Una UTI se niega a ser antesala de la muerte en Bolivia
agencias
LA PAZ, Bolivia (AP) — “Mi papá estaba intubado e inconsciente, pero sé que me escuchaba y mis palabras le ayudaron a vencer el COVID-19 y regresar a casa”, dice Fabricio Mérida de su padre Jean Paul, de 53 años, que acaba de dejar una unidad de terapia intensiva (UTI) después de 50 días.
La UTI del Hospital de Clínicas de La Paz-Bolivia no tiene la apariencia de una antesala de la muerte. Varios pacientes recuperados saludan con el pulgar y tratan de sonreír a pesar del rostro demacrado. Los que aún libran la batalla, están intubados, algunos acostados boca abajo, sedados todos. Enfermeras cubiertas de la cabeza a los pies controlan monitores y el flujo de medicamentos. Al fondo los tubos de oxígeno apilados en la pared. Afuera familiares esperan ingresar para dar una voz de aliento.
“Buscamos integrar a la familia con el paciente. Muchos mejoran, tenemos la mejor tasa de recuperación de La Paz y cuando despiertan queremos que la primera persona que vean sea un familiar. Hay otros pacientes que no van bien porque la enfermedad trabaja 24 horas y no queremos que se vayan solos, sin un familiar cerca. No son pacientes, son el papá o la mamá de alguien afuera, es el núcleo familiar que está sufriendo”, dice el director de la UTI en el Hospital de Clínicas de La Paz, Alejandro Enríquez Vidal.
“Mi hermana no despierta, pero no sé cómo agradecer a los doctores; hacen todo para salvarla”, confiesa entre lágrimas Nora Choque mientras aguarda su turno de visita.
Enríquez afirma que seleccionan a los familiares menos propensos a infectarse, vacunados o a los más jóvenes para visitar a los enfermos graves.
En buzo deportivo y tenis, Enríquez de 38 años y con estudios en México, camina por los pasillos sin tapabocas y asegura que los filtros de aire son seguros. “No hay que tener miedo a la enfermedad, pero tampoco subestimarla”, señala.
Con 102 años de vida, el Hospital de Clínicas de La Paz es el más grande hospital público del país. Con 15 UTI es el que más tiene de esas unidades en la capital boliviana. Antes de la pandemia, había sólo tres y mal equipados. Otros hospitales han habilitado un monitor en la puerta y permiten visitas virtuales de familiares.
Bolivia debería tener 1.163 camas UTI, según los parámetros de la Organización Mundial de la Salud que prevé una cama por cada 10.000 habitantes, pero el país andino sólo tiene medio millar. El propio Enríquez reconoce que por cada UTI ocupada en el Hospital de Clínicas, hay cinco que esperan.
La mayor parte de los hospitales están al límite y la demanda crece en medio de un repunte de contagios debido a la presencia de las nuevas variantes. Las autoridades sanitarias dicen que el país ingresa a una meseta en medio de una tercera ola mientras la vacunación avanza lentamente por la escasa disponibilidad de vacunas.
Con la primera dosis se vacunaron el 24%, mientras que el número de personas totalmente imunizadas alcanza a 9,2% de un universo vacunable de 7,1 millones de personas.
Hasta el sábado Bolivia había reportado 431.360 contagios y 16.496 decesos por el virus.
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