Laiseca, el Maestro, una biografía coral de un querido monstruo
Las biografías, formas veladas del homenaje, a menudo suavizan los contornos de una personalidad puntiaguda e incurren en una disolución de su atractivo. En el caso de un escritor como Alberto Laiseca (1941-2016), esa pérdida sería torpe y criminal, y la empresa biográfica, un sinsentido. Este es el desafío que asumió Chanchín en Laiseca, el maestro, un retrato posible desde el amor sin idolatría.
“Chanchín” es el nombre que reúne a un grupo de fieles asistentes a los talleres de escritura de Laiseca: Selva Almada, Rusi Millán Pastori, Guillermo Naveira, Sebastián Pandolfelli y Natalia Rodríguez Simón. Esta pluralidad disimula la presencia del biógrafo y deja que el personaje se construya en un movimiento libre y orgánico a través de las escenas seleccionadas.
De la infancia de Laiseca en Camilo Aldao se recuperan los cuentos sobre gualichos y apariciones del pueblo que le contaban las vecinas, en contraste con la figura pesada e intransigente de su padre médico. Esa imaginación feroz propia de un niño criado desde los 3 años sin madre, aburrido y solo, se consolidó durante sus años universitarios en la ciudad de Santa Fe.
Luego de abandonar sus estudios, fue trabajador golondrina hasta que terminó en Buenos Aires en 1965 con el firme propósito de convertirse en escritor. Le reconstrucción de Chanchín convierte esos años en la materia prima de la particular metafísica de Laiseca que despuntó en obras como Los sorias (1998) y El gusano máximo de la vida misma (1999).
Su llegada al bar Moderno fue determinante para forjar su cosmovisión y consagrarlo a una literatura que gozaba en su marginalidad. Allí conoció artistas e intelectuales que se convirtieron en parejas o en amigos íntimos, aunque solo uno se convertiría en su mentor: Ithacar Jalí.
Cada capítulo de Laiseca, el maestro sucede en dos tiempos divididos por su consolidación como autor. Las noches voraces y abismales en el Moderno se interrumpen con el Laiseca que toma cerveza con sus talleristas en su casa del barrio de Flores, ese que los trata de “papi” y “flaquito”. La figura ominosa y de voz grave que se popularizó con el ciclo Cuentos de terror emitido por I.Sat contrasta con el amor que demostró en su amistad con Rodolfo Fogwill, con sus parejas y con su única hija.
En ese vaivén temporal se percibe que esos márgenes desde los que Laiseca vivió e interpretó el mundo no terminaron por comérselo gracias al humor sombrío y delirante que divertía hasta a los niños. Para él, el cuco que vive debajo de la cama es cosa seria, es el alimento de fantasías que culminan en los absurdos más logrados de su literatura.
Ni siquiera en el relato de sus últimos días y del destino de sus cenizas, Laiseca, el maestro cae en la solemnidad tan habitual del género. Chanchín logra que el Conde Láisek se manifieste con la ternura y la brutalidad de todas sus caras.
Ficha técnica
Laiseca, el Maestro
Autor: Chanchín
Editorial: Random House
Páginas: 192
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