“Adoptan perros, ¿y niños?”. Su mamá no podía cuidarlo y lo ofreció a una mujer que fue a la veterinaria
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-Me quedé pensando sobre si alguna familia tendría la misma disponibilidad para adoptar un bebé que un perro –le dijo un hombre a Leonor en la veterinaria.
-¿Por qué me dice esto a mí? -le respondió.
-Perdón, es cierto, lo que pasa es que conozco una nena de 16 años que acaba de dar a luz. Es tan solo una niña y está sola. Es de un pueblo del interior. Vino a trabajar a la ciudad. Su familia no sabe que ella estaba embarazada y mucho menos que dio a luz. Lo quiere dar en adopción a cambio de un poco de dinero para poder pagar el pasaje para volver a su pueblo –le comentó el hombre.
-Lléveme con ella que quiero conocerla –le dijo Leonor, casi sin pensarlo.
-¿En serio? – le preguntó él, asombrado.
Esa tarde, Leonor había ido a la veterinaria de su barrio con la intención de adoptar un cachorro, ya que unos días atrás había fallecido el perro que vivía en su casa, junto a su marido (Juan Antonio) y sus dos hijos (María Dolores y Juan).
Bienvenido Víctor
Como había quedado tan conmovido por aquella historia, Leonor acompañó a ese hombre hasta el lugar donde vivía esa adolescente con su bebé recién nacido. Leonor le dio todo el dinero que tenía encima, equivalente para comprar un perro y más, y volvió a su casa con un bebito envuelto en una manta.
“Cuenta la historia que lo primero que hizo esa mujer fue llamar al médico de la familia para una revisión general del nuevo integrante de la familia. Todo estaba bien. El siguiente paso era anotarlo en el Registro Civil y ponerle un nombre: ´Qué se llame Víctor, como su abuelo´, dijo Leonor. Pero faltaba la fecha de nacimiento. Desde entonces cumplo años cada 1 de mayo por decisión de mi madre que decía que era el día ideal ya que nadie se iba a olvidar de saludarme”, recuerda Víctor Balseiro, el protagonista principal de esta historia, que actualmente tiene 51 años,
De esa manera, Víctor se crio en esa familia que le abrió las puertas y le dio un hogar donde recibió amor, contención y herramientas para poder crecer. Él cuenta que su infancia en Morón tiene una parte muy importante en su corazón, especialmente rodeado de amigos inseparables (Fernando, Gustavo, Alejandro y Pipo) e inolvidables, protagonistas de los más lindos recuerdos como jugar a la pelota en la calle o salir a andar en bicicleta.
Con esa infancia feliz, Víctor fue creciendo en el seno de una familia absolutamente suya, como él mismo la describe, sin ninguna sospecha de no parecerse a ninguno de ellos cuatro, al menos en lo físico. “Siempre valoro todo ese tiempo empleado por mis padres para educarme, darme valores, dejarme enseñanzas con ejemplos claros, que es lo que más te queda en la mente”.
Sin embargo, lo que parecía normal comenzó a desteñirse cuando a sus cinco años falleció su papá. Y tres años más tarde murió Juan, su hermano.
“Las partidas de mi viejo y de mi hermano las extrañé en aquellos tiempos. A diferencia de mi papá, mi hermano no vivía con nosotros por lo que su ausencia no la sentí tanto. En el Colegio San José de Morón, donde me educaron, al volver del recreo siempre rezábamos y mis compañeros de clase pedían siempre ´por el papá de Balseiro que está en el cielo´”, recuerda Víctor de esos momentos.
Un golpe durísimo
Sin embargo, el golpe más duro para Víctor, que en ese entonces tenía 15 años, fue cuando, repentinamente, murió Leonor, esa mujer con la que se habían amado tanto desde ese primer día en que se vieron.
“Cuando llegó ese 9 de agosto fatídico para la historia de mi vida, una de las primeras preguntas que me hice fue: ´¿y ahora para dónde voy?´ Tenía la ilusión de ir a vivir con mi hermana, pero no fue así. Y gracias a que esa puerta se cerró descubrí otra etapa de mi vida”.
