Prevención y convivencia, remedios contra la violencia urbana
En 2024 se cometieron 115 asesinatos en la provincia de Córdoba, casi lo mismo que en 2023. Pero más allá de las cifras, preocupa revisar de qué manera se han producido esas muertes, y a la vez resulta indispensable para entender qué nos pasa como sociedad, hacia dónde nos dirigimos y qué se puede hacer para evitarlo.
Y es que ya sea por peleas, agresiones, venganzas, o bien por revanchas de esas venganzas, durante el año pasado se cometieron al menos 52 crímenes callejeros, principalmente entre varones, y entre conocidos, de acuerdo con los registros de La Voz.
Es decir que prácticamente cinco de cada 10 homicidios fueron cometidos por esa violencia urbana, un fenómeno que engloba la resolución de conflictos interpersonales no mediante la Justicia, sino de la peor manera.
Además, la forma empleada para quitar la vida fueron (y siguen siendo) las armas de fuego, ya sea pistolas o revólveres. De esta manera se cometieron al menos 51 de los asesinatos de 2024.
Estas cifras alarmantes motivan varias reflexiones.
La primera se relaciona con la cuestión de las armas: ¿De dónde salen? ¿Por qué siguen proliferando?
En diciembre de 2024, en ocasión de presentar un plan destinado a reducir la circulación de armas de fuego en la provincia, el ministro de Seguridad, Juan Pablo Quinteros, señalaba que el año pasado, en distintos procedimientos, se secuestraron “más de 1.800 armas de fuego”, 14% más que en 2023.
Urge entonces conocer con más precisión cómo se llevará a cabo ese anunciado plan, qué implicará, cuáles serán los plazos, de qué manera se avanzará. Y, por supuesto, comenzarlo lo más pronto posible.
Hay sobradas muestras en el mundo de que más armas se traduce en más violencia.
En relación al fenómeno de la violencia urbana en sí, cabe preguntarse en qué momento de deterioro social estamos, hasta dónde esa fragmentación es causa y consecuencia a la vez, y cómo se retroalimenta.
Pero cambiar esta penosa realidad no será posible si no se entiende que para ello se requiere un enfoque integral, que combine medidas de prevención, seguridad y desarrollo social.
Por más policías, cámaras y sistemas de monitoreo que existan, nada se logrará si no se hace eje en fortalecer la educación, promover actividades sociales y recreativas, sumar planes de capacitación y empleo, desarrollar mejor el espacio urbano y los entornos barriales, fomentar la participación vecinal y ampliar la coordinación entre todos los niveles estatales: locales, provincial y nacional.
Para todo esto también debe existir una Justicia creíble y restaurativa, en la que la gente confíe y que a la vez sea capaz de mediar con eficacia cuando ello sea posible.
Es fundamental que se retomen campañas de concienciación para promover valores de convivencia y tolerancia, desde edades tempranas.
Al mismo tiempo, sería recomendable que desde la política se moderaran los discursos agresivos y desacalificativos, toda vez que ello sólo conduce a avivar las diferencias.
De otra manera, seguiremos lamentando esas estadísticas fatales.
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