La Voz del Interior @lavozcomar: Juan Pablo Quinteros: Vengo de una familia tradicional, gorila y conservadora

Juan Pablo Quinteros: Vengo de una familia tradicional, gorila y conservadora

Nota: las fotografías que acompañan esta entrevista fueron hechas hace tres semanas. Y la entrevista se realizó antes de los grandes incendios que están afectando a la provincia en estos días.

–¡Qué linda semana! Tenés un escándalo en la Policía y la oposición pidió tu renuncia.

–Cuando el objetivo es depurar una institución, siempre saltará lo podrido. No me sorprende que pidan la renuncia porque sólo saben hacer eso: huir de los problemas y no aportar soluciones ni ideas. Siempre es más fácil criticar, te lo digo por experiencia.

–Perón acertó con vos: al final, todos son peronistas.

–Siempre fui peronista, soy el único peronista en mi familia. Mi acercamiento a Juez fue cuando él formaba parte del peronismo o, ¿o se olvidan de que él es peronista? Yo comencé a militar con él y fui funcionario suyo en la Municipalidad, en el Ersep y legislador entre 2015 y 2019. El 3 de marzo de 2019 renuncié a mi banca, a mi afiliación partidaria y me fui a mi casa. Lo hice por diferencias políticas que consideré insalvables.

–Hasta hace instantes eras opositor.

–Sigo manteniendo las mismas convicciones. Ser opositor es una tarea muy sencilla. Criticando a los que hacen se puede sobrevivir en la política, es absolutamente cómodo, pero no se mejora la vida de la gente.

–Bueno, sigamos por otro lado: ¿sos de la sagrada familia cordobesa y por eso entraste por acomodo en el Poder Judicial?

–¡No! Ni cerca. Se puede decir que nací en una familia de la Córdoba aristocrática, pero en mi familia no hay jueces ni abogados. Además del único peronista, también fui el primer abogado de mi familia.

–¿De qué tipo de familia aristocrática hablamos?

–De una familia tradicional de Nueva Córdoba, gorila y conservadora; en la que fui criado con mucho amor, cariño y valores. Soy el menor de ocho hermanos y por las diferencias de edades fui un poco criado por ellos. Estoy orgulloso de mi familia de origen. El alma de la familia Quinteros siempre fue mi mamá Chola. Ella, pese a que se fue en 2011, sigue siendo mi guía y ejemplo, y también mi ángel.

Juan Pablo Quinteros, ministro de Seguridad de la Provincia de Córdoba. (Facundo Luque / La Voz)

–De tus siete hermanos, ninguno se dedicó a la política. ¿No viste señales en eso?

–Seguramente son más inteligentes que yo. Pero a ellos, les debo mi otra gran pasión: Belgrano. Verás que no me privo de sufrir.

–Sos socio de una empresa agrícola familiar. ¿Qué papel cumplís ahí?

–Operativamente, ninguno. Es una empresa agrícola-ganadera que uno de mis hermanos, que es ingeniero, administra muy bien. Eso empezó con mi abuelo materno y sigue hasta hoy, lo que nos da la posibilidad de tener una vida más cómoda desde lo económico. La función pública no deja tiempo ni energía para otra cosa.

–Entiendo que naciste en barrio Nueva Córdoba, creciste en Nueva Córdoba y hoy vivís en un departamento que te compraste en Nueva Córdoba.

–Así es. Nací en el sanatorio Allende, me bautizaron en Los Capuchinos y mi casa paterna, donde crecí, estaba en bulevar Chacabuco al 800, frente al Palacio Ferreyra. Era otra Nueva Córdoba, un barrio donde vivían las familias más tradicionales de Córdoba, de ahí la referencia a la familia aristocrática.

–Sabés que hay otro mundo allá afuera, ¿no?

–Sabés que Córdoba es la ciudad más linda del mundo, ¿no? Nueva Córdoba es el barrio de toda mi vida. Parafraseando a La Mona, “soy un muchacho de barrio”.

–¿Qué te gusta tanto de vivir entre estudiantes universitarios y caniches?

–Bueno, esta es la nueva fisonomía de Nueva Córdoba, que también me cautiva. De los estudiantes me gustan su energía, su alegría, valoro sus sueños, las ganas de superarse, sus aspiraciones, y de los perros, su compañerismo y fidelidad incondicional.

–¿Por qué nunca te casaste?

