La Nación Economía: Harvard: tiene un nuevo edificio con superpoderes que parece un rallador

Harvard: tiene un nuevo edificio con superpoderes que parece un rallador

construcción y diseño

La pantalla de metal que envuelve gran parte del nuevo Complejo de Ciencia e Ingeniería de la Universidad de Harvard es una pieza de avanzada en acción inmóvil. Hecho de 14.000 paneles de acero inoxidable formados y cortados con precisión, parece ser un rallador de queso gigantesco. Pero la fachada es en realidad un dispositivo finamente ajustado para controlar tanto la luz como el calor que ingresan al edificio (de 45.600 m²). Estos paneles reducen drásticamente los requisitos de calefacción y refrigeración del inmueble en comparación con un sistema HVAC (ventilación, calefacción y aire acondicionado) tradicional, minimizando las emisiones de carbono en más de un 40%.

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La fachada manipula la luz reflejando selectivamente el sol en las partes más oscuras de la construcción. Este complejo sistema permite reducir notoriamente los costos de electricidad. “La idea era hacer un inmueble con la menor tecnología posible”, dice el arquitecto Stefan Behnisch, cuya firma Behnisch Architekten, con sede en Boston y Alemania, estuvo a cargo del diseño de la obra. Reducir el consumo en el sistema de climatización e iluminación del edificio es parte de la forma en que Behnisch y la universidad esperan bajar la huella de gases de efecto invernadero de un inmueble de semejante magnitud.

Los edificios representan casi las tres cuartas partes del uso de electricidad en los Estados Unidos. e incluso algunos de ellos -supuestamente de alto rendimiento- aún dependen de sistemas mecánicos e ineficientes desde el punto de vista energético. El uso de una fachada pasiva demostró ser un enfoque mucho más sostenible desde el aspecto medioambiental. “El objetivo es mantener el sol en los 200 días más calurosos completamente fuera del edificio”, sostiene Behnisch.

El Complejo de Ciencias e Ingeniería, que demandó una inversión de US$1000 millones y que se abrirá a los estudiantes a finales de este año, será el primer elemento importante de la expansión del campus de Harvard en el vecindario Allston de Boston (al otro lado del río Charles desde su campus principal en Cambridge).

El edificio estaba destinado a ser un emblema de las capacidades científicas y de ingeniería de vanguardia de la universidad. “Se esperaba que esta primera nueva sede estableciera los términos para el futuro desarrollo del campus. Así que no fue fácil de desarrollar”, dice Behnisch.

El complejo originalmente había sido planeado para el año 2000 pero una crisis financiera demoró su nacimiento y obligó a un cambio tanto de diseño como de funcionalidad

El complejo originalmente había sido planeado para el año 2000 pero una crisis financiera demoró su nacimiento y obligó a un cambio tanto de diseño como de funcionalidad (Behnisch Architekten/)

Originalmente planeado a principios de 2000 como un edificio de laboratorio, el proyecto se topó con una fuerte crisis financiera. Cuando la economía se equilibró, el desarrollo se reinventó como un edificio más diverso, con laboratorios de viviendas, salas de conferencias y aulas para la bioingeniería, la informática, la ciencia de datos, la ingeniería eléctrica y mecánica y la ciencia de los materiales.

Con la intención de ser uno de los edificios más ecológicos de la universidad, el proyecto fue diseñado para cumplir con el estándar ambiental LEED Platinum y el estándar de salud y bienestar Living Building Challenge, que certifica que sus materiales de construcción están libres de productos químicos nocivos comunes (como son el asbesto y los clorofluorocarbonos). El edificio también cumplió con los estándares de la Healthier Building Academy de Harvard, una asociación entre profesores de la Oficina de Sostenibilidad de la universidad y las escuelas de ingeniería, salud pública y medicina.

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Behnisch sostiene que fue importante, desde el principio, que el proyecto fuera una representación física del enfoque científico de la universidad. Y la fachada se convirtió así en la forma más visible de plasmar esas ideas. Para ello, Behnisch Architekten se asoció con la empresa de diseño e ingeniería ambiental Transsolar con el objetivo de desarrollar el enfoque y refinar su diseño. Con forma de marcos de cuadros perforados, con aletas alargadas alrededor de sus bordes superiores para bloquear o redirigir el sol, los paneles crean una cuadrícula fuera del edificio que, aunque no es invisible, permite que las personas que están en su interior puedan tener vista del exterior.

El nuevo complejo de Ciencia e Ingeniería de la Universidad de Harvard está realizado con 14.000 paneles de acero inoxidable

El nuevo complejo de Ciencia e Ingeniería de la Universidad de Harvard está realizado con 14.000 paneles de acero inoxidable (Behnisch Architekten/)

Conseguir que se construyeran los 14.000 paneles de la fachada fue otro desafío. “Buscamos a la firma alemana Edelstahl-Mechanik. Con ella probamos un enfoque diferente para su fabricación. Se utilizó agua con alta presión para dar forma a las placas metálicas planas y para cortarlas se trabajó con lásers. Éstos le aportaron los finos detalles a cada panel. Gracias a este singular método pudimos ahorrar alrededor de un tercio del material que hubiera demandado la aplicación de un método convencional”, dice Behnisch.

Pero los ahorros reales se verán durante la vida útil del edificio, ya que la fachada estacionaria bloquea pasivamente el calor y permite la entrada de luz. Junto con otras características ambientalmente sostenibles del edificio, el frente lo ayudará a producir menos emisiones de carbono que un edificio convencional de similares características.

Esta fachada se basa en un proyecto anterior y más pequeño construido en Suiza; pero, según Behnisch Harvard, permitirá demostrar cuán efectivo puede ser el concepto para reducir los requisitos de energía a gran escala. Espera perfeccionar y replicar la idea en otros emprendimientos en el futuro.

“Cuando vemos el consumo de energía del sector de la construcción, no caben dudas de que necesitamos ser más eficientes. Y la eficiencia debe estar impulsada por el diseño, por la inteligencia, y no sólo por arrojar más elementos mecánicos al edificio. La alta funcionalidad está determinada por un diseño inteligente”, concluye Behnisch.

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