La Voz del Interior @lavozcomar: Milei contra el mercado

Milei contra el mercado

Quizá el aspecto más curioso de la marcha de la economía nacional consista en que el principal éxito del Gobierno –la baja de la tasa mensual de inflación– no se sostiene en la vigencia plena de la libertad comercial, sino en una medida fuertemente intervencionista, como es la manipulación del tipo de cambio.

El Presidente proclama hasta la afonía las excelencias de una economía con vigencia de una libertad total y absoluta, pero en los hechos funda sus logros principales en el cepo, que en la práctica significa un retraso creciente del tipo de cambio.

Esta situación genera resultados inmediatos y benéficos sobre el alza de precios, amortiguándola, pero va construyendo un problema a futuro, generando una tensión cambiaria que, con el paso de los meses, demandará una solución que nunca resulta agradable ni pacífica.

La discusión excluyente

En estos momentos, toda la discusión económica está centrada en este punto: si el tipo de cambio es apropiado o no lo es. Por supuesto, ya han aparecido numerosos economistas que apoyan el camino elegido por el Presidente. Advierten, con una alta cuota de obviedad, que en el caso de una devaluación aumentará la pobreza. Una verdad elemental: si sube la inflación, en forma inmediata desmejora la situación de quienes están en las franjas más bajas de la pirámide de ingresos.

Pero se trata de una verdad respecto de los efectos de corto plazo. Podríamos agregar un perjuicio político que una devaluación traería al Gobierno: al repuntar la inflación, el presidente sentiría el impacto de una pérdida de credibilidad y volvería a una situación en la que inflación y la devaluación se estimularían recíprocamente. De lo que no se habla es de los efectos a mediano y largo plazo del retraso cambiario.

Puesto a elegir entre estas opciones, la decisión presidencial aparece como la única políticamente viable, pues le permite exhibir resultados inmediatos y, de ese modo, señalar el acierto del camino emprendido. Pero el mercado se muestra renuente a darle la razón.

Pese al intento de achicar la brecha cambiaria y reducir la cotización del dólar libre, los resultados obtenidos no han sido alentadores la semana que termina. Sólo se logró la reducción de unos pocos centavos. El mercado sigue pensando que el precio oficial de la divisa no refleja la realidad y la cotización se mantiene cerca de los $ 1.500.

Convergentemente, el riesgo país, las acciones y los bonos también dieron muestras de desconfianza hacia la política económica. En otras palabras, es el mercado el que está rechazando la política vigente cuyo eje consiste en el retraso cambiario creciente y prolongado.

Sin embargo, el camino elegido por el Gobierno parece ser obligatorio. Acompañar con devaluaciones las todavía elevadas tasas de inflación generaría una disolución de los éxitos logrados y metería al Gobierno en un tembladeral. No quedan demasiadas alternativas a lo que se está haciendo: patear hacia adelante el problema cambiario. En su momento habrá que ver cómo se enfrenta esta dificultad.

El Presidente canta loas al mercado, pero intenta burlarlo. Debería saber que es una pulseada perdida: a la larga o a la corta, siempre triunfa el mercado.

Cómo ganar amigos

Perón sostenía que la política interior de un país no era más que una derivación de la política exterior que se adopte. Era esta, afirmaba, la que determinaba los grandes lineamientos. No transcurre una semana sin que el Gobierno de Javier Milei no embista a algún país vecino o remoto, muchas veces por cuestiones triviales o de monta exigua.

Su ausencia a la reunión del Mercosur es una liviandad producto de un error previo: haberse ido de boca contra el mandatario del principal país de América latina y gran socio comercial de Argentina. Hasta Luis Lacalle Pou tuvo que molestarse en visitar a Milei para certificar que todo está bien y que se trata solamente de una chiquilinada y un capricho ideológico que pueden salvarse sin mayores problemas.

Ahora fue la vicepresidenta, usualmente prudente, la que se pintó la cara, se vistió de barra brava y le recordó a Francia su pasado colonialista. Todo se originó con unos cánticos de mal gusto entonados por el equipo argentino recientemente ganador de la Copa América y como parte de festejos ciertamente desaforados.

El secretario de Deportes tuvo la osadía de sugerir que la AFA debía disculparse e inmediatamente fue removido del cargo. Sin embargo, Karina Milei se dirigió a la Embajada de Francia, tocó el timbre y pidió disculpas, tal como había recomendado el funcionario expulsado.

No da la impresión de que la política exterior se esté manejando con excesiva pericia. Como en todas las áreas, las facturas pueden tardar en llegar, pero siempre llegan.

* Analista político

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