Por una ciudad con bicicletas
Corroborando que la necesidad tiene cara de hereje, la presente pandemia ha implicado cambios que quizás perduren en el tiempo, haciendo de las carencias virtud. Como en el caso del obligado retorno a la bicicleta, debido a la falta de transporte. Una cosa por otra, tal como reza la antigua locución latina. Y tal obligado retorno que hace de la necesidad virtud viene a poner de manifiesto lo mucho que nos falta recorrer en la materia.
Lo dicen los números de manera harto elocuente: las fábricas de bicicletas no pueden cumplir con una demanda que casi se ha duplicado, ralentizando los habituales plazos de entrega.
Y quien se asome a las calles de Córdoba podrá constatarlo sin demora: la explosión motociclística de los últimos años parece haber encontrado su límite en la actual sobreabundancia de bicicletas que transitan nuestras calles como se puede.
O sea, como en una auténtica carrera de obstáculos en los que la falta de casco y de prudencia de algunos encuentra su contrapeso en la impaciencia –cuando no intolerancia– de no pocos automovilistas.
Todo ello, en una ciudad que no fue pensada para el tránsito lento y cuyas modificaciones de las últimas décadas sólo se realizaron a efectos de permitir una mayor circulación vehicular. Ello, claro, corrobora la escasa visión de los funcionarios que se dejaron atrapar por el pasado cuando debían pensar más en el futuro.
Esta vez el problema ha llegado para quedarse: el transporte escaso o nulo y siempre caro y la necesidad de movilizarse a la vez que se reducen costos hablan de un cuadro que no se modificará en el corto plazo y que obliga a reparar en lo que tenemos –poco– y lo mucho que nos falta: recorridos seguros para miles de ciclistas, medidas estrictas de seguridad vial, concientización de conductores y peatones. Y de ciclistas. O sea repensar la ciudad, un tema en el que sucesivas gestiones han manifestado una dosis equilibrada de falta de voluntad y de ideas.
Córdoba debería dejar de ser una ciudad poco amigable para las bicicletas y comenzar a tomar distancia de la tiranía automotriz, para lo que urge un plan integral de movilidad urbana y de transporte.
En este último punto debe recordarse que, en 10 meses de cuarentena, tanto la Provincia como la Municipalidad de Córdoba desperdiciaron una ocasión formidable para de una vez articular un sistema integral que cubra las necesidades de los ciudadanos, al mismo tiempo que reduzca costos.
Hoy los ciclistas están llenando los huecos que deja la falta de gestión creando un problema nuevo que urge abordar y que ya no se puede barrer bajo la alfombra.
En suma, que la ciudad deberá convivir con los ciclistas y que puede hacerlo tratándolos como si fuesen enemigos que se toleran a regañadientes o entendiendo que se está frente a una ocasión única para comenzar a hacer esas cosas que siempre hemos postergado. Y que ya ni siquiera se trata del futuro, sino del presente liso y llano.
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