–¡Uh, qué pregunta, Sergio! No lo sé, pero sí sé que cuando estuve en pareja me comprometí con mi compañera. También sé que intenté ser el mejor padre que pude para mis hijos. Ojalá lo haya logrado, pero no es algo que yo pueda decir. Cuando juré como ministro, lo hice por mi honor y por nuestros hijos; en definitiva, todo lo que hago es por ellos.

–¿Usaste alguna vez apps para el levante, tipo Tinder? ¿O cuál ha sido tu método?

–Jamás usé Tinder ni otra aplicación de ese tipo. Ahora estoy en otra etapa, pero, te aclaro, en cualquier tipo de relación humana nada es tan potente e irreemplazable como la comunicación verbal y el contacto cara a cara.

Juan Pablo Quinteros, en el barrio Nueva Córdoba, donde nació, creció y sigue viviendo. (Facundo Luque / La Voz)

–En 2009 estuviste a punto de morir, con un sobrepeso que te llevó a los 145 kilos. Hasta fue un cura y te dio la unción de los enfermos en la terapia intensiva.

–La experiencia más dura que me toco atravesar, tanto que me cambió la vida para siempre. No tengo recuerdos muy claros de esos días, que parecían que iban a ser mis últimos en este mundo. Cuando me desperté y me recompuse, me propuse vivir la vida como nunca antes. No me fui de vacaciones a un lugar exótico, no me fui de joda hasta reventar, nada de eso; hice un cambio trascendental que fue querer la vida con toda mi alma.

–¿Viste el túnel de luz y pegaste la vuelta?

–Cuando estás al borde de la muerte, no ves una luz, ni un túnel, ni nada de eso… ves lo que no pudiste hacer por tus limitaciones. Muchas veces la vida cruelmente nos pone límites físicos. Pero otras veces, esos límites los pone nuestra mente.

–¿Cómo era el Juan Pablo de aquella época?

–Era un Juan Pablo que no se podía atar los cordones, que no entraba en las sillas, al que todas las noches le faltaba el aire. Era un Juan Pablo que sufría. Era un Juan Pablo que también era el blanco de apodos hirientes o despectivos, que era discriminado, porque vivimos en una sociedad absolutamente discriminadora . Pero jamás pudieron doblegarme. Ahora algunos también quieren ponerme motes; algunos quieren ridiculizarme sabiendo todo lo que me costó este cambio de vida, que es un trabajo de todos los días. Y aunque con algunos de ellos compartí muchos años de mi vida y fuimos amigos, tratan de herirme. Es como si no me conocieran: ninguna ofensa, por rastrera que sea, me va a parar.

–Bajaste 80 kilos, hoy pesás 65 y sos maratonista. ¿Es una misión terminada o la pelea la seguís llevando día a día?

–Día a día . Soy un obeso en proceso permanente de recuperación. No lo hago por lo estético, sino porque la vida merece ser vivida con salud. Y me pongo en el lugar de las miles de personas que lo intentan y que no lo logran. A veces es una cuestión de voluntad, muchas otras es una cuestión económica, porque comer sano es caro. Otras veces es porque la discriminación te quiebra… Yo era sedentario, y un día empecé dando una vuelta a la manzana, cuando comencé a recuperarme pesaba 145 kilos. Un día troté 50 metros, a la semana corrí una cuadra, y así seguí, superando límites. Hasta antes de ser ministro, cuando debí dejar de entrenarme de manera constante, me bancaba 20 kilómetros diarios sin esfuerzo. Espero poder correr 10 K en la maratón del domingo que viene.

–Es una historia muy meritoria. Los periodistas te preguntan siempre sobre eso. ¿Cómo evitás convertirte en un evangelizador cargoso contra la obesidad?

–El ministerio me tiene ocupado, pero agradezco cada oportunidad que tengo para decir que es un camino tremendamente difícil que vale la pena transitar. Sé que a la persona que no padece de obesidad le puede parecer irrelevante. Pero, Sergio, se necesita mucha fe, entereza, confianza, espíritu, y también se necesita de una familia y de amigos que te sostengan para encarar un cambio de vida así. Es una adicción, y por eso también puedo entender a quien cae en otras adicciones y lucha por salir. Hay que saber pedir ayuda.

