El atentado a la Amia no debe quedar impune
Se cumplen este jueves 18 de julio 30 años de la voladura de la Asociación Mutual Israelita (Amia), un atentado que dejó 85 víctimas fatales y que instaló la casi certeza de una impunidad alentada, cuando no decididamente facilitada, desde el poder político e instrumentada por personeros policiales y judiciales.
Tres décadas son suficientes para comprender que en todo ese tiempo han sido pocos los que tuvieron la vocación de esclarecer el suceso terrorista y, más allá de ciertas actitudes oportunistas, nada parece indicar que por el momento las cosas vayan a ser diferentes.
En efecto, y para escarnio de casi todos, la causa Amia atraviesa ocho gestiones presidenciales y la actual, sin mayores avances, con políticas que fueron desde el ocultamiento hasta la indiferencia, pasando por la manipulación lisa y llana que implicó el fallido pacto con Irán, enunciado bajo el pretexto de resolver el caso. En el medio, la muerte dudosa del exfiscal Alberto Nisman terminó de ensuciar lo que ya era complicado.
La posibilidad de que el Congreso avance sobre una ley que permita motorizar el juicio en ausencia –esto es, el juzgamiento a distancia de los autores hasta ahora sindicados con nombre, apellido y pertenencia– ha generado últimamente algunas suspicacias, de esas que dificultan cualquier entendimiento sobre el tema.
Desde 2014 duerme en algún cajón el sueño de los justos el proyecto presentado por Juan Schiaretti, proyecto retomado por Alejandra Vigo, al que deben sumarse uno de Margarita Stolbizer y el que en nombre del Ejecutivo pergeñaron los ministros Patricia Bullrich y Mariano Cúneo Libarona, una inquietud esta última que luce más oportunista que oportuna y pone en jaque la aprobación de cualquiera de los proyectos por una simple cuestión de suspicacias que a nadie deberían extrañar.
Como sea, eludiendo los entresijos de la política, se debería comprender que no es posible seguir sometiendo un tema como este, particularmente sensible a los trapicheos politiqueriles, mientras los autores del atentado continúan disfrutando de una longeva impunidad.
Sin olvidar que la célula autora del atentado estaría aún activa en Brasil, en cercanías de la triple frontera, un dato que no es menor y que habla con claridad de un peligro latente que se suma a la vulnerabilidad de las fronteras argentinas.
Lo antes expuesto debería llevarnos a reflexionar sobre la necesidad de cortar de cuajo un ciclo decadente en el que política y Justicia se han coaligado para mantener cual un cadáver insepulto el atentado de la Amia, dando a los argentinos un mensaje fuerte y claro sobre las facilidades que por aquí se brindan para que que estas sangrientas vergüenzas permanezcan irresueltas.
Quizá la señal que hoy se necesita pasa por avanzar sin más dilaciones sobre esta herramienta, como lo es el juicio en ausencia, que al menos, de aplicarse, le diría al mundo que hemos terminado con un ciclo de ocultamiento pertinaz. Y a los ciudadanos, que las cosas ya no son como eran.
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