La Voz del Interior @lavozcomar: Miradas opuestas a Máxima, la serie que es furor en Max: ¿es rigurosa con la historia argentina?

Miradas opuestas a Máxima, la serie que es furor en Max: ¿es rigurosa con la historia argentina?

A favor: Un cierre impecable y con rigor histórico

Germán Arrascaeta

Por estos días, Max Original anunció la segunda temporada de Máxima, la bioserie que reconstruye la historia de amor de la joven economista argentina Máxima Zorreguieta y el príncipe Guillermo Alejandro, hoy reyes de los Países Bajos tras la abdicación de la reina Beatriz, madre del segundo.

Pero si la plataforma no hubiera avisado que tenía más contenido, hubiera estado OK. Es que la resolución de la primera temporada fue impecable, sobre todo para narrar cómo fue que Jorge Zorreguieta finalmente quedó fuera de la boda entre su hija y Guillermo, celebrada en febrero de 2002, por haber sido secretario de Agricultura y Ganadería de Argentina durante la última dictadura cívico-militar.

Jorge Zorreguieta fue alto mando del régimen de Jorge Rafael Videla, y que un príncipe se casara con su hija resultaba inconcebible para un pueblo en el que los derechos humanos fueron, son y serán prioridad, y que recibió muchos exiliados por las dictaduras latinoamericanas.

Lo cierto es que, más allá de lo artístico, son eficaces y rigurosas las escenas de la investigación del Parlamento holandés sobre el vínculo Zorreguieta-Videla; las de cómo Máxima trata de reconstruir todo desde flashbacks de su niñez y desde el encuentro de su media hermana Dolores, consciente de que su padre fue partícipe del horror; y las de Guillermo insinuando a renunciar a todos los privilegios de la monarquía por amor.

También es elevado el pasaje que recrea la capitulación de Zorreguieta luego de una dura negociación con “los tulipanes” y con su propia hija, quien al conseguir su renuncia a la asistencia a su boda le apunta: “Vos siempre me dijiste que apuntara alto; bueno, eso estoy haciendo ahora”. Y ni hablar del momento en que el príncipe y la prometida anuncian en conferencia de prensa su boda más la confirmación de la ausencia del suegro y padre de ella.

Delfina Chaves como Máxima y Daniel Freire como Jorge Zorreguieta transitan con sustancia el impreciso límite entre el amor de hija y padre y la distancia que puede acarrear el hecho de que él haya trabajado para (y suscripto a) una dictadura asesina.

“Como hija, encuentro terrible que mi padre no esté presente en mi boda, pero es así y comprendo los sentimientos de los holandeses al respecto”, se le oye a Máxima-Chaves en la recreación de la conferencia de prensa ofrecida a fines de 2001.

“Lamento la dictadura, las desapariciones, las muertes. Todos sabemos los males que causó el régimen militar y como argentina tengo mucha tristeza por ello”, sumó en ese pasaje de la serie que podría mostrarse en los colegios.

En contra: Una serie “for export” que se queda corta

Noelia Maldonado

A estas alturas está claro que Máxima no es necesariamente una producción exclusiva para el público argentino y, ni siquiera, para el neerlandés.

Máxima, la bioserie protagonizada por Delfina Chaves, es un producto pensado para ser exportado. Para que lo vea un público masivo y desinformado de todo lo que allí se expone, o al menos eso es lo que denota el guion de esta megaproducción.

Para empezar, vale reconocer que la serie va de menos a más, lo que no es necesariamente negativo, pero sí supone un riesgo. Quienes hayan visto los primeros dos o tres capítulos posiblemente se queden con la idea de que la ficción es floja y pueden desistir de continuarla.

La actuación de Chaves sí es sobresaliente (habla en español, en inglés y en neerlandés), pero las dramatizaciones son estereotipadas y la historia se parece un poco a las viejas comedias románticas en las que una-chica-conoce-a-su-príncipe-azul. Sólo que en este caso lo del príncipe es literal.

Hay en esos encuentros algunas herramientas narrativas que ya están caducas. Pero eso no es lo peor de la serie. Lo más desalentador es la pedagogía que el guion pretende hacer con el espectador a la hora de contar la feroz dictadura argentina en la que participó el padre de Máxima Zorreguieta como funcionario.

Es atendible que haya que usar ciertos recursos para acercar a un público extranjero a semejante infierno (nunca hay una forma adecuada de narrar el horror), pero el que eligieron en Máxima es paternalista y subestima al televidente. Ante eso, el espectador argentino puede llegar a sentir algo de impotencia y hasta bronca.

De todas formas, es valorable que haya una serie actual (e internacional) que vuelva sobre este tema justo ahora, cuando parece que ciertos sectores quieren poner en duda el horror de esos años.

En Máxima se ve la trastienda de las investigaciones que llevaron a la Casa Real Holandesa a negarle el matrimonio a la argentina en caso de que su padre se presentase a la boda. Es que en Europa las dictaduras gozan de muy mala fama y en la serie queda bien claro.

Por suerte, en los últimos capítulos de la ficción abandonan esas dramatizaciones infantiles y se centran en las verdaderas negociaciones para que la unión entre la argentina y el príncipe Guillermo Alejandro se concrete.

En suma, aunque ya sabemos el final de esa historia y la serie tenga muchos puntos flojos, siempre es interesante conocer la trastienda.

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