Juan Pablo Quinteros, ministro de Seguridad de la Provincia de Córdoba. (Facundo Luque / La Voz)

–Gracias a un proyecto tuyo, los supermercados de la ciudad de Córdoba dejaron de colocar golosinas en las líneas de caja. ¿Qué otras medidas tomarías en el mismo sentido?

–Hay que ir por la comida saludable. No en un término romántico, sino pensando en comer mejor, sabiendo que la mayoría de la sociedad no puede comer lo que quiere. Sacar las golosinas y los alimentos ultraprocesados de la fila del súper y de las farmacias sirve sobre todo para que los niños no se tienten durante la espera. Una vez que terminemos esta primera etapa de organización y depuración de la Policía, una de las metas es avanzar en mejorar la alimentación y el estado físico de los integrantes de la fuerza. Cuando digo que quiero dejarle a Córdoba la Policía más profesionalizada de Argentina, incluye este aspecto.

–Además de ser político, llevás otro gran peso sobre la espalda: sos hincha de Belgrano. ¿Cuándo va a ganar algo un equipo de Córdoba?

–¡No sabés lo que extraño ir a sufrir a la cancha! Ser de Belgrano es una locura que no tiene cura ni explicación. Que sea lo que Dios quiera, y Dios quiera que sea Belgrano.

–¿Has sido de los locos que siguen al equipo por todos lados?

–Sí, con mis hermanos y amigos. Y esa locura se la transmití a mi hijo Matías.

–¿Estás a favor de las SAD o estás enrolado en el romanticismo del club de barrio “pobre pero digno”?

–Los clubes fueron, son y serán de los socios. No es romanticismo, es lógica: nadie quiere más a su club que sus hinchas.

–¿Es más divertido comer asados con Artime o con Llaryora?

–”El Luifa” nunca me invitó… y ahora que lo pienso, Llaryora tampoco. Me parece que los voy a tener que invitar yo y después te cuento.

–Y esto me hace volver a la política. Recuerdo que a Llaryora lo bautizaste “el Rey del Rodillo”, porque decías que como intendente sólo se dedicaba a pintar cordones de veredas.

–”El Señor de los Rodillos”, ese fue el mote. Que hoy sea su ministro de Seguridad puede tener dos lecturas: o Martín se está desquitando de aquel apodo o es una persona que no se deja enceguecer por una crítica política. Por su apoyo constante, me hace sentir que, además de ser un gran gobernador, es alguien que no tiene rencores .

–Dejaste de bailar con Luis Juez y te metejoneaste con Schiaretti y con Llaryora. ¿Cómo fue eso?

–Luis fue delasotista, schiarettista, menemista, ultrakirchnerista, socialista, filorradical, del PRO y ahora es libertario… La verdad, no le pude seguir el ritmo. Mejor dicho: no quise dar tantas vueltas porque eso te termina mareando. A mí el que me invitó a bailar fue Llaryora.

–Durante años fuiste uno de los principales acusadores del cordobesismo: denunciaste corrupción en Epec, en el hotel Ansenuza…

–Pedí lo que pido siempre: que la Justicia investigue. Sergio, el exsubjefe de la Policía de Córdoba está preso por una investigación judicial independiente. Yo no hago tráfico de influencias ni protejo a gente, ante la Justicia deberíamos ser todos iguales. Algunos de los que livianamente me piden juicio político deben tener experiencia en apretar a jueces y fiscales (también a periodistas) cuando alguien de su espacio o de su entorno tienen que rendir cuentas.

–¿Cómo te convenció Llaryora para que seas su ministro de Seguridad?

–¡Yo lo convencí a él! La propuesta de guardias locales que presenté en la campaña a intendente fue la carta de presentación. Luego de charlas muy extensas en las que el gobernador me explicó que quería profesionalizar a la Policía, ampliar con los municipios los criterios de seguridad, invertir en tecnología para prevenir el delito, y que contra el narcotráfico la lucha iba a ser sin cuartel, me quedó claro que Llaryora es el líder necesario para este momento del país. Yo trabajo mucho, me enorgullezco de ello, pero Llaryora trabaja más y está encima de todos los temas.

–¿Pusiste alguna condición para aceptar el cargo?

–Las condiciones las pone el DT. Yo entro a la cancha, juego, meto, doy todo. Te lo resumo para que lo entiendas: “A lo Belgrano”…

Juan Pablo Quinteros, ministro de Seguridad de la Provincia de Córdoba. (Facundo Luque / La Voz)

–¿Qué indicador se puede tener para saber que Córdoba no va camino a ser otra Rosario?

