Un país cada vez más aislado
La República Argentina está aislada del mundo, y no es por causa de la pandemia de Covid-19. La ausencia de una política exterior coherente y las malas decisiones que se suceden sin orden ni concierto están dejando al país en una suerte de limbo, en el que nadie requiere su amistad y sus pocos allegados hacen las veces de peso muerto.
De la evidente falta de tino oficial en la materia da buena prueba el revés sufrido en la reciente elección presidencial ecuatoriana, con el triunfo de Guillermo Lasso que abortó el regreso del correísmo, al que el primer mandatario argentino, Alberto Fernández, había apostado de forma apresurada, reiterando la imprudente actitud con la que se dedica a construir roces con los vecinos de la región.
Con la sola excepción del triunfo del candidato de Evo Morales en Bolivia, nada parece salirle bien a la Cancillería argentina, que arremete contra el mundo dando palos de ciego: una relación tirante con Uruguay; el enfrentamiento sistemático con Brasil; la desconfianza con Chile; la indiferencia con Perú; la falta de empatía con Paraguay. Y la apuesta frustrada con Ecuador.
Esa enumeración de acciones fallidas resulta suficiente como para que cualquiera comprenda que algo se está haciendo mal en el rubro relaciones internacionales.
Y todos los caminos conducen a la impericia del presidente argentino, profundo desconocedor de los modos exigibles a un mandatario, secundado en esos menesteres por un canciller como Felipe Solá, notablemente carecido de habilidad diplomática alguna y con escasísima preparación previa para tan importante cargo.
Por estos días, la misma diplomacia argentina alcanzó su más empinada cumbre con la designación de Sebastián Zavala como embajador en Damasco, Siria, sin reparo alguno por las sanciones impuestas por la ONU y la Unión Europea a una dictadura acusada de crímenes de guerra. Y lo hizo por decreto, a espaldas del Congreso, a efectos de eludir el escandaloso debate que se habría suscitado por el prontuario del candidato, con una causa abierta en Irán en 2009 por el intento de contrabando de seis toneladas de antigüedades. Sí, seis toneladas: una bagatela.
Los pocos amigos que hoy el país puede exhibir no le hacen mucho honor: Bolivia, Venezuela, un más que distante México, Cuba y, por cierto, Rusia y China, amigos, estos dos últimos, onerosamente interesados.
Sobre China se expresó con meridiana claridad el jefe del Comando Sur de los Estados Unidos, Craig Faller, durante su reciente visita a Buenos Aires, al señalar que la enorme flota pesquera del país oriental que depreda el mar Argentino es una estructura puesta al servicio del espionaje, un telegrama que parece no haber encontrado destinatario. Por el momento.
La única duda que resta dilucidar en este inventario desatinado es si los autores de nuestros intríngulis no saben lo que están haciendo o lo tienen muy claro. Lo primero sería triste; lo segundo, en verdad grave para la soberanía del país.
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