De Hitler a Milei: cómo la IA está redefiniendo la narrativa política y cinematográfica
En marzo de 2022 se viralizaron dos videos sobre el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania. En uno se podía ver a Vladimir Putin anunciando la paz con Ucrania. En el otro, a Volodímir Zelenski pidiendo bajar sus armas a los soldados ucranianos y rendirse ante Rusia.
Ambos videos eran en realidad deepfakes creados para ridiculizar a los mandatarios y generar aún más confusión y desinformación sobre la guerra.
Un año después, con la sociedad argentina envuelta por la campaña electoral, se viralizó un video de Sergio Massa tomando cocaína y diciendo “que rica que está la meme”, en sintonía con los rumores que acusaban al candidato de ser consumidor.
Si uno prestaba atención al video y scrolleaba unos pocos tuits, descubría que el rostro de Massa había sido incrustado mediante deepfake.
Poco después, luego de que en el segundo debate presidencial Massa alegara en distintas oportunidades la incapacidad psiquiátrica de Milei para presidir un país, un seguidor del ahora Presidente de la Nación sube a YouTube la famosa escena escena de Joker (2019) conocida cómo “¿Que tal otro chiste, Murray?”.
En la escena, el Guasón, luego de decir “¿Qué obtienes cuando cruzas a un enfermo mental solitario con una sociedad que lo abandona y lo trata como una porquería? Obtienes lo que mereces”, asesina de un disparo a Murray Franklin, el conductor del late night show donde fue humillado.
El video es titulado “Balotaje Milei vs Massa (Deepfake)”. La cara de el Joker es reemplazada por la de Javier Milei y la de Murray, por la de Massa.
Qué ves cuando me ves
El deepfake es una herramienta de edición de video que funciona mediante inteligencia artificial y permite reemplazar el rostro y la voz de una persona por otra. Está muy presente en páginas pornográficas y se utiliza para poner, sin su consentimiento, a personalidades famosas en videos sexuales y así saciar las fantasías de los usuarios.
Pero el deepfake se enmarca también en una tradición audiovisual propia de internet: la creación de realidades falsas. Desde siempre en infinitas páginas, redes sociales y foros han estado presentes videos que se pretenden como reales y ponen en duda a quien lo ve, introduciéndose en la búsqueda del “truquito”.
Y esta tradición ha ido asentándose cada vez más gracias a los avances de la inteligencia artificial. Fantasmas, ovnis, políticos, o cualquier noticia del momento pueden ser motivos para estos videos que compartimos y nos generan la pregunta “¿Será verdad esto?”, o el comentario “Nah, debe estar trucado”.
Como espectadores del siglo XXI ya nos hemos acostumbrado al visionado de películas con predominancia de imágenes creadas digitalmente. Al pertenecer el deepfake al lenguaje propio de internet y de lo audiovisual, hasta ahora no había tenido un paso con notoriedad por el lenguaje cinematográfico.
El Deepfake en el cine
Tan solo se había utilizado como herramienta para arreglos y trucajes. Ante la necesidad de que la película Fall (2022, Scott Mann) obtenga la calificación PG-13, los productores decidieron remover mediante inteligencia artificial insultos dichos por los actores.
Usando DeepFake lograron cambiar los “fucking” por “freaking” y la Motion Picture Association calificó la película en PG-13 en lugar de R (Restricted).
Esto da lugar también a que se resuelva el supuesto problema de que los labios y gestos de los actores al hablar no coincidan exactamente con los doblajes a otros idiomas. Ahora podríamos ver a actores de la talla de Di Caprio vocalizar en un perfecto japonés, francés o español.
Como ya se ha dicho, el cine es un arte del presente, y el arte de las imágenes en movimiento precisa de artistas con el ingenio necesario para no dejarse llevar por la espectacularidad contemporánea, que puedan tomar distancia y ser lectores absolutos del sentimiento y carácter de su tiempo.
En el 75º Festival de Locarno de 2022, se estrenó Fairytale (Сказка), de Aleksandr Sokurov, que se convirtió en una de las primeras películas realizadas con inteligencia artificial que tiene un estreno con cierta relevancia.
La película narra el merodeo de Hitler, Stalin, Mussolini y Churchill por el limbo. Entre reflexiones, divagaciones, chicanas y discursos, los mandatarios esperan a que Dios se decida por abrirle las puertas al cielo para el eterno descanso.
Travellings y planos secuencias que siguen el merodeo de los políticos se hacen presentes generando la sensación de estar viendo un sueño.
Las imágenes de los mandatarios están realizadas a partir de fotos y videos de la época en la que aún vivían. Sokurov alimenta a la inteligencia artificial con una gran cantidad de imágenes y logra ponerlos en escena y que actúen mediante deepfake.
Es decir, pone en escena la ficcionalización de la realidad que propone la herramienta, dentro de la tradición del lenguaje cinematográfico. Y en absoluta artificialidad de la imagen, logra imponer su rasgo autoral.
El cuento de hadas de Sokurov nos permite la posibilidad de una nueva forma de hacer cine. Una forma más cercana al arte del collage o a la cultura del sampleo en la música, donde la incrustación de imágenes en nuevos entornos no deje de lado el concepto de plano, de puesta en escena, de montaje. Una nueva forma que no deje de lado el cine.
Pero, ¿es posible un cine con inteligencia artificial que deje la voluntad humana y no corrompa con la tradición cinematográfica? La respuesta es no. La tradición depende de la memoria y constituye una identidad. Dejar que la tecnología se apodere y constituya nuestra identidad es realmente siniestro.
¿Una película íntegramente hecha por la IA?
Sin duda estamos muy pronto al momento en que se estrene una película realizada en su totalidad por una inteligencia artificial; desde la idea y el guión, hasta la puesta en plano y el montaje.
Siguiendo el devenir del mercado y la utilización que ya se está haciendo con resultados muy logrados de herramientas de IA para el rejuvenecimiento de las estrellas de Hollywood, podemos imaginarnos la posibilidad de un star system ad infinitum, con los mismos actores y actrices, disponibles para todo tipo de secuela, precuela, remake, remasterización o reboot.
Queda en la voluntad de quienes están al mando del fluir del cine (que parece cada vez menos caudaloso) en tomar posición y decidir en apartarse de lo audiovisual y continuar con la tradición cinematográfica, como ya lo hizo una vez con la llegada del sonido. O por el contrario, dejarse caer en la espectacularidad contemporánea.
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