Nuevo escenario global, ¿en qué cambia la agenda de la Argentina?
Los lineamientos de campaña anticiparon, para la segunda presidencia de Donald Trump, políticas semejantes a las que se implementaron desde principios de 2017, pero el contexto es muy diferente, por lo que el escenario será inédito apenas se pongan en marcha las fuerzas de acción y reacción. Pueden bosquejarse los contornos de esta nueva etapa, pero a la Argentina no le conviene gastar energías en especulaciones, dada la amplia gama de reformas domésticas pendientes, focalizando en una agenda que pueda ser útil para atravesar cualquier escenario.
La activación de conflictos comerciales, la posibilidad de guerra de monedas con un dólar más fuerte y precios de commodities más débiles, o una tasa de interés de los Estados Unidos que baje menos de lo esperado, este combo deberá ser tomado como dado apenas comience a confirmarse, total o parcialmente. En comercio exterior, apenas un 8% de las exportaciones de bienes de la Argentina se dirigen a los Estados Unidos, pero el intercambio en servicios y la dimensión de la inversión extranjera directa tienen una ponderación bastante mayor. Esa balanza puede inclinarse más o menos, dependiendo del rol que asuman México y Brasil ante el nuevo escenario. Obsérvese al respecto la diferenciación de los índices bursátiles desde principios de octubre, con una caída similar de México y de Brasil y un aumento significativo del Merval.
Un razonamiento análogo cabe también para la dimensión financiera, dado el elevado endeudamiento que el país ya tiene con el Fondo Monetario Internacional (FMI), del orden de los U$S 45 mil millones. ¿Cuánto más puede lograrse por esta vía? Un nuevo mundo en el que sanciones financieras pasen a ser un arma de disputas geopolíticas requiere agilidad para administrar los pasivos del país, lo que hace recomendable que el Gobierno pueda preservar el DNU que habilita negociaciones de trámite exprés. Quizá un canje voluntario de deuda, en el que se ofrezcan nuevos títulos con cupones de interés más atractivos, a cambio de estirar vencimientos, sea el camino más adecuado en función de los compromisos externos.
Así, transitar 2025 no será un mero trámite. En los Estados Unidos pasará a gobernar un Trump con mucho más poder que el que tuvo en 2017, pero con nuevos desafíos a escala global. En relación con ocho años atrás, ahora hay una alianza mucho más explícita entre Rusia, China e Irán; la Unión Europea acaba de ser advertida por el “informe Draghi” de sus serios problemas de competitividad, agravados por el encarecimiento de sus costos energéticos (¿será por eso que algunos de sus líderes ahora están más dispuestos a un acuerdo con el Mercosur?); Estados Unidos sigue siendo la meca de la innovación, pero ahora es un país más endeudado y con un déficit fiscal mayor, mientras China ha ampliado sus esferas de influencia, logrando que el yuan se utilice en reemplazo del dólar en algunas regiones del mundo, al tiempo que internamente está amenazada por fuerzas deflacionarias como las que enfrentó Japón en los ′90. En caso de guerra comercial, Pekín tendría poco para ganar.
Transición al crecimiento
Argentina, por su parte, cuenta actualmente con fundamentos en su economía que estaban ausentes 12 meses atrás, considerando la dinámica fiscal, la marcha de la inflación y el cambio en las expectativas de consumidores y empresas. Aun así, el país sigue inmerso en una compleja transición, dejando atrás un “modelo”, basado en el cierre de la economía y el gasto público como supuestas “locomotoras”, pero con un nuevo régimen que sólo puede desplegar su potencial en el mediano plazo.
Por estas características, la salida de la recesión muestra datos heterogéneos, de acuerdo a las estimaciones de Jorge Day, economista de Ieral, focalizando en la evolución de la masa salarial privada: de marzo a septiembre de 2024 (desestacionalizado), entre las provincias que lograron más rápida recuperación en términos reales, habiendo caído menos hasta marzo, se cuentan Neuquén, Río Negro y Chubut. Del otro lado, con merma significativa de poder adquisitivo de la masa salarial privada hasta marzo, y descensos adicionales entre marzo y septiembre, se tiene a Formosa, a La Rioja y a Catamarca. Con rebote importante, pero sin compensar la caída previa, se encuentran Mendoza y la ciudad de Buenos Aires (Caba).
Con las actuales tendencias, luce factible la proyección de una variación del PIB de 4,5% para 2025, pero, a partir de esa base, no puede asegurarse que la economía pueda replicar el 4,7% anual de crecimiento de 1991 a 1998 (en el arranque de la convertibilidad).
Un ejemplo cercano, con reformas a “medio hacer” y resultados positivos pero no extraordinarios, es el de Brasil. Desde 2016, el PIB del vecino país creció a un ritmo del 1,9% anual acumulativo y el empleo privado formal lo hizo al 1,4% anual, a partir de las reformas del gobierno de Michel Temer focalizadas en el plano laboral y fiscal, que en los primeros años posibilitaron una caída simultánea de la inflación y de la tasa de interés.
Dato importante, no hubo aportes significativos de industria y de construcción a esos guarismos. Medido por el lado del comercio exterior, el dinamismo de Brasil entre 2016 y 2024 se observó en el incremento del 23,4% anual de las exportaciones de petróleo; del 11,2% del complejo minero; en el aumento del 9,9% anual de las exportaciones agropecuarias, y del 7,9% de celulosa.
Romper inercias
Todo indica que, de aquí a 2030, la Argentina podría replicar los guarismos de Brasil en exportaciones de hidrocarburos y minería, pero tendría que romper la inercia en el sector agropecuario y en el forestal. Hay que tener en cuenta que la cosecha de granos en Brasil se incrementó en 115 millones de toneladas desde el 2016, contra apenas cinco millones en la Argentina. Es muy difícil sumar el motor del campo al crecimiento con el nivel actual de las retenciones.
Además, para crecer por encima del 2% anual, contando también con los motores de servicios e industria, la Argentina debería encarar una profunda reforma laboral, crear un súper-IVA que absorba Ingresos Brutos y tasas municipales, y también mayor especialización y escala a través de acuerdos con la India, con Estados Unidos, con la Unión Europea, entre otros.
Mientras tanto, en la coyuntura, el debate sobre seguir o no con el cepo ha entrado en una nueva dimensión, menos “binaria”. A mediano y largo plazo es clave pasar a un régimen monetario-cambiario permanente, pero, en el corto plazo, algunos de los efectos más dañinos del cepo sobre la economía han cedido terreno, con la normalización del comercio exterior y la entrada de capitales, cierto que catalizada a partir del blanqueo.
Con esta dinámica, el Banco Central logró en los últimos 30 días acumular compras por casi U$S 2 mil millones en el mercado oficial, y la política económica recuperó la iniciativa, con expectativas que se ajustan rápidamente a las señales del Gobierno. Es lo que ocurrió con el desplome del “dólar futuro” tras el anuncio oficial de pasar a un “crawl” del 1% mensual, en caso de que la inflación siga debajo del 3% mensual, tras el 2,7% de octubre.
La ratificación del “ancla cambiaria”, de todos modos, requiere que la entrada de capitales no se debilite para asegurar la consistencia del sector externo, ya que la cuenta corriente del balance de pagos apunta a terreno negativo. Por tanto, el “momento” elegido para salir del cepo sigue siendo relevante, y dejar para después de octubre de 2025 esa tarea conlleva riesgos de turbulencias en el período previo a las legislativas.
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