La Voz del Interior @lavozcomar: Nuestro comentario de El jockey, el filme que representa al país en los Oscar: galope al abismo

Nuestro comentario de El jockey, el filme que representa al país en los Oscar: galope al abismo

Sostener el ambicioso salto cinematográfico dado con El ángel (2018) suponía un reto límite para Luis Ortega, que sale indemne de la prueba con un largometraje aún más arriesgado y personal. De manera resonante, Remo Manfredini (Nahuel Pérez Biscayart) es una estrella trágica de la carrera de caballos, una leyenda maldita de su deporte que es llamado por el manipulador mánager Rubén Sirena (Daniel Giménez Cacho) para que vuelva al ruedo y repita viejos triunfos.

Un grupo de mafiosos integrado por los inmejorables Daniel Fanego, Roberto Carnaghi y Osmar Núñez se encarga de rastrear por una sórdida Buenos Aires al errático enfant terrible, que se arrastra como miseria humana de bar en bar.

Flaco y ojudo, de casco y anteojos negros, Remo fuma, toma whisky y aspira cocaína (que le provee un cómplice y achacado Luis Ziembrowski) con el ánimo parco y destructivo de un rockstar. En efecto, el protagonista recuerda por momento a divos como Lou Reed o David Bowie en las progresivas transformaciones que lo hace atravesar el filme en su errancia, y que incluyen un tapado de piel de travestido o un ceñido uniforme de jockey.

El protagonista de oscura ópera pop tiene su partenaire en Abril (Úrsula Corberó), que está embarazada de él sin convicción de ser madre y también es jocketa. Mientras sigue a su pareja intentando redimirlo, ella baila con él Sin disfraz, de Virus, elonga eróticamente junto con otras colegas y tiene un affaire sigiloso con la andrógina Ana (Mariana Di Girólamo). La fluidez sexual de El jockey es tan disruptiva como su mestizaje social y racial, en donde un bebé blanco puede de pronto ser negro o el departamento elegante de los Manfredini dar paso a viviendas callejeras y a personajes destruidos por la miseria.

Sin ser nunca explícito, Ortega sigue los pasos estéticos y desplazados de Léos Carax, David Lynch o Aki Kaurismäki (en el filme colabora Timo Salminen, director de fotografía del realizador finlandés) al invocar desde el artificio –desde el cine y su contundencia audiovisual– una realidad más potente que cualquier denuncia. En ese sentido, pocas películas hay más actuales que El jockey.

Un retrato atroz no puede ser redondo, y por eso el filme luce como variante inestable de la también gansteril y coreográfica El ángel, que se sostenía en el mito sólido de Robledo Puch. Acá Remo queda, en cambio, librado al vértigo único de sí mismo, y ese galope desbocado es fascinante.

Para ver “El jockey”

Argentina, España, Estados Unidos, México y Dinamarca, 2024. Guion: Fabian Casas, Luis Ortega y Rodolfo Palacios. Dirección: Luis Ortega. Con: Nahuel Pérez Biscayart, Úrsula Corberó y Daniel Giménez Cacho. Duración: 96 minutos. Calificación: Apta para mayores de 13 años, con reservas. En cines.

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