Los palestinos luchan por rehacer sus vidas entre las ruinas de Gaza
BEIT LAHIYA, Franja de Gaza (AP) — Cuando cae la noche sobre el norte de Gaza, gran parte del paisaje urbano de edificios colapsados y escombros apilados se queda completamente a oscuras. Los hijos pequeños de Rawia Tambora, que viven en las ruinas de su hogar, tienen miedo de la oscuridad, así que ella enciende una linterna y la luz de su celular para reconfortarlos, mientras duren las baterías.
Desplazada durante la mayoría de los 16 meses de guerra, Tambora ha regresado a su casa. Pero sigue siendo una vida frustrante, cuenta: No hay agua corriente, electricidad, calefacción ni servicios, y no hay herramientas para retirar los escombros a su alrededor.
Casi 600.000 palestinos han regresado al norte de la Franja durante el alto el fuego que dura ya un mes, según Naciones Unidas. Después de la alegría inicial de estar de vuelta en sus hogares —incluso aunque estén dañados o destruidos— ahora enfrentan la realidad de vivir entre los escombros en el corto plazo.
“Algunas personas desearían que la guerra no hubiera terminado nunca, porque creen que habría sido mejor morir”, dijo Tambora. “No sé qué haremos a largo plazo. Mi mente ha dejado de planear el futuro.”
Está previsto que el alto el fuego de seis semanas finalice el sábado, y no se sabe qué ocurrirá después. Se están haciendo esfuerzos para prorrogar la calma mientras se negocia la siguiente fase de la tregua. Si vuelven a estallar los combates, quienes han regresado al norte podrían volver a encontrarse en medio de ellos.
No hay forma de iniciar la reconstrucción masiva
Un reporte de la semana pasada del Banco Mundial, la ONU y la Unión Europea estimó que la reconstrucción del enclave palestino costará alrededor de 53.000 millones de dólares luego de que barrios enteros quedaron arrasados por los bombardeos israelíes y su ofensiva terrestre contra los insurgentes de Hamás. En este momento, casi no apenas capacidad ni financiamiento para comenzar una reconstrucción significativa.
Una prioridad es hacer que Gaza sea habitable de inmediato. A principios de febrero, Hamás amenazó con frenar la liberación de rehenes a menos que se permitiera la entrada de más carpas y refugios temporales al territorio. Dio marcha atrás y aceleró la entrega de cautivos cuando Israel acordó permitir el ingreso de casas móviles y equipos de construcción.
Las agencias humanitarias han intensificado sus servicios, estableciendo comedores gratuitos y puntos de reparto de agua, y distribuyendo tiendas y lonas a cientos de miles de personas, según la ONU.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, elevó la presión al pedir que se traslade a toda la población de Gaza de forma permanente para que su país pueda tomar el control del territorio y reurbanizarlo para otros. Los palestinos, que rechazan la propuesta, sostienen que quieren ayuda para reconstruirlo por sí mismos.
La municipalidad de la Ciudad de Gaza comenzó a reparar algunas tuberías de agua y a retirar escombros de las calles, según un portavoz, Asem Alnabih. Pero carece de maquinaria pesada. Solo unos pocos de sus 40 topadoras y cinco camiones con volquete siguen funcionando, apuntó.
En Gaza hay más de 50 millones de toneladas de escombros que 100 camiones trabajando a plena capacidad tardarían 15 años en retirar, de acuerdo con las estimaciones de la ONU.
Las familias intentan sobrevivir día a día
La casa de Tambora en Beit Lahiya, una ciudad del norte de la Franja, quedó destruida por un ataque aéreo al inicio de la guerra, por lo que ella y su familia se fueron a vivir al cercano Hospital Indonesio, donde trabajaba como enfermera.
Después del alto el fuego, regresaron a la única habitación de su casa que estaba medio intacta. El techo está parcialmente caído y las paredes están agrietadas. El refrigerador y el fregadero que sobrevivieron son inútiles sin agua ni electricidad. Apilan sus sábanas y mantas en un rincón.
Tambora contó que su hijo de 12 años carga con pesados recipientes de agua dos veces al día desde los puntos de distribución. También tienen que buscar leña para cocinar. La entrada de ayuda significa que hay comida en los mercados y que su precio ha bajado, pero sigue siendo cara, dijo.
Como el Hospital Indonesio está demasiado dañado para funcionar, Tambora camina una hora cada día para trabajar en el Hospital Kamal Adwan. Carga su celular y el de su esposo con el generador del centro.
Muchos de sus familiares se encontraron a su vuelta con que no quedaba nada de sus hogares, por lo que viven en tiendas sobre o junto a los escombros que son arrastrados por los vientos invernales o inundados durante las lluvias, apuntó.
Asmaa Dwaima y su familia regresaron a la Ciudad de Gaza, pero tuvieron que alquilar un apartamento porque su casa en el vecindario de Tel al-Hawa fue destruida. Semanas después de su vuelta, fue a visitar su vivienda de cuatro pisos, que ahora es un montón de escombros aplastados y quemados.
“No podía venir aquí porque tenía miedo. Tenía una imagen de mi casa en mi mente, su belleza y calidez. Tenía miedo de enfrentar esta verdad”, dijo esta dentista de 25 años. “No solo destruyen la piedra, nos están destruyendo a nosotros y nuestra identidad”.
Su familia ya había tenido que reconstruir la casa una vez antes, cuando fue arrasada por los ataques aéreos durante una ronda de combates entre Israel y Hamás en 2014, afirmó. Por el momento, no tienen medios para reconstruirla.
“Necesitamos quitar los escombros porque queremos sacar ropa y algunas de nuestras pertenencias”, manifestó. “Necesitamos equipos pesados… No hay ladrillos ni otras herramientas de construcción y, si los hay, son extremadamente caros”.
La desesperación va en aumento
Tess Ingram, portavoz de UNICEF que ha visitado el norte de Gaza desde el alto el fuego, dijo que las familias que conoció están “de luto por la vida que solían llevar mientras inician la reconstrucción».
Su desesperación, apuntó, “se está volviendo más intensa.”
Huda Skaik, una estudiante de 20 años, comparte una habitación con sus tres hermanos y sus padres en la casa de sus abuelos en la Ciudad de Gaza. Es una mejora con respecto a la vida en los campamentos de tiendas del centro del enclave donde estuvieron durante gran parte de la guerra, contó. Allí, tuvieron que vivir entre extraños y su carpa fue arrastrada por la lluvia. Al menos aquí tienen paredes y están con la familia, dijo.
Antes de la guerra, Skaik había comenzado a estudiar literatura inglesa en la Universidad Islámica de Gaza. Ahora está inscrita en clases online que organiza el centro. Pero la conexión a internet es débil y su electricidad depende de paneles solares que no siempre funcionan.
“Lo peor es que recién ahora estamos comprendiendo que lo hemos perdido todo”, aseguró. “La destrucción es masiva, pero estoy tratando de mantener una actitud positiva”.
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Khaled informó desde El Cairo, Egipto.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.
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