La Voz del Interior @lavozcomar: El no que no puede aceptar una persona que se obsesiona con “poseer” una mujer y la caída de su fantasía

El no que no puede aceptar una persona que se obsesiona con “poseer” una mujer y la caída de su fantasía

Cada vez que estamos, de nuevo, frente a una muerte violenta como la de Catalina, se nos viene a la mente algo inexplicable, ilógico.

¿Por qué lo hizo? ¿Qué lo llevó a cometer ese hecho si decía “ser amigo”, si dijo “que ella era el amor de su vida”?

Son preguntas que nos hacemos individualmente y como sociedad ante estos hechos tan aberrantes y de violencia extrema que siguen ocurriendo contra mujeres. Aunque desde nuestra lógica no podamos comprenderlos, siempre hay un móvil de su conducta. “Su” razón.

Motivo que lejos de justificar, a quienes nos desempeñamos en las ciencias forenses nos permite al menos acercarnos a una comprensión de su psiquis. Siempre desde una lógica que no es la nuestra, sino la de quienes matan. Y poder entenderla nos permitirá de esta manera trabajar en la prevención.

Si bien no contamos con una valoración psicológica y/o psiquiátrica del agresor en este caso en particular, y sólo nos basamos en la información que nos brindan los medios de comunicación, podemos ir pensando qué ocurre de acuerdo a la dinámica del hecho y a los posibles móviles psicológicos, en casos con características similares.

Tenemos un comportamiento que debe ser analizado tanto individual como socialmente. Toda conducta delictiva se desarrolla sobre una personalidad en particular, y siempre atravesada por un devenir cultural.

Podemos pensar en un sujeto con dificultades en su autoestima y un inadecuado manejo de la tolerancia a la frustración, que convierte a otra persona en un objeto fijo de su obsesión.

La obsesión es un estilo o dinámica de pensamiento, impulsos o imágenes, en el cual la mente del sujeto se aferra a una idea fija con demasiada frecuencia e intensidad.

Hay un estado afectivo de gran intensidad alrededor del cual se organiza toda la conducta. Despierta ciertos estados emocionales como necesidad de un apego ansioso y fusionado y una marcada necesidad de interdependencia con una obsesión hacia esa persona, con un sentimiento de fuerte unión, acompañado de una necesidad de posesión y de control.

En este desarrollo, existe un continuo de fases que inicia con la atracción y finaliza con el acoso como búsqueda de interacción no mutua, forzada y no placentera. Y en algunos casos en la muerte.

Podemos encontrarnos con dos caras contrapuestas y coexistentes de afectos en el sujeto. Por un lado, una cualidad emocional positiva si la otra persona es correspondida, si las circunstancias favorecen el estrechamiento del vínculo con el “objeto de esa obsesión”, dando lugar a un sentimiento placentero en el sujeto.

Y una cualidad emocional negativa si aparece un obstáculo que se opone al vínculo. Afloran sentimientos de dolor, sufrimiento, celos, despecho, ira, y rencor. Frente a una negativa, se despierta la ira derivada del sentirse despreciado y humillado y una caída de su fantasía e idealización.

La no reciprocidad entre ellos puede llevar a actos de violencia extrema. Si hay correspondencia, es visto como una unión eterna, mientras que la separación o la negativa, es vivenciada con vacío, ansiedad o desesperanza, ira.

Hay una exaltación de la fantasía y de la idealización. El riesgo es cuando esa fantasía se cae. Cuando la realidad pone un NO. Todo lo que creó en su mente se desmorona y no lo soporta. La pérdida absoluta e irremediable del control. Y ahí la conocida frase “Si no sos mía, no sos de nadie”.

El sujeto se siente ofendido, humillado, y toda la idea sobre la cual versaba su fantasía se cae. El rechazo. Siente una gran herida por la caída de esa reciprocidad, encontrando en su mente la justificación a la violencia.

Por eso muchas veces el riesgo aumenta ante la separación, la ruptura o el rechazo, ya que el sujeto siente la pérdida de su control. Es así que muchos femicidios son cometidos luego de la separación de la pareja.

Sabemos que no son casos aislados, y frente a todo este intento de comprender la psiquis de sujetos que cometen estos delitos, aflora lo cultural. La violencia de género. Un macrosistema con una estructura que incluye las formas de organización social, las creencias culturales y los estilos de vida que prevalecen en una cultura patriarcal. En este nivel están incluidos las creencias sobre las desigualdades de género basadas en los estereotipos de las que derivan los mitos del amor romántico y que sostienen las relaciones de pareja poco saludables. Modelo cultural basado en la desigualdad y asimetría de género, con una visión de la mujer como objeto que se debe poseer.

La violencia de género busca controlar a la mujer porque ese control es una fuente de bálsamo de sus carencias de personalidad, y consideran que pretender abandonarlos es un acto de humillación que no pueden soportar, y los deja en una realidad insostenible.

*Magister, especialista en psicología jurídica y docente de la Universidad Siglo 21.

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