La Nación Economía: Mundo de espías. Ese ambiguo oficio que fascina a la literatura

Mundo de espías. Ese ambiguo oficio que fascina a la literatura

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La novela de espías es una suerte de sobrina de la novela policial y –al margen del éxito de ventas o de las múltiples adaptaciones al cine– las dos son consideradas géneros menores, con la salvedad de que el policial goza de un cierto halo de culto, una superioridad moral que la novela de espionaje no heredó. ¿Será que el espía, por someterse al engranaje burocrático de un Estado o de una corona, es menos lobo estepario y por eso menos admirable que el detective?

Sea como sea, la categoría de espía es tan escurridiza como los personajes que la habitan y en ella conviven tanto el vanidosamente esbelto y sofisticadamente mujeriego James Bond como el regordete retacón de elegancia dudosa George Smiley, dispuesto a ocultar su prodigiosa astucia e intuitiva memoria detrás de un par de anteojos de vidrio grueso mientras su mujer lo engaña casi por deporte. En otras palabras, los célebres agentes secretos creados por Ian Fleming y John le Carré son de algún modo la cara y ceca del arco invisible que tensa la literatura de espías.

Javier Marías (Madrid, 1951), que a diferencia de sus colegas británicos nunca trabajó para los servicios secretos, vuelve con su novela Tomás Nevinson a poner pie en las arenas movedizas del espionaje, un mundo en el que se había iniciado con la ambiciosa trilogía de 1600 páginas: Tu rostro, mañana (Fiebre y lanza, Baile y sueño, y Veneno y sombra y adiós) en la que Jaime Deza, su protagonista, era capaz de anticipar el comportamiento futuro de una persona con solo verla.

Tomás Nevinson “forma pareja” con Berta Isla, explica el autor español en los agradecimientos del libro; otro modo de advertir que se trata de una novela independiente y no de una continuación de esa novela inmediatamente anterior, por más que ambas tengan varios personajes en común.

Marías es como un sillón de orejas. Su prosa envolvente hace creer por momentos que uno la está escuchando, como si se tratara de un audiolibro, de un locutor engolado. El lector puede dejarse hechizar por esa voz pausada y bien puntuada o puede también, el más ansioso, irritarse. En sus ficciones todo se demora, se suspende. Practica una escritura en ralentí. Cada paso, por ínfimo que sea, sirve de excusa para un flashback y a veces uno tiene la impresión de que la novela avanza más hacia el pasado que hacia el futuro.

La trama de su nuevo libro es escueta. Corre el año 1997 y Tomás Nevinson –agente inactivo del MI5 y MI6– trabaja hace dos años en la embajada británica de Madrid. Mientras intenta recomponer su matrimonio con la mujer que lo esperó a pesar de sus doce años de ausencia y silencio (Berta Isla), recibe una orden de su antiguo jefe (Bertram Tupra) que lo trae de vuelta al ruedo. Debe identificar, entre tres mujeres, a una terrorista que participó en atentados del IRA y de ETA hace diez años y que ahora reside en un pueblo del noroeste de España bajo una identidad falsa.

La cuestión moral –al igual que para Graham Greene– es la piedra angular de prácticamente todos los escritos de Marías. ¿Qué tan inocente es aquel que no se atreve a matar a un potencial genocida? ¿Tiene menos culpa un verdugo cuando se arrepiente? ¿Pesa menos matar a cientos que a unos pocos? Estos son algunos de los interrogantes que ponen en jaque la lógica titubeante de Tomás Nevinson.

Formados en Oxford, los agentes secretos del autor de Todas las almas son tan versados en historia como en literatura y sacan a relucir fragmentos de sus clásicos favoritos cada vez que se cruzan con un par. Pero las citas no solo les sirven para ostentar o intimidar; en otras oportunidades, más privadas, las convocan para conversar con ellos mismos y actúan como un ritornello que custodia al protagonista de principio a fin. Invariablemente shakespeareanos, los personajes de Marías no necesitan sentarse alrededor de una mesa giratoria para hablar con los muertos.

Es muy posible que los puntos más altos del libro sean los encuentros de Nevinson con Tupra, el persuasivo reclutador maduro por el que Nevinson siente fascinación y desprecio en idénticas dosis. Es la persona que más lo conoce y por ende su mayor enemigo. Sus intercambios verbales son básicamente duelos y, cuando no, pavoneos u ostentaciones. Para estar a la altura de ese astuto seductor que hasta parece poder controlar su envejecimiento, Nevinson se vuelve mordaz y critica sin asco al resto de los mortales. La falta de decoro en el vestir de los jóvenes es uno de los tópicos que más lo exaspera, así como la falta de erudición de ciertos conocidos con altos cargos: “Deduje que en literatura era un ignorante con retentiva para los nombres, como bastantes diplomáticos”.

Los narradores de Marías son hombres vanidosos y autoconscientes de su atractivo. La fotografía de tapa que muestra al famoso actor francés Gérard Philipe, “que enloquecía a las mujeres de su época”, podría ser el modelo de belleza al que aspiran varios de ellos, incluido Nevinson, alguien extremadamente sensible a la peculiaridad de un semblante o de un cuerpo. Las simetrías y fealdades de una fisonomía nunca le son ajenas y un pie desnudo de mujer con las uñas esmaltadas puede jugarle una mala pasada, cambiar el orden del mundo. Pero ¿se puede torcer un destino que estaba torcido de antemano, o torcer lo torcido sea quizás enderezarlo?

A diferencia de otras novelas de Marías en las que el lector se topaba con el clímax casi al comienzo del relato, en Tomás Nevinson el suspenso, tan propio del género de espionaje, se mantiene intacto hasta las últimas páginas.

Tomás Nevinson

Por Javier Marías

Alfaguara. 677 páginas, $ 2499

Berta Isla

Por Javier Marías

Alfaguara. 552 páginas. $ 1799

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