Nuevos triunfos, de mano de la política tradicional
Entre políticos, historiadores, analistas y periodistas, se ha difundido la idea, ciertamente pretenciosa, que proclama la existencia de una suerte de ruptura epistemológica en el campo del análisis de los fenómenos políticos.
Habría caducado el modo tradicional de analizar estos hechos y, en su reemplazo, se habría instalado para siempre una nueva forma de valoración y ejercicio de la política, aferrada a la franqueza, la frontalidad, la intolerancia a la disidencia, el insulto al oponente y el desprecio por las ideas que no fueren las propias.
Se entiende que esta forma de hacer política es “genuina” y se opone a la tradicional, impregnada de mendacidad, corrupción y despilfarro de recursos del Estado.
Jubilar a Maquiavelo
El principal argumento a favor de este nuevo estilo es de tipo fáctico: los resultados obtenidos en materia de apoyo popular, conforme con las encuestas y estudios que circulan, señalan que el presidente Javier Milei aún conserva la adhesión de amplias franjas de los votantes que lo llevaron a la presidencia.
Ya se sabe que el ajuste no sólo está siendo pagado por “la casta”, sino también por la ciudadanía corriente, comerciantes e industriales que vieron caer sus ingresos y disminuir su nivel de actividad económica, trabajadores activos y pasivos cuyos ingresos ya no rinden como antes. El ajuste es severo y la inflación se resiste a bajar más allá del 4%.
Pero, aun así, Milei conserva un amplio respaldo, fenómeno notable que quiebra el comportamiento tradicional del electorado, siempre inclinado a mudar de simpatías apenas percibe que su situación personal no mejora con suficiente rapidez.
Todo esto justifica la percepción del Gobierno acerca de que el camino y los modos elegidos son los correctos. Ha sido acertado jubilar a Nicolás Maquiavelo y haberlo confinado al desván de Clío, junto a sus sutilezas, maniobras y bisturíes políticos.
Es hora de que reine la brocha gorda porque, puede verse, colecta la simpatía popular en tanto denota una rústica pero enérgica voluntad de transformación y restringe los fondos de numerosas cajas de la política, cortando con los modos dispendiosos instalados por el peronismo y vigentes desde hace décadas.
Es muy probable que Milei prefiera recorrer el mundo recitando la bolilla uno del liberalismo. Eso le permite regocijarse con los aplausos recibidos por sus exposiciones elementales. Pero se ha visto obligado a ocuparse de algunos asuntos locales, y esto es algo que lo aburre y fastidia.
Por fortuna, la política tradicional, tan despreciada, ha concurrido en su auxilio con negociaciones, acuerdos y el tradicional “toma y daca”, que supone compensaciones materiales (obras en las ciudades de los diputados seducidos, por ejemplo) a cambio de los votos que le permitieron al Presidente un par de nuevos éxitos.
Ha sido la denostada negociación lo que ha logrado dejar firme el veto a la Ley de Movilidad Jubilatoria y la aprobación en el Senado de la boleta única de papel, para lo que contó también con el apoyo de algunos legisladores a los que había calificado de degenerados fiscales. Por suerte, los senadores aludidos dejaron de lado semejante delicadeza y se sumaron a la aprobación de un instrumento electoral que puede resultar decisivo.
Pulcritud radical
El respaldo del veto presidencial a la ley jubilatoria por parte de un puñado de diputados radicales ha vuelto a evidenciar un problema crónico y existencial que sobrevuela la UCR, de no fácil resolución.
El partido de Hipólito Yrigoyen vive una tensión permanente entre dos atracciones incompatibles. Un sector se encuentra fuertemente inclinado hacia las políticas populistas que emanan del peronismo, sobre todo en su versión kirchnerista, que es la predominante. Algunos cruzaron ese alambrado con gran entusiasmo.
Otros prefieren una alianza con el liberalismo de Mauricio Macri o de Milei. El voto de respaldo al veto presidencial ha alzado voces de furia que reclaman sanciones severas y aun expulsiones para quienes desoyeron la decisión mayoritaria del bloque.
Es curioso: la UCR es presidida por quien fue ministro de Economía de Cristina Kirchner y protagonista casi excluyente del enfrentamiento entre el gobierno nacional y el campo en 2008, ocasión en la que hizo conocer sus puntos de vista críticos al sector agropecuario y su rol en la economía.
Antes, la UCR había cedido a uno de sus principales dirigentes nacionales para acompañar a la señora de Kirchner en la fórmula presidencial.
Semejantes antecedentes apuntan una fuerte propensión hacia el populismo, y es probable que este tenga multitud de cultores desde siempre en el radicalismo y sea el mayoritario por estos días. Por eso aflora con alta indignación en ocasión de apoyos a Milei, del mismo modo que lo hizo al momento de la alianza electoral con Macri, que en última instancia fue aceptada de un modo forzado y a disgusto.
Con el paso de los meses, es probable que se vaya consolidando una nueva integración de los dos polos, que son históricos y tradicionales en la política argentina. Uno, proteccionista y populista; el otro, partidario del libremercado y el equilibrio fiscal. La UCR deberá decidir en qué lado de la política se siente más representado.
* Analista político
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