Qué camino estamos transitando
La hipótesis que trataremos de probar y que, según las encuestas que se conocen, hoy comparte el 50% de la población es que con esta nueva administración estamos recorriendo el camino más correcto, desde el punto de vista de la economía global. Esto en comparación con las últimas administraciones, y no de cara al presente, sino a un futuro inmediato.
Nos basaremos en los resultados que se vienen obteniendo en los primeros nueve meses de gestión. También intentaremos exponer cuáles son las causas del freno o de la ralentización en los avances de esos nuevos objetivos.
Resultados
Partiendo de una situación desesperante en el estado general en que se encontraba el país, el haber logrado un resultado fiscal positivo –léase: superávit fiscal–, en un marco de reducción de la recaudación impositiva, coloca este logro como el más importante de las últimas seis décadas.
Se consiguió ahorrar 5,6 puntos porcentuales del producto interno bruto (PIB), a la par que los ingresos fiscales se redujeron en 0,8 puntos.
Se evitó una hiperinflación, con todas las desgracias que este fenómeno conlleva, al pasar de una inflación de 25% en diciembre del año pasado al 4% actual, con perspectiva a mayor baja en los próximos meses.
Se están eliminando muchos gastos de corrupción y se están desregulando exigencias que eran cómplices de esos negocios espurios.
Claro que aún debemos recuperar reservas para lograr la necesaria quita del cepo cambiario a los efectos de conseguir confianza, que es el único ingrediente que no tenemos. Además, es necesario aliviar la enorme carga a la producción agrícola, mayor generadora de divisas, tan necesarias para producir más.
Desde 1970 hasta el año pasado –es decir, durante 53 años–, el país soportó déficit fiscal durante más del 80% del tiempo (43 años).
En gran proporción, el origen de este deterioro heredado fue debido a políticas populistas, que provocaron gastos improductivos por parte del Estado, los cuales no generaban producción y sí incrementos de la demanda de bienes y servicios. Es decir, fuimos a contramano de esa verdad que dice que nadie puede consumir sin producir, salvo los niños, los ancianos y los imposibilitados.
Estos desfases eran cubiertos por valores récord de presión fiscal, lo que desalentaba la inversión; por mayores endeudamientos, lo cual hipoteca el futuro, y con una constante emisión monetaria, principal causante de la inflación que devasta y crea más pobreza.
Podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que en definitiva el gran problema de nuestro querido país es de cantidad, de volumen de producción, y esto marca la diferencia que tenemos con los países más prósperos del mundo.
Gastos improductivos
Veamos algunos números que nos demuestran el persistente deterioro de la economía nacional y, por ende, el incremento de la pobreza en los últimos 20 años.
Uno de los gastos más significativos de las políticas equivocadas de las distintas administraciones, en ese período, fue el enorme incremento en la cantidad de trabajadores de los tres niveles de gobierno.
Por ejemplo, en 2005 eran aproximadamente 2,6 millones los empleos que, al decir de los economistas, en su mayoría constituyen una “ocupación disfrazada”.
A mediados de 2023, esa cifra ascendía a 3,9 millones, aproximadamente, es decir, un incremento del 50%, cuando la población aumentó en ese lapso sólo el 20%.
La pregunta que cabe aquí formular es si con semejante incremento en la planta de personal mejoraron los servicios que presta el Estado.
Desde el 10 de diciembre 2023 hasta la fecha, la actual administración redujo la planta de empleados públicos en más de 30 mil agentes y todo sigue igual, ni mejor ni peor.
Para comparar con nuestros vecinos, Argentina gasta en personal el 8,4% del PIB; menos que Brasil, que eroga el 12%, pero más que Chile, Uruguay y Perú, que gastan en este rubro entre un 6% y un 7% del PIB cada uno.
Conclusiones
Convengamos, entonces, que el estilo de este Gobierno es nuevo, hasta ahora totalmente desprendido de objetivos demagógicos y corruptos, ya que no podemos dejar de reconocer que se dice la verdad y que se ejecuta todo lo que se prometió.
Tampoco podemos decir que no tengan muy claro que este es el camino que deben y quieren transitar, a pesar del descontento de muchos que contaban con prerrogativas injustas y que luchan y lucharán para recuperarlas, en detrimento del progreso global del país. Es patente que en el Gobierno están convencidos de que esta es la forma de conseguir la normalización de la República y que, además, piensan que tenemos todo para recuperar lo que nos corresponde, por herencia divina.
Estamos viendo datos que revelan un camino acertado. Estos números corroboran una senda prolija, la más lógica de todas las encaradas hasta aquí. Pero lamentablemente observamos, también, que a diario se cometen torpezas políticas, la mayoría de las cuales no se entienden, y que indudablemente retardan el avance de semejante sacrificio nacional. Un verdadero pecado.
No queremos pensar que esas equivocaciones se producen porque están en el ADN argentino, pues en ese caso perderíamos todas las esperanzas, circunstancia esta que todavía no creemos, especialmente cuando contemplamos nuestro lejano derrotero.
* Licenciado en Economía
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