El escritor español Jacobo Bergareche: Le debo la escritura a la muerte de mi hermano
Jacobo Bergareche es un escritor difícil de clasificar y de describir. Nació en Londres, pero es español; y aunque vivió en Estados Unidos, Colombia y Chile, hoy dice que no podría vivir afuera de Madrid.
Comenzó a escribir pasados los 40 años y logró relevancia en el mundo de la literatura tras haber fracasado en su intento de volverse rico como empresario. A pesar de que es escritor, dice que no hay que “leer tanto” porque “se pierde el tiempo leyendo mucho”.
También supo decir que sus proyectos comerciales en Estados Unidos terminaron mal. “Inventé todo eso para no ser escritor y hacerme rico”, dijo en una entrevista reciente con El País.
Lo que cambió todo, lo que hizo dar un vuelco a su vida, fue la trágica muerte de Roque, su hermano menor, asesinado en Angola.
Hoy dice que le debe su escritura a ese hecho trágico. Ese trauma quedó plasmado en su libro Estaciones de regreso, obra que no fue editada en nuestro país.
Sí llegaron hasta acá Los días perfectos y su última novela Las despedidas, ambas publicadas por Libros del Asteroide.
Bergareche atiende por teléfono a La Voz en la noche española a solo dos días de entregar a su editorial un nuevo libro que coescribió con el argentino Mariano Sigman. La diferencia horaria puede sentirse en los ritmos de la charla. Él ya está presto para terminar su día y esta cronista está en pleno ajetreo laboral.
Nada, ni la distancia acortada por la tecnología, impide que la conversación fluya en torno a los temas que se destacan en su literatura: el amor, las relaciones familiares, la angustia existencial, la música, pero sobre todo las despedidas. De allí el nombre de su último libro.
−En ambos libros resuena la idea de una doble vida. En “Los días perfectos” hay una frase que dice que se puede tener más de una vida, pero no se puede estar en más de una de ellas a la vez. ¿Por qué te interesa tanto esa idea?
−Hay momentos en la vida, yo creo que se llama “la crisis de mediana edad” o “de los cuarenta”, a mí no me gusta llamarla así, yo le digo “crisis de contingencia”, y es cuando te das cuenta, o al menos tienes la sensación, de que lo que eres es lo que vas a seguir siendo. Te llega el domingo por la tarde y te entra un ataque de angustia que ¡Dios mío! Se viene otra semana y todo va a ser igual o incluso cuesta abajo. Ahí uno tiene muy claro todas las cosas que ya no va a poder ser. A partir de un cierto momento en la vida tú ya sabes que no vas a ser ni futbolista, ni ingeniero, ni médico, ni nada, incluso que no vas a ser padre de más niños… en fin (…) Y en esa angustia uno empieza a ver sus vidas no vividas, a pensar en la posibilidad de todavía pegar un giro, hacer un cambio, no sé. Esa frase viene un poco de ahí.
−En tus libros está el tema de la infidelidad como parte de esa doble vida, de fantasear con otra cosa…
−No son infidelidades tan sexuales, sino de una naturaleza más bien psicológicas, con personas que te permiten imaginarte a ti mismo de otra manera. Creo que para mí eso es lo interesante, ver cómo las personas que aparecen en la vida de repente nos dan la posibilidad de ser otros, de mirarnos en un espejo diferente. A los dos personajes de estas novelas les pasó un poco eso con la persona que se encuentran, son personas que les permiten imaginar otro tipo de vida y también, además, te hacen pensar en tu propia vida como una jaula. A veces nosotros vivimos en nuestra jaula sin ver los barrotes, pero de repente hay un día en el que los barrotes se hacen evidentes.
−La literatura también permite vivir más de una vida…
−Yo creo que esa experiencia pertenece más al lector que al escritor. Es el lector el que vive más vidas a través de la literatura. En el escritor, yo creo, hay más un destilar sus propias experiencias y las experiencias de la gente que tiene a su alrededor. Digamos que hace un cóctel o una destilación de todo eso cuando escribe.
−¿Cómo influyó la muerte de tu hermano en tu literatura?
−Yo creo que mi escritura nace de eso, nace de la pérdida. Mi primera novela, que me costó mucho escribirla y es autobiográfica, es sobre el duelo y sobre el proceso del duelo avanzado ya después de tres o cuatro años de la muerte de uno los seres más queridos que yo tenía. Allí me fui a América, hice mi propio viaje y terminé escribiendo por eso. Le debo la escritura a la muerte de mi hermano. Probablemente, nunca me hubiera convertido en escritor si no hubiera ocurrido eso, lo hubiera preferido, la verdad. Pero, bueno, ha sido como la manera que he tenido de transitarlo. Yo escribo sobre la pérdida, sobre la muerte y el duelo, esos son los temas que me interesan.
Coincidencias
−Hay hilo conductor entre tu libro “Los días perfectos” (2021) y el filme “Perfect days” (2024), más allá del tema de Lou Reed. ¿Son las dos caras de la misma moneda? ¿Viste la película?
−Sí, claro que la vi… y me fascinó. Me llamó poderosamente que el protagonista lee Las palmeras salvajes (N. del R: hay referencias similares en su libro). Fíjate que son diametralmente opuestas las dos obras, pero opuestas en el sentido de que son complementarias porque en la novela el protagonista Luis está buscando la excepción todo el rato. Es una persona que busca siempre la excepción, el día perfecto que se sale de la rutina, el día de oro. En cambio, en la película, el protagonista es al revés. No busca para nada eso, sino que lo que busca es la repetición, la ritualización de lo cotidiano, el limpiar el retrete de la misma manera, con el mismo cariño. Pasea por los mismos sitios, a la misma hora. Lo hace todo igual, pero como un ritual. Es una persona que busca asombro en lo cotidiano mientras que el mío pues persigue la excepción.
−¿Cómo sos como lector?
−La verdad es que muy desordenado, empiezo muchos los libros y termino muy pocos. No estoy muy atento como a lo contemporáneo, ni a lo último, sino que tengo interés más por los clásicos (…) Me gusta leer, pero tampoco leo tanto, sabes… porque creo que tampoco hay que leer tanto. Se pierde mucho tiempo leyendo. Hay que leer, pero hay que leer lo justo… también hay que ir a restaurantes y salir a montar en bici, yo qué sé. Hay que hacer como Montaigne, hay que mirar el mundo como un libro abierto, o sea, hay que leer en todo, no solo en los libros.
- Las despedidas. De Jacobo Bergareche. Editorial Libros del Asteroide. 168 páginas.
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