La Voz del Interior @lavozcomar: El regreso del doctor Gómez (o la ciencia en Argentina)

El regreso del doctor Gómez (o la ciencia en Argentina)

Hace 35 años, fue publicado mi artículo “Que un investigador tire la primera piedra”, en el que reseñé la “historia del Dr. Gómez”. Transcurría la segunda etapa neoliberal (1989-1999), luego de la de 1976-1983 y previa a la de 2015-2019. Hoy, en pleno neolibertarianismo, regresa el Dr. Gómez, con más canas y experiencias.

Aquel artículo, con vivencias de un investigador y sus peripecias para sobrevivir en la ciencia, mantiene una dura vigencia. Se mencionaba: insensibilidad de funcionarios y carencia de política científica. Y se reiteraba: “¿Para qué sirve la investigación si compramos todo afuera, pagamos patentes y trabajamos temas de moda pretendiendo descubrir la pólvora?”.

Para no ofender a defensores-de-lo-nuestro, se ubicó en un utópico país: Latinolandia, al sur del río Grande, con universidades que rinden sólo entre el 15% y el 25% de egresados, orgullosas de que los mejores migren y se “destaquen” en el Norte.

La investigación del Dr. Gómez en una universidad pública se subordina a los vaivenes socio-político-castrenses, basculando desde ciencia pura hasta enfoques nacionales aplicados. Porque hay épocas donde se “debe” investigar la Curritis Endémica, enfermedad del Sur, donde están los pocos dineros para ciencia.

El Dr. Gómez hizo méritos, ganó una beca en un laboratorio del Norte y regresó al terruño con hermosas fotos, algún electrodoméstico y un tema de trabajo que, por la masa crítica local, lo hará sentirse el rey del tema.

Para su investigación, necesita productos no fabricados en Latinolandia y, luego de luchar contra la “burrocracia”, tuvo que entrar en el Currum Nationale. Los burócratas no entienden que una investigación no se planifica con tres o cuatro años de anticipación y que la importación libre de impuestos depende de funcionarios ignaros. Si necesita un producto dentro de dos meses, no puede iniciar un trámite de dos años.

Mientras criaba su úlcera, el Dr. Gómez recibió una donación extranjera. “¡Ahora sí, no puede haber problemas porque el Estado no gastará nada; es un regalo y las donaciones sin fines de lucro pueden entrar libremente al país!”. Pues no, él tuvo que justificar repetidamente la donación y demostrar que el donante era un donante.

En sus insomnios, el Dr. Gómez imagina una Latinolandia molesta porque él se hubiera merecido una distinción y sueña con asesores científicos legislativos independientes del color político.

Aquí y ahora

En un salto hasta el siglo 21, el Dr. Gómez encuentra un panorama kafkiano. Los políticos ignoran el sentido de ciencia, tecnología y universidad, el flamante presidente desecha logros y amenaza eliminar la estructura científica: 30 mil científicos y técnicos, 310 institutos en 15 centros de investigación y transferencia, miles de proyectos financiados, 55 empresas con base tecnológica y una ley de financiamiento para llegar al 1% del producto interno bruto en 2030.

Un desguace científico inédito, aplaudido por la ultraderecha global pero anticipado en los sangrientos años 1970. En 1993, cuando el Banco Mundial ordenó privatizar el Conicet y la Comisión Nacional de Energía Atómica, frenado por los científicos; o en 1994, cuando el ministro Domingo Cavallo mandó a los investigadores a lavar los platos.

Como respuesta, científicos del planeta y cartas de 68 premios Nobel se preocupan por la ciencia y el desarrollo del país, y rechazan decisiones para ahogar décadas de esfuerzos y logros en ciencia y tecnología argentinas. Mientras, para el Presidente, el cambio climático es “mentira socialista” y las empresas contaminan mientras convenga al mercado.

Por ahora, el Conicet sobrevive dirigido por un veterinario clonador de caballos para polo; autocalificado como “novato” en política, opina que los científicos deben autofinanciarse.

En Educación, ahora secretaría, un profesor defiende la enseñanza privada y confesional arancelada.

La cartera de Salud, inicialmente “desaparecida”, a cargo de un doctor en Ciencias Políticas, con menor presupuesto impulsará la privatización y la abolición del acceso a la interrupción voluntaria del embarazo y la educación sexual integral.

La Argentina de las dictaduras y los genocidios pocas veces enfrentó este irracional cambalache de política científica. La censura contra el Inta es sólo parte del horror: presupuestos restringidos, expulsiones y bloqueos del sistema científico, desguace de líneas de investigación, freno de transferencias productivas de bienes y servicios, cambios de estructuras jurídicas, eliminación de competencias, entrega a empresas extranjeras y perturbación de participación gremial.

Pensamiento crítico

La academia y los políticos, en plena vorágine neoliberal del costo-beneficio, sostienen que cultura y conocimiento deben ser rentables, con grotescas mezcolanzas entre público y privado, humanidad y contaduría, críticos y aduladores. Y los medios públicos de comunicación al borde del precipicio.

La ausencia de pensamiento crítico, grave en intelectuales y científicos, los enfrenta a una desigual batalla con la hegemonía mediática, que no dispone de argumentos, sino de enormes espacios de aire, pantallas, papel y bytes. El éter desborda de posverdad y seudociencia, y el público los absorbe con fluidez, porque es más fácil y más rápido.

El pensamiento crítico articula con compromiso político, es práctica basada en teoría, y teoría con trascendencia. La burocracia en el pensamiento crítico finaliza en despolitización y propósitos neoliberales de discurso vacío, de palabras sin práctica y de práctica sin ideales. Y el antiintelectualismo alimentando la falsa noción de que la democracia significa que “tu conocimiento es tan válido como mi ignorancia”.

Académicos, funcionarios y políticos parece que no han descubierto que no existe el “libre mercado”, sino el gallinero al cuidado del zorro; ni “la teoría del derrame”, nunca vista en el planeta; tampoco el “fin de la historia”, porque la historia continúa. Y que la reducción economicista, la seudomeritocracia, la competencia individualista, la economía para pocos sólo llevan a un rampante neocolonialismo.

Neocolonialismo que Franz Fanon conceptuaba como “ser colonizado es mirarse a uno mismo con la mirada del dominador”. O evocando a Antonio Gramsci: “Entre el tiempo viejo que no termina de morir y el nuevo que no termina de nacer, emergen los monstruos”. Los viejos y los nuevos tiempos son conocidos; los monstruos también.

* Profesor emérito (UNC); investigador principal de Conicet (jubilado)

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