La Voz del Interior @lavozcomar: Una larga agonía: el declive de la Argentina

Una larga agonía: el declive de la Argentina

El notable historiador argentino Tulio Halperín Donghi le dio a la historia de las ideas obras imprescindibles, entre ellas, un libro que puede leerse en clave contemporánea.

Allí se explica una sociedad transformada por la irrupción de Juan Domingo Perón al poder y la construcción de un Estado proveedor y tutelar que otorgó beneficios y derechos como nunca antes en el país. Ese primer gobierno (1946-1952), y más precisamente sus tres primeros años, fue notable en la expansión de beneficios a la población.

Pero hacia 1950 aparecen las restricciones económicas, producto de un país que no puede quebrar su dependencia de las divisas agropecuarias y que no tiene un aparato industrial capaz de competir en el mercado internacional.

Su fuerza es el mercado local, no tan grande, menos exigente, protegido en exceso, pero un vehículo óptimo para componer una sociedad que consumía al ritmo de las bondades de la transformación peronista.

Esa fecha puede tomarse como el inicio de la larga agonía (de la Argentina peronista, como tituló su clásico ensayo Halperín), caracterizada por una sociedad que demanda sin pausa y un país que no puede cubrir sus expectativas.

Ni el propio peronismo pudo satisfacerlas en su vuelta en los años 1970, ni tampoco los accidentados y violentos 30 años que pasaron antes del retorno a la democracia.

Ilusión y caída, auge y crisis

Un interminable declive de un país que se esfuerza en fracasar sin pausa. Con una gran parte de la sociedad manteniendo viva la memoria de un corto ciclo en el que se imaginó próspera. Realidad y mito, utilizados a diestra y siniestra por una dirigencia unida en su derrotero errático. Una clase política que se ocupó del poder pero que abandonó –por ineptitud, desinterés o anomia– los esfuerzos consistentes para construir una sociedad desarrollada.

La experiencia de los últimos 25 años, concluida en un fracaso estrepitoso, se puede leer como una continuidad de un ya largo declive, con oasis de pequeños ciclos de crecimiento. Engañosos, por cierto. No porque los números los desmientan, pero sí por la fragilidad expresada en su brevedad y escasa consistencia.

Los episodios que envuelven al expresidente Alberto Fernández son una manifestación más de esa extensa agonía, en su faceta moral. Pero sería un error analizarla sólo en clave individual. También los innumerables negocios que se hacen aprovechando los beneficios del Estado, la cercanía al poder o el amiguismo prebendario.

En estas cosas, el concepto de casta cobra fuerza explicativa.

Que la larga agonía de la sociedad argentina concluya es un problema para resolver por ella misma. A través de las decisiones públicas que tome, eligiendo procesos consistentes o ilusiones de consumo pasajero, rompiendo una inercia destructiva que sólo mira un pasado demasiado breve, demasiado contaminado de mitos como para ser la piedra sólida sobre la cual construir un futuro más o menos previsible.

* Periodista

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