Lilia Lardone: Gracias a la escritura, me reinventé
–¿Hiciste un balance del 2024?
–Fue raro, no suelo mirar hacia atrás. Y tampoco lo hice a fin de año, sino bastante antes, cuando Karina Fraccarolli, de Comunicarte, quiso hacer una retrospectiva sobre mi obra. Eso, claro, me obligó a revisar cosas. Todo un sobresalto, la propuesta, y a la vez una sorpresa: de golpe me di cuenta de que, justo en 2024, se cumplían 30 años de mis comienzos en la escritura. ¿Tantos años? Y sí, desde que aprendí “los palotes” escribiendo Puertas adentro han pasado muchos libros, muchos cambios en mi vida.
–También sacaste un libro nuevo…
–Sí, Ballena. Lo había escrito en pandemia y ahí quedó, guardado, solo lo compartí con personas muy cercanas. No tenía la energía que se necesita para gestionar una casa editora. Pero por esas cuestiones azarosas que tiene la literatura, llegó a manos de Liliana Menéndez. Ella andaba buscando textos para una nueva colección, le gustó también a Daniela Mc Auliffe, la editora de Bella Vista, y decidieron publicarlo. Creo que fue la primera vez que editar algo resultó tan sencillo, en general siempre tuve que atravesar largos períodos de espera.
–¿Te es tan difícil publicar? Llevás 30 años haciéndolo, no sos una “reciénvenida”…
–Escribo, más que nada, para buscar respuestas. Mi primer objetivo no es publicar. Y no soy muy prolífica porque cada libro me lleva años: corrijo una y otra vez, hasta encontrar la forma posible de dar vida a las historias. Por otra parte, el mercado editorial es complicado; y si bien soy conocida, hay muchos y muy buenos autores que lo son. A la vez, es definitorio el hecho de que se van estrechando las posibilidades por cuestiones económicas. Se imprimen menos novedades, aunque los editores reciban miles de propuestas. No debe ser tarea fácil decidir qué publicar y qué no. No tengo agente, me produce un cierto escozor ese tema, tal vez porque me inicié tardíamente.
–Si te ofreciera mis servicios como agente literario, ¿tenés originales listos para publicar?
–Sería toda una novedad recibir esa propuesta, ja ja… A esta altura, ya no tengo originales guardados, tal vez algún que otro cuento breve, pero no, todo se fue publicando. Sí me hubiera gustado que se volvieran a editar libros que siento representativos, agotados desde hace años, como Esa chica, por ejemplo. O Vidas de mentira. Pero a las editoriales no les entusiasma reeditar algo que salió antes en otro sello.
–En un libro escrito con Teresa Andruetto, le preguntaste a Andrés Rivera cómo surgió el deseo de escribir… ahora te toca responder a vos.
–Si sacás cuentas, 30 años atrás yo tenía… más de 50. Y coordinaba talleres de escritura para gente que, la mayoría de las veces, nunca había escrito nada. Era muy movilizador sentir cómo se ponían en marcha los imaginarios, me entusiasmaba escucharlos en la puesta en común final. Un día vino Ricardo Piglia a Córdoba para dar una charla y dijo algo que me quedó flotando: “Uno escribe una novela para resolver un enigma”. Ahí apareció mi enigma privado: una historia familiar medio tabú, que corría sotto voce en casa de mi abuela piamontesa. ¿Cómo darle vida? La conocía de a retazos y la reconstruí, con base de verdad y mucho de imaginación. Necesitaba exprimir esa zona que era muy mía, la del mundo de la infancia y la adolescencia. La escritura me ayudó a entender/me y me abrió caminos insospechados. Podría decir que, gracias a la escritura, me reinventé.
–¿De qué caminos y de qué reinvención hablás?
–De caminos dentro de la literatura. Por ejemplo, y a pesar de que con Lucía Robledo habíamos dado muchos cursos y talleres sobre literatura para chicos y jóvenes, escribir me significó entrar más profundamente en ese campo como autora. Permitirme la curiosidad de investigar e incursionar en distintos géneros, como la entrevista en Quince mujeres hablan de Eva Perón. O trabajar en coautoría con María Teresa Andruetto en tres oportunidades, en libros de divulgación. Y no olvido la aventura de armar antologías que me fascinaron, como Córdoba cuenta y Es lo que hay, ambos agotados. A lo largo de estos 30 años, las apuestas se sucedieron y me estimularon.
–Si ampliamos el foco, ¿no dedicaste toda tu vida a la literatura? Docencia, gestión cultural, divulgación, coordinación de talleres literarios…
–Salí de mi pueblo a los 14 años, decidida a ser maestra. Estudié Letras, fui profesora, pero lo que más me gustó siempre fue el activismo cultural. Siento que tuve un enorme privilegio al iniciarme en la década de 1960, cuando todo parecía posible. Escribir programas culturales para Radio Municipal en los ‘60, organizar funciones de teatro con debate en los barrios o lecturas de poesía en diversos ámbitos en los ‘70, ser partícipe de la Feria del Libro en los ‘80, eran acciones que me movilizaban muchísimo. Disfrutaba mucho de mis trabajos… Cuando empecé con el taller de escritura, tuve que aprender, no había bibliografía y muy pocos antecedentes. Pero, claro, con la democracia se habían abierto las ventanas a la creatividad, tras años de silencio y oscuridad. Después vino la escritura.
–Invertiste el orden: hoy, primero, viene la escritura y después los talleres. ¿Cómo reuniste a esos primeros talleristas?
–Con mucha paciencia. Debuté en 1985, por invitación de la Sade (Sociedad Argentina de Escritores, filial Córdoba), en un taller compartido con Lucio Yudicello, en el local de calle Humberto 1º. Al principio, no sabía bien qué hacer y lentamente fui descubriendo estrategias. Sí tuve claro desde el principio que lo primero es la lectura: acerqué textos de buenos autores no muy conocidos, y eso prendió. No hay como la palabra para generar más palabras. Luego se interesó otra gente y empezamos a reunirnos en mi casa. Por fin, ya muy decidida y gracias a la generosidad de Rubén Goldberg, que me facilitó el entrepiso de su librería, largué la convocatoria abierta. Poquitos participantes al principio, muy pocos. Pero soy persistente, y año tras año la concurrencia aumentó, tuve que poner otros horarios. Me gustaban tanto esas reuniones que de ahí surgió mi impulso de escribir…
Perfil de Lilia Lardone
Lilia Lardone estudió Letras Modernas en la Universidad Nacional de Córdoba. Ha dictado cursos, seminarios y talleres de formación docente sobre criterios de selección y promoción de la lectura.
Se especializó en literatura infantojuvenil, género en el que se ha destacado con numerosas obras, como Caballero negro (premio Latinoamericano de Literatura Infantil), La niña y la gata, El nombre de José, Los Picucos y La gran persecución.
Es autora de las novelas Puertas adentro y Esa chica, de los libros de cuentos Vidas de mentira y Papiros, y del poemario Pequeña Ofelia y Diario del río. Junto con María Teresa Andruetto, escribió varios ensayos sobre los talleres de escritura y un libro de entrevistas a Andrés Rivera.
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