La Voz del Interior @lavozcomar: El Concejo Deliberante de Córdoba, en su momento más chato

El Concejo Deliberante de Córdoba, en su momento más chato

Los contrastes son terribles. Hace poco inauguramos el edificio nuevo del Concejo Deliberante de la capital. A los cordobeses nos costó unos U$S 15 millones la construcción de una obra colosal y moderna, donde desempeñará su trabajo la institución legislativa de la ciudad.

No es ni culpa ni demagogia, pero creo que es natural sentir que la responsabilidad como representante del pueblo de Córdoba se agranda al sentarse en oficinas con ventanales gigantes que dan al Suquía, aire acondicionado, computadoras, asesores y buenos sueldos, mientras conocemos noticias como las que publicaron en días recientes Unicef o la Universidad Católica Argentina. El 63% de los niños en nuestro país se encuentran por debajo de la línea de la pobreza, por mencionar algún dato.

Mientras tanto, en el Concejo seguimos discutiendo un privilegio de casta. Hace unas semanas, el peronismo aprobó la institucionalización de la virtualidad, al permitir que los ediles participen de manera remota en las comisiones y las sesiones del cuerpo. Una medida propia de la pandemia, que las legislaturas provinciales, como el Congreso Nacional, desecharon hace tiempo.

Falta de debate

Temerosos del debate y la exposición, se cubren con una medida inaudita para cualquier trabajador que recorre la ciudad a diario o para cualquier ciudadano que desee interpelar a sus representantes en las sesiones, como sucede a menudo en la Plaza de Mayo de la ciudad de Buenos Aires.

Seguidamente, el mismo peronismo votó en contra del tratamiento sobre tablas de siete proyectos del bloque UCR, que iban desde solicitudes de informes por gruesos desaguisados como el “plan plantita”, la designación de una fecha fija y cierta para las elecciones municipales, hasta el pedido de renuncia a Fernando Espinoza, intendente de La Matanza, como presidente de la Federación Argentina de Municipios, por la reciente acusación de violación.

Es decir, sucedió lo que venimos viendo desde que asumimos en diciembre. El peronismo, sentado en su mayoría automática (garantizada por la virtualidad), ha pisado toda iniciativa de la oposición y ni siquiera ha dado tratamiento a los proyectos en las comisiones, presididas, casi todas, por ellos mismos.

Pero este vacío no lo han llenado con proyectos o ideas. Este es otro de los papelones: hasta esta fecha, el Concejo aprobó, merced a la bancada oficialista, casi 200 beneplácitos y reconocimientos, mientras que sólo seis proyectos del cuerpo han terminado en ordenanzas. Todo esto en casi nueve meses de “trabajo” legislativo.

Descrédito político

Esto no es azaroso. Hay una lógica de desacreditación de las instituciones de Córdoba que reconoce una sola razón política: la obsesión del peronismo por acallar las voces críticas y que en la provincia y en la ciudad se repitan como mantra los mensajes del Gobierno. Esta es la plataforma que todos los regímenes populistas y autoritarios necesitan para sus negocios y sus ajustes, esos que no pueden explicarle cara a cara a la ciudadanía.

¿Cómo se explica, sino, que en la ciudad estemos transitando el quinto período consecutivo de emergencia económica, administrativa, social, sanitaria y de servicios públicos, que le quita atribuciones al Concejo para dárselas al Ejecutivo? ¿Cómo se explica el manoseo que tanto en la Legislatura como en el Concejo el oficialismo peronista hace de los reglamentos internos?

Mientras que más del 80% de las ordenanzas han sido declaraciones y menciones, en el caso de los proyectos presentados por el radicalismo (no tratados ni en sesiones ni en comisiones), los porcentajes se invierten: 87% de iniciativas reales, 13% de beneplácitos.

Para cada una de ellas hemos estudiado, entrevistado a especialistas, recorrido el territorio.

Hemos aportado soluciones para el dengue; para la situación crítica de la farmacia municipal, de los dispensarios y de la Tamse; brindamos ideas para las escuelas municipales, para gestionar los parques educativos, para modernizar el régimen electoral, para vincular a la ciudad con las necesidades de las personas con discapacidad; pedimos informes sustanciados sobre cuestiones sensibles y mal gestionadas, como la Guardia Urbana y la renovación de los contratos de transporte.

Todo fue obstaculizado y anulado por el peronismo con su mayoría automática.

Su modelo es el de una Córdoba callada y a la orden de este gobierno ya desgastado por tanto tiempo en el poder. En el radicalismo repetimos la vieja frase de Roberto Arlt que no pierde vigencia: el futuro se conquista con la prepotencia del trabajo. Con ese método vamos a devolverles a las instituciones la calidad y la entrega que los cordobeses nos merecemos.

* Concejal de la ciudad de Córdoba (UCR)

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