Graves fallas organizativas en la Copa América
La final de la Copa América 2024 que ganó Argentina fue el epílogo de una acumulación de errores organizativos que se pudieron observar desde que la pelota empezó a rodar en el partido inaugural del torneo.
Estados Unidos como país anfitrión y la siempre compleja Confederación Sudamericana de Fútbol, más conocida por la sigla Conmebol, fueron destinatarios de las críticas no sólo de parte de los medios de comunicación, sino también de los jugadores y de algunos directores técnicos.
La última manifestación de estos problemas fue un bochorno, con miles de aficionados (en su mayoría argentinos y colombianos) sobrepasando a los empujones los accesos al Hard Rock Stadium, en Miami, Florida, donde se disputó la final el pasado domingo. Por fortuna no hubo que lamentar desgracias personales, pero semejante batahola daba motivos para que ello ocurriera.
No sólo ese desmadre fue el motivo del malhumor de los deportistas y de los entrenadores (el inicio de la final estuvo demorado una hora y media). En rigor, casi todos a su turno manifestaron reparos por el pésimo estado de los campos de juego, algunos de ellos “alfombrados” con material sintético, desacostumbrados (y desaconsejados) para futbolistas de alta competencia habituados al piso de césped.
No deja de despertar extrañeza lo ocurrido en un país como Estados Unidos, cuya capacidad organizativa ha sido ejemplar en eventos locales multitudinarios, tanto deportivos como artísticos.
Basta enumerar las memorables finales de competencia en las ligas de fútbol americano o de béisbol, que suelen acaparar el interés global.
Con todo, la Conmebol tiene una responsabilidad que no se puede ocultar. Como ente rector de los torneos de fútbol sudamericano a nivel de clubes y de selecciones, es de inferir que conocía de antemano que algunos campos de juego no estaban en las condiciones que merece el evento continental.
Ahora bien: analizado desde una perspectiva de futuro, el asunto cobra otras dimensiones. Estados Unidos tendrá a su cargo la organización de la Copa Mundial de Fútbol 2026, en conjunto con Canadá y México. La relevancia del torneo ecuménico merece tomar las precauciones con tiempo, de modo de revertir los errores que empañaron de alguna manera el desarrollo de la Copa América.
En este caso, compete a la Federación Internacional de Fútbol Asociado (Fifa) poner en marcha las diligencias necesarias en bien de que no se repitan los contratiempos organizativos que dejó como saldo la reciente competencia.
Como la polémica que se generó cuando la selección de Bolivia no pudo cumplir con la tarea elemental de entrenamiento por no contar con un campo de juego.
Los errores sirven muchas veces para mejorar los próximos desafíos con inteligencia y buena gestión. Es de suponer que dentro de dos años, cuando el mundo estará pendiente de las alternativas mundialistas, no haya que cambiar 24 horas antes del juego el piso de una cancha.
En resumen, la organización va más allá de fijar precios exorbitantes para ver un partido de fútbol.
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