–Varios. Tenemos la Fuerza Policial Antinarcotráfico, que no deja de pegarles a los quioscos de droga para que no se transformen en almacenes y de ahí pasen a ser supermercados. Eso es clave y fue un gran acierto de José Manuel de la Sota: una verdadera política de Estado. La Policía y el Poder Judicial de Córdoba no son estructuras corruptas, lo que no significa en absoluto que no existan hechos de corrupción individuales y que estamos combatiendo. Hace unos días, una policía estaba consumiendo y fue detenida por sus propios compañeros. Antes, un comisario conducía con exceso de alcohol y fue detenido por sus subordinados. El Estado cordobés tiene mucha reacción. Ahora vamos a crear, en el Ministerio de Seguridad, una dirección de inteligencia patrimonial para mejorar la información fiscal y patrimonial, para blindar a Córdoba en el lavado de activos del narcotráfico y de otros delitos. Expulsar a la familia de “Fito” Macías fue un mensaje en ese sentido. Vamos a ser hostiles en todos los frentes con quienes matan a nuestros chicos.

–¿No temías ser un ministro fusible, que saltaría ante cualquier hecho de inseguridad grave?

–Le rezo al cura Brochero todos los días para que me ilumine y me guíe. No porque tenga miedo a ser un fusible, cualquiera que se meta en el servicio público sabe que lo es, sino para que me dé la fortaleza, la serenidad, la templanza y la humildad que este trabajo requiere.

–¿Cómo estás navegando este primer escándalo policial que te toca?

–En este tipo de hechos también se ve la miseria humana, de tipos que no les importa dañar a la fuerza con tal de sacar alguna ventaja o rapiñar un puñado de votos. En lo personal, y aunque fue una piña en la boca del estómago, tengo la conciencia muy limpia y el convencimiento de que depurar la fuerza es el camino más difícil, pero el único posible.

–¿Qué cambió en la Policía de Córdoba desde el asesinato del adolescente Blas Correas hace cuatro años?

–El asesinato de Blas provocó un cambio en la sociedad, no sólo en la Policía. La nueva formación de policías está atravesada por la tragedia de la familia de Blas, en particular de Soledad, su mamá. Los policías que egresen estarán mejor formados. La currícula contempla una formación en la cual se privilegia al ciudadano sobre el camarada. Vuelvo a los ejemplos que algunos llaman “escándalos”: fueron policías quienes esposaron al ex subjefe de Policía. Así como la FPA fue un gran acierto de De la Sota, el cambio de la formación policial lo fue de Juan Schiaretti. Políticas de Estado. Y, de nuevo, la independencia de poderes: la Justicia investiga y actúa y desde la política no interferimos.

–Ahora es común ver a policías golpeados por vecinos en medio de los procedimientos. ¿Cómo analizás eso?

–Con muchísima preocupación. Ojo, también pasa con los médicos, con las maestras. Es una sociedad cada día más compleja, con altos niveles de exclusión y segregación, y con problemas de consumo de drogas.

–En la cárcel de Bouwer hoy están detenidos policías de alto rango, autoridades de Bomberos, autoridades del Servicio Penitenciario, funcionarios de Defensa Civil… Difícil pensar que sean casos aislados. ¿Hay un trasfondo delictivo común en las fuerzas cordobesas de seguridad?

–Es evidente que algunos se valieron del uniforme para delinquir. Pero el hecho de que estén detenidos en una cárcel común demuestra que ser parte de una institución no te da protección, y menos impunidad.

Juan Pablo Quinteros, ministro de Seguridad de la Provincia de Córdoba. (Facundo Luque / La Voz)

–¿Hacen falta más cárceles en Córdoba?

–Sí. Se está ampliando la cárcel de Bouwer, pero se necesitan más cárceles. También, mayor agilidad en los procesos judiciales, para que el delincuente sea rápidamente condenado y el inocente sea rápidamente liberado del proceso penal.

–¿Cómo es la relación con el gobierno de Milei en las cuestiones de seguridad?

–Excelente. Tenemos contacto permanente con Patricia Bullrich, quien ha mostrado un enorme compromiso con Córdoba. Esta semana, la Policía de Córdoba fue incluida en Amerpol, que es una comunidad de policías de América latina que colaboran con información, capacitación y operativos conjuntos; se anunció que habrá mayor cooperación de fuerzas federales para prevenir los delitos más graves, y se confirmó que Prefectura Naval tendrá una base en Córdoba por primera vez en su historia, custodiando los lagos de la provincia. Esto se logra por el trabajo conjunto y con un único interés: tener más y mejor seguridad.

