Alerta, mujeres, la batalla continúa
La crisis sanitaria que atravesamos ha dejado expuestas y desprotegidas a las mujeres, y ha profundizado su situación de vulnerabilidad, por varias razones:
1) Tenemos mayor responsabilidad en las tareas domésticas no remuneradas; somos quienes asumimos mayoritariamente las tareas de cuidado. El protocolo de presencialidad alterna en las escuelas impacta en nuestras rutinas, perjudicando nuestra organización familiar y nuestro tiempo, traducido en productividad.
2) La mayoría de las mujeres trabajamos en la informalidad, en empleos precarizados, lo que siempre nos deja en un lugar de mayor desprotección. Sigue existiendo una distribución asimétrica de los patrimonios según el sexo. Las mujeres siguen teniendo menor cantidad de bienes que los hombres, y de menor valor. Sin mencionar la brecha salarial que existe entre ambos.
Necesitamos claramente políticas públicas que desfeminicen el cuidado, que lo democraticen.
La Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer, aprobada por Naciones Unidas en 1979, ratificada por Argentina en 1985 e incorporada a nuestra Constitución Nacional en 1994, define a la discriminación como “toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
La Plataforma de Beijing declaró los derechos de las mujeres como derechos humanos, jerarquizándolos aún más.
En estos años se consolidó y afianzó el movimiento femenino. Las marchas con la consigna “Ni Una Menos” han visibilizado numerosas problemáticas que sufren las mujeres y obtuvieron logros no menores. Por ejemplo: incluir perspectiva de género en los presupuestos; lograr ministerios que trabajan en políticas públicas transversales en la materia; sancionar programas que incluyen cupos de mujeres en los directorios de entidades públicas; obtener la aprobación en colegios profesionales; lograr que el 50 por ciento de las fuentes consultadas en los medios periodísticos sean mujeres, y muchos proyectos más que intentan nivelar la desigualdad.
Sin dudas, titánica es la tarea de conseguir una igualdad en la que derechos, responsabilidades y oportunidades sean los mismos para todos y no dependan de haber nacido hombre o mujer.
En el medio de tanta grieta, estamos las mujeres, solicitando a gritos una solución articulada, interdisciplinaria y armónica, puesto que no se puede seguir encasillando y estereotipando a las mujeres. La desigualdad no es una; son siglos de lucha contra distintas discriminaciones. No buscamos un mundo donde la igualdad sea letra muerta o promesas incumplidas; buscamos el respeto a la dignidad de ambos géneros, con una actitud responsable y solidaria de convivencia.
No basta el género: debemos luchar porque se respete el mérito que justifica el crecimiento. La meritocracia es tan importante como lo es el reconocimiento de la igualdad.
Quien afirme que la igualdad de género es un hecho se equivoca por completo. Mujeres, la batalla continúa.
Insisto en la importancia de sensibilizar sobre el tema, de concientizar sobre la discriminación que sufren las mujeres, de poder visibilizarlo, exponerlo y denunciarlo. Implica una mirada más profunda y reflexiva, una manera distinta de ver el mundo. Implica ser conscientes del escalón inferior que ocupamos, admitir que estamos infrarrepresentadas en política, que no tenemos poder real.
Tener conciencia de género es saber que nos están asesinando en forma de terrorífico y avasallador goteo. Ser conscientes implica estar alertas en forma permanente, implica recuperar nuestros derechos sin profundizar la grieta, tendiendo una mano, caminando juntos, reclamando una sociedad más justa y democrática.
Cada mujer que crece, que accede, que logra, que asciende, nos representa a todas, porque descubre otro camino, porque sube otro escalón, porque abre otra puerta para las que venimos detrás. Ese es el desafío: dejar una huella, tener memoria, no olvidar el objetivo transformador que nos atraviesa e interpela a cada una por el simple hecho de ser mujer.
* Secretaria Legislativa del Colegio de Abogados de Córdoba
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