Esperanza en acción
Desde hace varios años, a partir del decreto 982/98, el mes de agosto está dedicado a promover la solidaridad, ya que cada 26 de agosto es el Día de la Solidaridad. La conmemoración es por el nacimiento de la Madre Teresa de Calcuta, cuyo testimonio trascendió los límites de la Iglesia Católica. Ella fue, con su vida, un signo profético para la humanidad.
Con el lema “Todos hermanos”, iniciábamos este mes con el llamado de ir en ayuda de nuestros hermanos más necesitados, de comprometernos con la solidaridad, al servicio de los demás, en especial de los más vulnerables.
Y la solidaridad va de la mano de la esperanza. Repetimos siempre aquel dicho popular: “La esperanza es lo último que se pierde”. El Catecismo de la Iglesia nos dice: “La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; (…) protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; (…) el impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad”. Por eso, la solidaridad es la esperanza en acción.
En la Bula de Convocación del próximo Jubileo 2025, el papa Francisco nos invita a ser “peregrinos de esperanza”. Y nos exhorta fuertemente a no bajar los brazos y a vivir una cultura de la solidaridad: “Imploro, de manera apremiante, esperanza para los millares de pobres, que carecen con frecuencia de lo necesario para vivir. Frente a la sucesión de oleadas de pobreza siempre nuevas, existe el riesgo de acostumbrarse y resignarse”.
Por otra parte, también nos invita a agudizar nuestra mirada alrededor: “Pero no podemos apartar la mirada de situaciones tan dramáticas que hoy se constatan en todas partes, no sólo en determinadas zonas del mundo. Encontramos cada día personas pobres o empobrecidas que a veces pueden ser nuestros vecinos. A menudo no tienen una vivienda ni la comida suficiente para cada jornada. Sufren la exclusión y la indiferencia de muchos”.
Los pobres son el contenido de congresos, cumbres, plataformas políticas y una infinidad de discursos que construyen políticos, empresarios, sindicalistas, medios de comunicación… pero todo sigue igual o peor. Por eso, el papa Francisco concluye: “De hecho, a la hora de la actuación concreta, quedan frecuentemente en el último lugar. No lo olvidemos: los pobres, casi siempre, son víctimas, no culpables”.
* Sacerdote católico; miembro del Comité Interreligioso por la Paz (Comipaz)
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