La Iglesia reclamó cambiar “el paradigma del subsidio por el paradigma del trabajo”
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En momentos en que la temperatura social crece, al ritmo de una pandemia y una crisis que golpea cada vez más a las poblaciones vulnerables, la Iglesia animó a pensar el escenario de la pospandemia, en la apertura de la Semana Social 2021, que al igual que el año pasado reunirá hasta el jueves a dirigentes sociales y empresarios en debates virtuales.
“Hay que cambiar el paradigma del subsidio por el paradigma del trabajo, volver a la dignidad del trabajo”, planteó el titular de la Comisión de Pastoral Social y obispo de Lomas de Zamora, Jorge Lugones, tras enumerar las enormes desigualdades que se profundizaron en el país con la crisis y la pandemia.
Lo acompañó el presidente del Episcopado y obispo de San Isidro, Oscar Ojea, quien pidió “mejorar cualitativamente la convivencia social y combatir el hambre, el cambio climático y la violencia generalizada”, entre otros desafíos.
Monseñor Ojea destacó la alianza y el compromiso de la Iglesia con los más vulnerables y llamó a evitar a fragmentación y las desigualdades que crecieron durante la pandemia . “Había comunidades que no podían lavarse las manos por falta de agua”, observó. Y señaló que “en este momento la desigualdad se manifiesta especialmente en la falta de equidad en la distribución de vacunas en todo el mundo y no podemos ser ciegos a esto”.
Rescató, además, los sueños y el pensamiento de Francisco y dijo que es posible aspirar al logro de “un nuevo humanismo”, en sintonía con el lema de la convocatoria de la Semana Social. Advirtió también que “la pobreza más desgarradora convive hoy con la riqueza más inconcebible”, en una de las tantas citas del Papa. Con el lenguaje del pontífice argentino, llamó a superar la “globalización de la indiferencia y la hiperinflación del individualismo”.
Lugones transmitió su preocupación por “una pandemia que no cesa, en la que aparecen nuevas cepas, nuevas variables y en la que resta mucho tiempo de vacunación, a escala global”.
Dijo que el Covid-19 afectó a todos en lo sanitario, en lo familiar, en lo económico, en lo educativo y en lo social. “Pero ha sido especialmente virulenta con la población más vulnerable. Aun recibiendo ayudas especiales, éstas no han sido suficientes. Se trata de una calamidad que golpea a una sociedad ya castigada por el hambre, la desocupación y la pobreza”, resumió.
Con sucesivas citas de Francisco, Ojea y Lugones argumentaron que la pandemia puso al desnudo grandes inequidades y desigualdades. “Quienes más sufren las consecuencias son los descartados del sistema”, dijo el titular de Pastoral Social.
Problemas preexistentes
Ambos obispos se refirieron ambos a “los problemas preexistentes a la pandemia” y enumeraron la delicada situación económica y social, el aumento de la pobreza, la crisis alimentaria, la falta de trabajo, el hacinamiento en los barrios populares, la gente en situación de calle, las secuelas de la violencia y la falta de prevención, entre otras falencias.
“Somos un país con capacidad para producir alimentos para 400 millones de personas y, Sin embargo, los precios para el consumo interno no paran de subir”, se quejó el jesuita Lugones.
Dijo que la FAO determinó recientemente que “los precios mundiales de los alimentos cayeron en junio por primera vez en doce meses, empujados por la falta de los aceites vegetales, los cereales y los productos lácteos, pero acá, en cambio, su alza destruye los magros ingresos de los sectores más carenciados”.
A través de sus principales autoridades, la Iglesia planteó que “es una urgencia social encontrar caminos para lograr una alimentación accesible para todos”.
“Es necesario un acceso digno al trabajo, no nos basta el asistencialismo. El empleo contribuye a la participación de las familias, a la dignidad de las personas y genera una sensibilidad social”, precisó Lugones.
Afirmó, en ese sentido, que “no se debe aprovechar la crisis para degradar el trabajo, sino para enaltecerlo, sin explotar a la gente, ni al medio ambiente”.
Tras los mensajes de los obispos, compartiero la primera jornada el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Daniel Funes de Rioja, quien defendió la mnecesidad de promover el diálogo y la concertación para superar los problemas agravados por la pandemia; el extitular de la Sociedad Rural Argentina (SRA) Daniel Pellegrina, la presidenta de la Fundación Familia, María Inés Cafiero, y el obispo de la diócesis de Merlo-Moreno, monseñor Fernando Maletti.
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