–¿Cuál es tu opinión sobre que se pueda imputar a chicos de 14 años que cometen delitos?

–Es una discusión muy profunda. No se puede generalizar cuando hablamos de “delitos”, porque hurtar una bicicleta es un delito, pero no se equipara con asesinar a una persona. Si un adolescente comete un crimen y tiene conciencia de ello, debe ser sometido a un tratamiento judicial y penitenciario diferenciado, acorde al daño que comete. Pero, insisto, es una discusión profunda y que deberán abordar con coraje y sin especulaciones los representantes en el Congreso Nacional. Ojalá se animen.

–¿Cuál de las siguientes instituciones cordobesas es más inútil: la Defensoría del Pueblo, el Ersep o el Fuero Judicial Anticorrupción?

–Esta opinión es a título personal: el Fuero Anticorrupción debería cambiar para que todos los fiscales investiguen hechos de corrupción. Sobre los otros dos, en ese orden. Fueron buenas iniciativas, pero no cumplen el rol que la ciudadanía requiere.

–¿La política te ha dado más alegrías que haber adelgazado?

–La política me da satisfacciones todos los días porque es una fuerza que transforma a la sociedad. Hay días en que se logran grandes cambios, pero la mayoría de las veces son las pequeñas cosas las que hacen la diferencia. La política me dio la posibilidad de llevarle un plato de comida a la gente en 2003/2004, cuando este país estaba en el fondo del pozo. ¿Sabés lo que era poner el “Vale lo Nuestro” en una familia que no tenía qué comer? Ahora me da la posibilidad de dejarle a Córdoba una mejor fuerza policial. Tenemos el mejor Jefe de Policía, el general “Leo” Gutierrez es lo que quisiera de cada uno de los integrantes de la fuerza, con su profesionalismo, compromiso y valores. Ojalá juntos lo podamos lograr. Adelgazar fue una necesidad para poder vivir, y lograrlo me demostró a mí mismo que los únicos límites que tengo son los que pone Dios.

–Un político no existe sin ambiciones. ¿Cuáles son las tuyas?

–Dormir con la conciencia tranquila por haber dejado todo de mí en la función pública. Si te referís a cuestiones electorales, sólo los políticos que no tienen tareas de gobierno, aquellos que cobran de la política pero ni siquiera pudieron dirigir ni el centro de estudiantes del colegio, o chocaron lo que tuvieron a mano, tienen ambiciones todos los días y piensan en la próxima candidatura. Los que laburamos no tenemos tiempo para eso.

–¿Has disparado armas de fuego?

–Sí, con el jefe solemos ir al polígono. También he disparado las Byrna, que son las armas no letales que les estamos dando a los policías de Córdoba.

–¿Cuál fue el episodio más violento en el que estuviste involucrado en tu vida?

–En 2001 me asaltaron en Cañada y San Luis para robarme un reloj, yo estaba parado esperando la luz verde del semáforo y me dispararon con un 38 largo. El ladrón no me mató porque no quiso o Dios determinó que no era mi momento. Me apuntó a la cabeza, y cuando decidió disparar bajó el arma y tiró a la puerta del auto, la bala quedó incrustada en la cremallera del levantavidrios.

–¿Cuál es el sentido de la vida?

–Poder disfrutarla.

–¿Alguna vez probaste drogas ilegales?

–Nunca.

-¿Sabés cocinar?

–Si tengo todos los elementos. Hago un omellete excelente.

–¿Qué vamos a ver antes? ¿Argentina potencia o Belgrano campeón?

–Ojalá muy pronto veamos las dos cosas. Todos los argentinos estaremos mejor, y más de la mitad de Córdoba, feliz.

Soltero y padre de tres hijos

Juan Pablo Quinteros es abogado y trabajó 14 años en el Poder Judicial de Córdoba. Fue funcionario municipal del intendente Luis Juez, vocal del Ersep y legislador provincial entre 2015 y 2019, año en el que renunció a la banca. Sigue soltero, luego de la separación de la mamá de sus tres hijos (María Paula, Valentina y Matías). Le gustan las series policiales como La ley y el orden.

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