Aprender a convivir con el virus
La reapertura de las escuelas para las clases presenciales no puede haber sido más alentadora. En la provincia de Córdoba, de las casi 50 mil burbujas implementadas entre los cuatro niveles –inicial, primario, secundario y adultos– y sumando los dos subsistemas –público y privado–, solamente el uno por ciento debió aislarse por activación del protocolo sanitario impuesto por el coronavirus.
La mayoría de las veces fue por situaciones de contacto estrecho con un enfermo de Covid; en segunda instancia, por casos confirmados; y en tercer lugar, por casos sospechosos.
Desde el Ministerio de Educación, se ponderó que “el regreso a la presencialidad fue altamente valorado por toda la comunidad educativa”. Un relevamiento de La Voz entre alumnos, padres, docentes, directivos y representantes gremiales fue en ese mismo sentido. Se observa una alta valoración de la presencialidad y la sensación de que habrá que luchar a diario por sostenerla, sobre todo a la luz de las nuevas restricciones que comienzan a implementarse en distintas jurisdicciones ante un relativo aumento del número de contagios.
En ese sentido, se podría decir que la escuela nos demuestra que la sociedad debiera avanzar hacia la libre actividad más que volver a las limitaciones. En vez de encerrarnos, se trata de aprender a convivir con el virus.
Los niños, sobre todo los más pequeños, conocen y respetan las medidas de higiene y seguridad. Los adolescentes tienden a incumplir la distancia social, pero comprenden y acatan las advertencias de los adultos. Unos y otros, con máscaras y barbijos, reglas inéditas y protocolos complejos, pueden trabajar en burbujas acotadas a un máximo de 15 alumnos.
Es lógico pensar que habrá transgresiones de las normas; y que habrá cierta circulación del virus, lo que provocará cierto número de contagios. Pero la transgresión, cuando es reiterada y en claro desafío de la autoridad, puede sancionarse; la norma, reponerse y llegado el caso, reformularse; y las cifras demuestran que es muy baja la incidencia del coronavirus en la vida escolar, cuya recuperación es muy importante.
La experiencia de 2020 demuestra que con la educación virtual no se alcanzan los objetivos. Más allá de lo que se sabía por los problemas de conectividad que se relevaron entonces, hoy se corrobora que los contenidos del año pasado no están lo suficientemente afianzados. También se nota una falta de concentración, que se vincula con el parate ocasionado por la pandemia. En estas semanas, además, se ha notado que cuatro horas de clase presencial es insuficiente para los más grandes. Y los docentes disfrutan trabajar con grupos reducidos, pero no les resulta gratificante repetir la clase para distintas burbujas.
En suma, hay muchas cosas que aprender de la experiencia y para ello hay que sostenerla, e incluso ampliarla con prudencia y razonabilidad. La dinámica actual nos ayuda a entender que los edificios escolares estuvieron demasiado tiempo cerrados, más por temor o prejuicio que por razones objetivas. No debiéramos caer en el error por segunda vez.
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