Copa América. El dibujo táctico de Scaloni que voló por el aire y el partido que Lionel Messi no debió haber jugado
fútbol
No faltaron roces hasta con Pep Guardiola. “Yo tengo que jugar siempre. Poneme”, cuentan que Lionel Messi llegó a exigirle al entrenador, cuando el catalán pretendía graduar las actuaciones del crack en Barcelona. Caras largas, gestos de fastidio y hasta algunas ausencias en los entrenamientos. Si Messi no jugaba, lo demostraba. Relata una leyenda urbana que un día, Pep, en charla con Alejandro Sabella, se atrevió a confiarle un consejo: a Messi convenía no sacarlo nunca de la cancha, ni siquiera para que se llevara una ovación. Messi anoche no iba a ser titular. La renovación de nombres le daría lugar a una inusual línea defensiva de cinco piezas, con Lisandro Martínez en la alineación. Y ‘Papu’ Gómez sabía desde la noche del domingo que estaría en la formación. Pero finalmente Messi abrió el partido, el compromiso con el volante de Sevilla estaba asumido y el dibujo táctico del fondo voló por el aire. También el zaguero Martínez, claro. Scaloni borró con el codo y sólo el tiempo marcará que si puertas adentro se resquebrajó su figura.
Compartir con Messi la decisión de si jugaba o no contra Paraguay no fue una estrategia recomendable. Messi, aunque atraviesa la madurez de su carrera, siempre, pero siempre, querrá jugar. Si Scaloni entendía que el capitán debía esperar en el banco para no exponerlo durante 90 minutos –porque es el único que había disputado los cuatro encuentros anteriores entre las eliminatorias y la Copa América–, era el entrenador quién debía asumir y sostener esa determinación. Tuvo un plan original sin Messi, luego lo modificó y el efecto cascada afectó a varios apellidos. Peligrosa gestión. Esa extraña característica de Scaloni: pone en duda hasta las conquistas del seleccionado. Cuando asoma un equipo, no lo repite. Cuando insinúa un estilo, lo decolora. Cuando aparece un esquema, lo rompe. Cuando un futbolista necesita respaldo, lo reemplaza. Cuando decide que Messi sea suplente, no lo sostiene.
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Después de jugar el 3, 8, 14 y 18 de junio, y todos los minutos de cada cotejo, Messi ofreció en el cierre del clásico rioplatense una imagen inusual: tendido en el césped, con Joaquín Correa ayudándolo a elongar. Señal de atención. Por eso Scaloni pensó que anoche no debía jugar. Le comunicó la idea al capitán, que ni desaprobó ni acompañó. Messi nunca querrá salir, menos si se trata de una sugerencia. Se trató de la génesis del problema; desde ahí, el resto fueron remiendos para diagramar la formación entre promesas y preferencias. Los once que empezaron el duelo con los paraguayos no estaban en el borrador original.
¿Messi suplente? Es es casi una rareza en su historia de selección, que anoche llegó a 147 partidos para alcanzar a Mascherano como el futbolista con más presencias en la historia. ¿En cuántos de ellos apareció entre los relevos? Pocos, muy pocos. Apenas 14. Varios, naturalmente en el comienzo de su carrera en la selección: de los 10 encuentros que disputó con Pekerman, en seis ocasiones saltó desde el banco. En una ocasión fue suplente con Basile, otras tres con Sabella y cuatro más con Martino. Y en esas últimas siete veces, su exclusión de la titularidad obedeció a una paulatina reinserción en el equipo ya que venía de alguna lesión o molestia física. ¿Messi al banco? No. Desde el 14 de junio de 2016 que eso no sucede: Copa América de los Estados Unidos, contra Bolivia, en Seattle, cuando después del entretiempo sustituyó a Gonzalo Higuaín. Messi se reestablecía de un golpe en la espalda y Martino había escalonado su retorno al equipo.
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Sólo por curiosidad, ¿a quiénes reemplazó las 14 veces que viajó desde el banco? A Lisando López, César Delgado, ‘Lucho’ González, Maxi Rodríguez, Cambiasso, el Mono’ Montillo, Lavezzi, Pastore, Nicolás Gaitán, Augusto Fernández, Higuaín, a su amigo Agüero y en dos oportunidades a Saviola.
Menos usual ha sido que Messi deje al equipo, que salga. En sus primeros años resultó más frecuente, ya que entre Pekerman y Basile lo sustituyeron once veces. Con Maradona salió en dos partidos. Y también dos con Batista, con Sabella y con Martino. En otras dos oportunidades, por expulsión: en el debut de 2005 y en la Copa América de 2019, tras sus manotazos con Medel. Esa había sido la última vez que no había completado un cotejo, y antes, en 2016, en un amistoso contra Honduras, cuando el rosarino abandonó el campo golpeado en la espalda. Anoche debió salir. O, mejor, ni jugar.
Para encontrar un reemplazo por orden del entrenador, hay que retroceder hasta el Mundial 2014, cuando Sabella lo quitó en el minuto 62 contra Nigeria, en el cierre del grupo en Porto Alegre, tras marcador dos golazos y ser la figura excluyente. “Me dijo que me iba a sacar…y me sacó nomás”, bromeó Messi ese día, refiriéndose al DT, en la conferencia de prensa. Con una sonrisa, porque la Argentina había ganado. Claro que la amabilidad llevaba una carga de advertencia también. Pero Sabella había elegido cargar con su decisión, porque de eso se trata. A Messi, gris y fatigado, anoche le sobraron muchos minutos en la cancha. Para dejar más expuesto a Lionel Scaloni.
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