Víctor hace referencia a que terminó viviendo en la casa de Haydeé y de Juan, que si bien no eran parte de su familia los conocía desde que era un niño. De hecho, desde que tenía uso de razón les decía tíos. Allí estaba “Norita”, la hija de ambos, con lo cual Víctor a esas edad encajó perfecto y parecían una familia tipo. Al mismo tiempo empezó a ir al colegio de noche y a trabajar durante el día como cadete en la librería del barrio.
Noticia inesperada, recuerdos y agradecimiento
A un año de la muerte de su madre, a sus 16, Víctor comenzó a recibir llamados de un familiar (adoptivo) muy cercano, al que prefiere evitar nombrar, que le decía constantemente “voy a sacarte de la mentira que viviste todos estos años”. Víctor reconoce que tras esa insistencia se quedó pensando en la posibilidad de que podía llegar a ser adoptado. Meses después, ese familiar se apareció un día por su casa para, sin anestesia, contarle cómo era que había sido “adoptado”. Su respuesta fue muy natural. “¿Eso era?, genios mis viejos que me criaron y me educaron, tal vez, mejor que a sus hijos biológicos”, le respondí. “Sentí desde ese momento una alegría enorme y un agradecimiento eterno a Leonor y a Juan Antonio”.
Víctor asegura que todos estos recuerdos de su infancia y sus primeros años de adolescente le dibujan una sonrisa en el rostro, cada vez que aparecen. “Fui muy feliz en todos esos años y hoy puedo comprender que no se animaron a contarme la historia del cachorro que había ido a buscar o que el primer abrazo que recibí en mi vida no había sido de parte de Leonor”, se emociona.
Hace 30 años que Víctor está en pareja con Roxana y a los dos meses de comenzar la relación le comentó que tenía que contarle un secreto. Luego de poner cara de asombro, que él recuerda como si hubiera sido ayer, ella no dejo de acompañarlo, muy amorosamente, en cada momento en que él se refiere en público a su historia. “A cada lugar al que fui, allí donde intenté conseguir algún eslabón para cerrar mi historia, ella siempre estuvo, me alentó, y hoy lo sigue haciendo, es muy respetuosa de mis tiempos, de mi necesidad de buscar mi identidad, de esperar”.
“¿Qué le diría a su madre biológica mirándola a los ojos?”
Si bien Víctor no se da por vencido a la hora de poder encontrar a su madre biológica, que debe tener 67 años, es consciente que se trata de una tarea muy difícil ya que no tiene ningún dato concreto sobre ella.
“En este último tiempo reflexioné mucho sobre mis orígenes. Intenté imaginarme a aquella niña de 16 años, embarazada, en esos momentos. Pienso mucho en la valentía de seguir adelante con ese embarazo, sola y lejos de su familia. No puedo evitar imaginarla hoy en día, y cuando veo pasar cerca de mí a una mujer de su edad aproximada me pregunto: ‘¿Cómo será?’ Nunca supe ni su nombre, ni ese pueblo a dónde regresó en aquel tiempo. Soy muy consciente de que sería casi milagroso encontrarla ya que fui anotado directamente con mi nombre y apellido actual. No hubo proceso de adopción alguno. Tampoco viven ya los familiares que estuvieron presentes en esos años”, se lamenta.
A pesar de que parecería ser muy compleja la búsqueda, Víctor, que es productor y conductor de programas de radio, tiene como referencia a un amigo suyo que pudo encontrar a su mamá biológica en un pueblito perdido en el interior de la Argentina.
“Habitualmente circulan por mi mente algunas cuestiones como: ‘¿Me gustaría encontrarla?´ ´¿Quisiera verla cara a cara?´ ´¿Qué le diría mirándola a los ojos?’ Me hice todas estas preguntas y alguna más también y en ninguna respuesta aparece la palabra reclamo, sería más bien un agradecimiento. Lo escribo. Parece fácil, pero quién sabe cuál sería mi reacción en esa situación”.
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