndito de todos, pierde el último aliento del verano, que para entonces es tan solo un recuerdo traspapelado y dichoso, y también lo recibe a uno con un frío de epílogo o de soledad.

Sin embargo, para cuando leas esto, el sol se pondrá más o menos media hora después que el 21 de junio. Y todavía hay más signos de que la noche empieza a retirarse. Si se fijan, verán que el ocaso se mueve poco a poco hacia el sur. En las ciudades perdemos este contacto cósmico con el entorno, pero no es difícil de recuperar. Recuerdo que cuando me lo explicaron, a los siete años o algo así, puse marcas en la terraza para verificar si semejante historia fantástica era verdadera. Las marcas fueron lavándose con las décadas, los mediodías y las lluvias, pero era cierto: ¡vivíamos en un planeta!

El asunto me tuvo pasmado durante bastante tiempo y pronto advertí que también amanecía antes, y las marquitas se fueron multiplicando. Les digo algo: no estuvo nada mal haber incorporado esa convicción tan tempranamente. No es lo mismo sentir que vivís en un barrio que sentir que vivís en un planeta. Dado que, al menos dentro de una escala temporal razonable, es una de esas cosas sobre las que la especie humana no tiene ningún control, me pregunto si no sería bueno que todos aprendiéramos de pequeños dónde nos encontramos en realidad.

En total, el invierno se está retirando. A estas alturas, si uno está pendiente, ya nota la diferencia. Dentro de un mes habremos sumado algo más de una hora de luz. Las plantas, silenciosamente verdes, estarán atentas a este cambio, y en agosto la primavera empezará a germinar en la noche del sur.

Por si no lo notaron, soy team verano. Para seguir con el español neutro, soy team verano a full. Se me pasa un poco esas noches con 30 de térmica cuando se corta la luz. Pero esperen, mi afiliación al team verano no tiene que ver con si sufro el calor o si me bajonean los crepúsculos prematuros, si tengo la presión alta o si me pica la lana. No aspiro a convertir a nadie (así son las grietas), pero ahí afuera, a unos pocos kilómetros de nuestro planeta, la temperatura es de más o menos 270 grados bajo cero. Ese frío, el cero absoluto, la oscuridad y el vacío son la regla en el universo. Soy team verano porque todo lo que vive y respira en la Tierra depende de una única fuente de energía, el sol. Es verdad, a veces el verano aprieta, y como hemos hecho todo lo posible por destrozar el delicado equilibrio climático terrestre, nos esperan olas de calor cada vez más extremas y letales. Pero el invierno es un recordatorio del espacio helado en el que brillan trémulos los soles, oasis de luz donde podrían germinar, tal vez, otras primaveras. Pero por ahora solo tenemos la nuestra. Nuestra primavera.

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