La Voz del Interior @lavozcomar: La casa del dragón, temporada 2, episodio 7: un ejército bastardo y una guerra por la paz

La casa del dragón, temporada 2, episodio 7: un ejército bastardo y una guerra por la paz

El séptimo episodio de la segunda temporada de La casa del dragón dejó una sensación que, de alguna manera, atraviesa a toda esta tanda de capítulos estrenada a casi dos años del debut de la precuela de Game of Thrones en 2022.

Si bien la trama ha avanzado desde la muerte de Lucerys, hijo de Rhaenyra, todo lo sucedido luego del hecho que desencadenó definitivamente la llamada Danza de Dragones todavía sigue siendo un “por ahora”. Al margen de algunos cambios al interior de cada bando producto del habitual movimiento de ficha en el tablero de Poniente, todo sigue más o menos igual entre verdes y negros.

A continuación, un resumen de lo ocurrido durante el penúltimo capítulo de esta segunda temporada, que fue dirigido por Loni Peristere y es la antesala del cierre de esta segunda temporada, que llegará a su fin el domingo 4 de agosto.

Para quien todavía no vio el más reciente episodio estrenado en Max, esta nota contiene spoilers. Para no recibir información antes de tiempo, se sugiere retomarla luego de ver el capítulo.

“Poroteo” de dragones

El penúltimo episodio de esta segunda temporada inicia con la resolución de la última escena del capítulo previo. Rhaenyra y Syrax se encuentran con Bruma y su nuevo jinete, Addam de Hull. La reina duda de las intenciones de este plebeyo, pero uno de los hijos bastardos de Corlys Velaryon rápidamente le muestra su lealtad y la acompaña de regreso a Rocadragón.

Mientras el consejo de la heredera legítima de Viserys duda de su accionar, es precisamente Velaryon el que maneja las tensiones internas y pide calma. ¿Cómo es posible que alguien de “baja cuna” sea capaz de reclamar un dragón supuestamente destinado a la dinastía Targaryen? Esa es la duda que persiste entre los negros, y lo que habilita también una nueva idea de Rhaenyra: seguir buscando jinetes para Ala de Plata, los otros dos dragones restantes.

Oscar Tully, un personaje clave del séptimo episodio de esta segunda temporada. (Ollie Upton/HBO).

Del lado de los verdes, una Alicent relegada y atacada por la plebe parece aislarse cada vez más mientras su hijo Aemond sigue gobernando a costa de la lenta recuperación de su hermano Aegon. Daenor, el hermano restante, vuelve a aparecer en el horizonte, aunque su anunciada llegada a Desembarco del Rey –también a bordo de un dragón- queda trunca al menos por ahora.

Larys, el señor de los susurros. El vuelo de Bruma junto a un nuevo jinete llega a los oídos de lord Jasper tras una larga cadena de mensajeros. Cuando le comenta estas dudosas versiones a Larys (“los susurros son su jurisdicción”, le dice), este le sugiere que hay rumores que “es mejor dejárselos al viento”. En paralelo, el consejero se acerca cada vez más a Aegon y lo incita a acelerar una dolorosa recuperación. Demacrado, adolorido y frustrado, el rey es exhortado a poner más empeño en sus intentos por volver a caminar. “No volverá a descansar en mucho tiempo”, acota Larys ante el pedido del gran maestre por disminuir la intensidad del tratamiento.

La casa del dragón: imágenes del séptimo capítulo de la segunda temporada. (Ollie Upton/HBO).

Mysaria, con influencia directa. Luego del beso más comentado (¿e innecesario?) de las dos temporadas de la serie, y sin mayores pistas de esa tensión sexual exhibida en el sexto capítulo, Mysaria muestra cada vez más su valía para Rhaenyra: ya funciona como una ayudante íntima, que la acompaña incluso cuando la reina no quiere tener contacto con sus aliados más cercanos. Al analizar lo sucedido con Addam, la informante retoma su experiencia en “casas de placer” y sugiere buscar restos de sangre Targaryen “debajo de las sábanas y en cobertizos”. Rhaenyra primero duda por su propio origen noble, pero luego se abraza a la causa y proclama la creación de “un ejército de bastardos”.

