Inseguridad: una mujer, clave para atrapar al acusado de matar al policía retirado
Hacía ya unos cuantos días que los investigadores de Robos y Hurtos de la Policía le pisaban la sombra. Pero Jorge Enrique Rivero (40) parecía tener una suerte extra: ante cada allanamiento en alguna vivienda de un familiar o de un amigo, donde se creía que se estaba escondiendo, a los agentes les quedaba la amarga sensación de que el prófugo se les acababa de escapar.
La misma impresión que sintieron ayer a la madrugada, cuando ingresaron en un domicilio de barrio Marechal, próximo al cementerio San Jerónimo de la ciudad de Córdoba y olfatearon que Rivero no debía estar muy lejos de allí. La “perseverancia” que destacaría luego el fiscal Rubén Caro al elogiar el trabajo del departamento de Investigaciones Criminales de la Policía de Córdoba tuvo finalmente su fruto: a pocas cuadras del allí, del otro lado del río Suquía, en medio de la oscuridad los policías lograron atrapar a su presa.
La captura se produjo en la esquina de Larra y Rufino Cuervo, barrio Escobar, por donde Rivero caminaba en lo que se cree que ya era una fuga improvisada.
El hombre, que cuenta con diversos antecedentes penales por asaltos, está acusado de homicidio en ocasión de robo: se presume que fue él el que mató a balazos durante la madrugada del pasado lunes 8 de este mes al policía retirado Jorge Argüello (52), a quien le robaron su auto en barrio Alto Alberdi.
El crimen se inscribió en una seguidilla de robos y asaltos que tiene a maltraer a los vecinos de la ciudad de Córdoba desde hace meses. Una inseguridad que todos los días se muestra de diversas maneras y con un nivel de violencia que parece ir en escalada. Marchas en diferentes barrios ponen en evidencia cómo esta proliferación delictiva se ha acrecentado desde que la cuarentena comenzó a diluirse a fines del año pasado. Un malhumor social que la Policía ha intentado mitigar, hasta ahora sin éxito, con promesas de más patrulleros y tecnología.
En este caso, la prevención otra vez falló. Aquel lunes a la madrugada, cerca de las 2, Argüello llegó junto a su novia Soledad Ortiz (42) al volante de su Peugeot 308 hasta Pedro Goyena al 200, donde la mujer vive. Ambos se bajaron para despedirse en la vereda, momento en el que aparecieron tres delincuentes: uno de frente al policía retirado y otros dos por detrás.
Los ladrones los encañonaron a él y a su novia y le exigieron las llaves del auto. Le exigieron las llaves del auto. Mientras los dos jóvenes ladrones comenzaban a subirse en el vehículo, Argüello, que no llevaba su arma encima, de todos modos intentó resistirse. Fue en ese momento en el que se escucharon las primeras detonaciones. El sargento retirado trastabilló y el ladrón corrió hacia dentro del auto.
Fue entonces cuando el expolicía intentó recomponerse y se aferró a la ventanilla del lado del conductor, mientras los delincuentes comenzaban a acelerar. Se escucharon nuevas detonaciones, lo arrastraron unos 15 metros, hasta que Argüello cayó al pavimento. Agonizó allí durante algunos minutos. Uno de los balazos le había impactado en la pierna derecha, entre el tobillo y la rodilla. El otro, letal, le había ingresado por el hombro para terminar por alojarse a la altura del tórax.
Imágenes difusas
El crimen ya era una realidad. La inseguridad volvía a ser materia de debate en los medios y entre la sociedad. Otra vez, ya era tarde. Pero los detectives de Investigaciones Criminales tenían la orden de salir a paliar el drama: buscar a los culpables.
Y se toparon con todo tipo de dificultades. El primer rastreo de las cámaras públicas y privadas del sector sólo trajo imágenes difusas. A contramano de lo que suponían, el auto no aparecía abandonado ni había sido reducido en alguna chacarita. Y en el submundo del hampa, el silencio era la única respuesta que encontraban.
“Perseverancia”, definió ayer el fiscal Caro. Y tenía sus motivos para utilizar esa palabra. En silencio, los sabuesos volvieron a caminar la zona de la escena del crimen. Ampliaron el radio y encontraron una filmación clave: esa madrugada, minutos antes del asesinato, cuatro personas iban caminando a escasas cuadras de allí. En otra cámara, segundos después, aparecían sólo tres, el mismo número de los delincuentes que atacaron a Argüello y a su pareja.
Llevaron las imágenes a analizar con la Policía Judicial y esta vez la computadora arrojó más nitidez: la cuarta persona que aparecía y luego desaparecía en esa secuencia era una mujer.
Se tenía que haber quedado esa madrugada en un domicilio de esa zona. Aquel hilo terminó siendo la tenaza para que la investigación terminara en una pesca. Tratando de no levantar sospechas, los investigadores obtuvieron un nombre que podía corresponder a esa mujer. Identidad que iba a arrojar una clave: su domicilio real estaba a varias cuadras de allí, en barrio Los Naranjos. Más precisamente, a sólo 100 metros de calle Espora al 1.800, donde casi 48 horas después del crimen finalmente había aparecido abandonado el auto que le robaron a Argüello.
Ante esto, se decidió profundizar sobre la pista de la mujer. Y se detectó que su expareja, con quien tiene una hija en común, era Rivero, un hombre con un prontuario interesante.
Fue entonces que todo se aceleró. Se cotejaron fotos de archivo con las pocas imágenes de las cámaras que servían y se detectó que ciertos rasgos que coincidían, según apuntaron las fuentes consultadas. Y se fueron reuniendo otros elementos que decidieron al fiscal Caro a ordenar su imputación y orden de detención, días atrás. Pero ya Rivero se había convertido en un prófugo en estado de alerta que no dormía dos noches en el mismo lugar. Hasta que ayer temprano, en una calle oscura de barrio Escobar, lograron atraparlo.
Ahora, los investigadores están confiados en lograr la captura de los dos supuestos cómplices que esa noche acompañaban al autor material del crimen. Se sabe que se trata de dos jóvenes de entre 20 y 30 años, de quienes aún no trascendieron mayores detalles para no entorpecer los próximos pasos.
La víctima: pasado policial
El sargento retirado Jorge Argüello tenía 52 años. Había ingresado en la fuerza en 1994 y se desempeñó, sobre todo, en las salas de radio como operador, hasta que se jubiló.
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