El Cronista @cronistacom: Una elección con final de película

Una elección con final de película

‘Cuidado, Babydog suelta’ podría ser el título perfecto para introducir una de las presentaciones más icónicas que tuvo la reciente Convención Nacional Republicana. Babydog, nada más ni nada menos que una adorable bulldog inglesa, desembarcó en Milwaukee para sostener la estelaridad del discurso que su dueño, Jim Justice (gobernador de West Virginia), tenía preparado para el mitin del Grand Old Party.

Los asistentes, que días después corearían al unísono el nombre de Donald Trump, se liberaron en una aclamación hacia la mascota del gobernador, que contemplaba todo desde un sillón especialmente dispuesto para ella sobre el escenario. Justice, en modo cómplice con una audiencia efusiva, no dudó en transmitir la más actualizada predicción de su perra, que visualizó un ciclo electoral arrollador para los republicanos: mayorías en ambas Cámaras y el retorno a la Casa Blanca.

Donald Trump

En efecto, muy pocos analistas por esos días (apenas dos semanas atrás) hubiesen estado dispuestos a contrariar el vaticinio que Babydog puso sobre la mesa. Por un lado, un Joe Biden golpeado por una catastrófica performance en el debate, intentaba defender su candidatura, en medio de un estado de alerta e incertidumbre que se expandía a diario en el Partido Demócrata. Del otro lado, un Trump que llegaba como sobreviviente de un intento de asesinato, suceso que aparentaba venir a otorgarle un carácter mitológico a la figura del expresidente y a solidificar las ventajas que sostenía en los swing states (estados pendulares que son clave para la victoria en el colegio electoral). Sin embargo, nada estaba escrito en piedra aún.

Si las campañas electorales son procesos vivos y cambiantes, capaces de proveernos de las más grandes sorpresas, la experiencia actual en Estados Unidos ha arrastrado al frenesí a un nivel superior. Los demócratas, movilizados por la necesidad de un golpe de timón, pusieron en valor una de las atribuciones esenciales que retienen los partidos políticos de manera exclusiva: la nominación de los candidatos para cargos públicos. Un delicado juego de pinzas simultáneo entre los líderes legislativos partidarios, los principales donantes, figuras mediáticas prominentes, votantes propios (que expresaban su descontento mediante las encuestas) y la élite partidaria encabezada por Nancy Pelosi y Barack Obama, terminaron de correr a Biden de la escena.

Así, Kamala Harris se encamina a encabezar la boleta presidencial demócrata, acto que se hará oficial en la convención partidaria que comienza el 19 de agosto. ¿Llegará este golpe de efecto a ser un quiebre definitivo de la dinámica precedente o nos esperan todavía alteraciones mayores?

Por lo pronto, la llegada de Harris ha tenido la energía suficiente para revigorizar a los distintos componentes de la heterogénea coalición demócrata. En su primera semana al frente de la contienda consiguió asegurar u$s 200 millones en donaciones, sumó 170.000 nuevos voluntarios dispuestos a militar su candidatura y estrenó una cuenta de TikTok que ya sobrepasa los 3 millones de seguidores.

Aprovechando la figura de la actual vicepresidenta, las mayores expectativas están puestas en movilizar y potenciar el apoyo entre mujeres, jóvenes y minorías. Todos esos sectores son núcleos en los que los demócratas no pueden perder terreno y en los que Biden venía mostrando erosiones de apoyo. El momentum de Harris se corresponde con aparentes movimientos entre las actitudes y preferencias del electorado, según distintos sondeos de opinión pública muy recientes. Un estudio de ABC/Ipsos expone un crecimiento en la aprobación de la candidata de ocho puntos porcentuales en muy pocos días. Por su parte, de acuerdo con una encuesta que publica regularmente Fox News sobre los estados clave, Harris se posiciona liderando en Minnesota, al tiempo que las cifras en Michigan y Pennsylvania registran un empate total. En Wisconsin, el expresidente mantiene una ventaja de un punto.

Aun con este impulso inicial positivo, sigue habiendo interrogantes sobre el desempeño de Harris en un escenario de alta presión y elevada exposición con ella como la figura principal. Su expertise en seguridad pública, por su pasado como fiscal general, se balancea con una mala experiencia en el manejo inmigratorio, que la tuvo a ella como responsable política de ese tema en la administración Biden. En otro sentido, sus limitados conocimientos sobre economía chocan con la principal preocupación de los votantes, que gira en torno a los temas económicos y la inflación, en especial entre los indecisos. Dar la batalla contra un Trump entregado a todo o nada no le será tarea sencilla.

En una carrera que ahora sí da la sensación de haberse vuelto competitiva, cada movimiento de los candidatos acrecentará su influencia sobre el resultado final. Mientras se especula con que Harris dará a conocer su candidato a vicepresidente en la primera semana de agosto, la danza de nombres, a la par del casting mediático, continúan. Aun cuando la influyente gobernadora de Michigan, Gretchen Whitmer, haya descartado en una entrevista la obligación de integrar a un hombre en la fórmula, todo parece indicar que será un hombre blanco quien ocupe ese lugar vacante.

Desde allí, empiezan a barajarse distintos criterios complementarios. Si lo que prevalece es una valoración por algún integrante de la liga de gobernadores que aporte peso específico en algún swing state, entonces Josh Shapiro (Pensilvania), Roy Cooper (Carolina del Norte) o Tim Walz (Minnesota) pican en punta. El perfil exótico y cautivador, por su trayectoria profesional pasada como astronauta de la NASA, lo podría aportar el senador Mark Kelly, proveniente del también importante estado de Arizona. En otra línea, el ala más progresista del partido aumentaría su júbilo con la elección de alguien que enfatice el mensaje de las minorías sexuales, como sería el caso del actual secretario de Transporte, Pete Buttigieg.

Al final del camino, la fórmula definitiva terminará de exhibirse en la tradicional convención partidaria. ¿Será esa una oportunidad para que se hagan ver y oír los sectores más duros del partido, asociados a una agenda identitaria woke? Unas posibles expresiones de jóvenes pro-Palestina en esa cita podrían convertirse en un gran dolor de cabeza para Harris, sobre todo para su imagen ante el electorado centrista.

Más allá de lo coyuntural de estas semanas, en lo estructural, la política en los EE.UU. ingresó, hace tiempo, en una dinámica de crisis. El fuerte arraigo de la polarización ha llegado a una etapa crítica, en la que el núcleo del enfrentamiento hoy se sustenta sobre los fundamentos mismos del sistema democrático. Una vez más, los protagonistas de su futuro serán los ciudadanos estadounidenses que concurran a las urnas, para sellar un desenlace que tendrá impacto en cada rincón del mundo.

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