Daemon, puesto en su lugar. Que el rey consorte haya pasado casi toda la temporada en Harrenhal es una de las críticas más comunes de los fans de la serie. Sin embargo, la secuencia en la que Oscar Tully le pone los puntos al esposo-tío de Rhaenyra valió la alargada espera. El nuevo lord de la Tierra de los Ríos desprecia a Daemon tanto como sus vasallos, pero sostiene el juramento hecho por su abuelo al rey Viserys. A cambio de sus ejércitos, y luego de pasearlo discursivamente, le exige que haga justicia con las atrocidades cometidas por. A Daemon no le queda otra, y ese hecho lo lleva a un nuevo sueño con su hermano, quien ya demacrado le pregunta si todavía quiere la corona.

La casa del dragón: imágenes del séptimo capítulo de la segunda temporada. (Ollie Upton/HBO).

Jacaerys, dolido. El hijo mayor de Rhaenyra confirma que este es un capítulo de bastardos y mestizos. Enojado por la decisión de su madre de buscar jinetes convocando a cualquier hijo no deseado del clan Targaryen, el joven se enfrenta a la reina y cuestiona su mirada. Allí aparece otro tema que sobrevuela la serie permanentemente: él le dice que, por su color de pelo –igual al de su verdadero padre, Harwin Strong-, le será más complejo reclamar el trono una vez que llegue su momento. Según su mirada, que Rhaenyra extienda el uso de dragones a otros mestizos como él complica ese escenario. El joven lo siente como una traición y la furia domina su mirada. ¿Puede ser una complicación para la reina?

Rhaenyra, la cruel. Tras el fallido intento de reclamo de Sir Steffon Darklyn, la reina insiste con la búsqueda de nuevos jinetes para sus dragones. “No son juguetes para los juegos del hombre”, le advierten desde la orden que se encarga de cuidarlos. Sin embargo, Rhaenyra se encuentra con los bastardos llegados de Desembarco del Rey y, efervescente, los contagia de su fervor revolucionario. Según les dice, quiere acabar con una guerra innecesaria y con el sufrimiento diario de los plebeyos. Luego, ella misma los lleva al encuentro con Vermithor y, tras hacer la introducción con el dragón, deja a los bastardos a su merced. Esta vez no hay sorpresa en la reina, quien ve cómo todo se convierte en fuego y sangre pero no hace nada por evitarlo: sabe que es el costo a pagar para reforzar su ejército y su causa. Hugh y Ulf se convierten en jinetes tras una de las escenas más terribles de la temporada.

La casa del dragón: imágenes del séptimo capítulo de la segunda temporada. (Ollie Upton/HBO).

Aemond, a toda prisa. Luego de que Vermithor y Alas de Plata encuentren a sus jinetes –dos plebeyos que habían tenido apariciones en Desembarco del Rey a lo largo de toda la temporada-, este último llegan de sorpresa a la capital. Todos creen que es Daeron, pero en realidad es un señuelo para el príncipe regente. Con Alas de Plata sobrevolando la ciudad, Aemond busca rápidamente a Vhagar y persigue al otro dragón. Lo hace hasta que se da cuenta que ese otro ejemplar se dirige a Rocadragón, donde Rhaenyra, los dragones y sus tres nuevos jinetes parecen decirle: “Acá estamos”.

Tiempo de definiciones, ¿y de mestizos?

El final del episodio deja en el aire la sensación de que la batalla entre dragones es inminente. El plano final en el que la reina es secundada por sus nuevos compañeros tiene aroma a antesala de tiempos de cambios en Desembarco del Rey. Addam y Alyn de Hull, así como Hugh y Ulf, ya son parte de un bando negro que, en la previa del último fragmento de la segunda temporada, parece mejor armado para enfrentar a los verdes.

Habrá que ver qué sucede con Daeron, hermano de Aemond y Aegon que promete ser clave en el desarrollo de la historia. Lo mismo con Rhaena, quien escapó de su escolta y de la guarda de sus medios hermanos y busca su propio rumbo; y con el nuevo Jacaerys, que miró a su madre como nunca antes y parece ser el eslabón más endeble de su plan.

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