Comentario de Mi nombre era Eileen, estreno en Max: pueblo chico, invierno grande
Habiendo trazado un distinguible rastro iniciático en cine (Leave no trace, Jojo Rabbit, Lost girls, Viejos, El misterio de Soho), Thomasin McKenzie protagoniza ahora su propio tránsito a la adultez en Mi nombre era Eileen, adaptación de la novela de Ottessa Moshfegh disponible en Max.
La actriz neozelandesa es en efecto el corazón latiente de la cinta de William Oldroyd (Lady Macbeth), que con su semblante sensible da creíble existencia a la Eileen del título por más que el filme haga todo lo posible por frustrar esa inocente transparencia.
Eileen Dunlop es una joven que vive una existencia aburrida y predecible en una población de Massachusetts en la década de 1960, donde comparte morada con su padre viudo, borracho y desempleado Jim (Shea Whigham) al tiempo que trabaja en una prisión con desapego burocrático.
Su única libertad parece yacer en el pequeño auto con el que se lanza a breves escapadas hacia ninguna parte y en el deseo erótico que le nace de espiar a parejas que se besan o a chicos que ve en la cárcel, aunque sin que su anhelo se concrete.
La trama da el primero de sus tantos giros bruscos cuando en una especialmente nevada temporada de Navidad Eileen asiste a la llegada a la cárcel de la rubia y coqueta psicóloga Rebecca (Anne Hathaway), con la que cruza miradas instantáneas.
De origen neoyorquino y cosmopolita y hábitos independientes como el fumar tabaco, Rebecca se irá acercando en un par de escenas y con palabras y gestos físicos a la cautivada Eileen, con la que termina bailando en un bar de saturación masculina ante el asombro de los presentes.
Esa trama en principio lésbica se va entrelazando con momentos de un vago humor negro en el que Eileen cambia sus sueños amorosos por otros más cercanos al crimen, y en los que ella se imagina empuñando un arma con diversos propósitos trágicos.
Mi nombre era Eileen se revela más tarde que temprano como un thriller psicológico en el que todas las ambigüedades planteadas encuentran su resolución, si bien es justamente esa necesidad de extender la ambivalencia hasta el final lo que hace que el encanto fantasioso de Eileen caiga presa de un crudo esquematismo.
Tanto la presencia de una diluida Hathaway como la frágil línea noir son agregados forzados al hechizo sencillo de una Eileen que fue libre y autosuficiente desde un principio.
Para ver “Mi nombre era Eileen”
Guion: Luke Goebel. Dirección: William Oldroyd. Con: Thomasin McKenzie, Shea Whigham y Sam Nivola. Duración: 97 minutos. Plataforma: Max. Calificación: Buena.
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