Javier Milei redescubrió la política
Una conocida sentencia de George W. Hegel señala que “el búho de Minerva levanta su vuelo al atardecer”. La interpretación más obvia de esta frase alude a que la sabiduría llega con los años, cuando arriba la madurez con su carga de experiencia y de hechos vividos, que suponen un inevitable aprendizaje. Minerva (Atenea para los griegos) es la diosa romana de la sabiduría, atributo que se extiende al búho, su inseparable compañero.
Desafiante y ajeno a la advertencia del filósofo alemán, Javier Milei ha endosado decisiones políticas muy importantes en su joven asesor estrella Santiago Caputo, al que atribuye un coeficiente intelectual más elevado que el de los políticos y periodistas que han osado cuestionarlo. “Juega a la mancha con los aviones”, certifica el Presidente, utilizando una ocurrencia cordobesa popularizada por Luis Juez, que suele deleitar al periodismo porteño con sus humoradas.
Lo sabemos: los asuntos de la política aburren a Milei, cuyos meandros y pasadizos secretos desconoce y, además, no le interesan. Su única obsesión es la economía y más específicamente el abatimiento de la inflación. Pero los hechos se concatenan y la política está en todos lados.
Cachetazos
Esta ligereza hizo que en los últimos días el Gobierno haya recibido varias bofetadas provenientes del Congreso.
Una de ellas fue el nombramiento de Martín Lousteau al frente de la comisión bicameral que monitorea a los organismos de inteligencia. El presidente del radicalismo, siempre propenso a aliarse con el peronismo kirchnerista y siempre atento a la posibilidad de horadar al Gobierno como sea, percibió la debilidad y se quedó con el cargo, secundado por Leopoldo Moreau, otro radical aunque más avanzado en la ruta que parece intentar Lousteau.
También fue rechazado el DNU que arrimaba fondos a la Side y fue aprobada una reforma jubilatoria demagógica, cuya vigencia impactaría en el intento oficial de lograr el equilibrio fiscal.
A todo esto se suma la pretensión presidencial de nombrar el juez Ariel Lijo como nuevo ministro de la Corte Suprema de Justicia, algo que genera altas resistencias incluso entre los aliados más cercanos a Milei.
Mauricio Macri ya se ha pronunciado en contra y, hace pocos días, la vicepresidenta Victoria Villarruel se añadió a la larga lista de rechazos. Esto deja al Presidente en manos del kirchnerismo, con el alto costo político que ello significa.
El listado de dificultades continúa con la segregación de la diputada Lourdes Arrieta y la separación del senador por Formosa, Francisco Paoltroni. Este último conflicto hizo recrudecer las tensiones con Villarruel, que lo defiende y se niega a expulsarlo del bloque de senadores libertarios.
Rectificaciones
Pero estos tropiezos no han sido en vano. El Presidente, quizá siguiendo un consejo de Macri, se ha inclinado hacia el diálogo con su propia gente y con sus aliados más cercanos.
Milei parece haber descubierto que no todo es economía, que la política también existe. Al menos por el momento dejó a un lado su temperamento prepotente, desoyó los consejos de su principal asesor y, mientras este juega con los aviones, el Presidente, ganado por la modestia aunque a regañadientes, dedicará algunas horas a fastidiarse hablando con sus amigos y aliados del Congreso.
Es razonable: Milei posee un pequeño destacamento de diputados y senadores. Sus opositores, al menos en algunos temas, están al borde de los dos tercios. El Presidente carece de las fuerzas suficientes para hacerse el valiente. Para colmo, no sólo va perdiendo diputados y senadores sino que los propios aliados no lo votan. Incluso la vicepresidenta se le planta.
Y aquí no hay margen para el bluff. Se cuentan los porotos y todo queda claro. Ya sabemos de antemano la fuerza que tiene cada uno. Por eso resulta muy sabio ponerse a conversar en vez de insultar a aquellos cuyos votos necesita.
La política acepta mejor las palabras que los puñetazos sobre la mesa. Y destina miradas burlonas a quienes gritan pero no tienen la fuerza física (votos, por ejemplo) para imponer lo que proclaman hasta ponerse afónicos.
El gran acierto de Milei ha sido percibir la demanda de una mayor cuota de energía por parte de los votantes. Ello le ha valido el alto privilegio de un respaldo popular inusitado, que se prolonga en el tiempo aun cuando no se verifiquen buenos resultados en el plano económico.
Pero el Presidente no está obligado a reiterarse en su estilo prepotente y tontamente agresivo. Resulta muy bueno que intente el abandono de su estilo rústico y picapedrero en lo que a política se refiere. No siempre es tiempo de choques frontales. Sutilezas, tangentes y caminos indirectos son el pan de cada día de la política. Y nunca es tarde para innovar y aprender este nuevo lenguaje.
* Analista político
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