Ariel Wilkis: El mercado ya no es un lugar donde buscás una expectativa de ascenso social
Los argentinos, cuando pensamos en el peso de la palabra “deuda” sobre nosotros, pensamos automáticamente en la deuda del Estado. Nos cuesta personalizar el asunto y circunscribirnos a nuestras propias deudas, cómo se gestan y cómo las administramos. Acaso por eso, no alcanzamos a darles una dimensión política y social.
Pues bien, la propuesta del sociólogo Ariel Wilkis en su nuevo libro Una historia de cómo nos endeudamos es exactamente esa, “iluminar las dinámicas de endeudamiento de los hogares, que ha sido soslayada en la conversación pública, aunque condicionan nuestras aspiraciones y nuestro estilo de vida, conectándolas con las coyunturas políticas y sociales en los últimos 40 años”. Entonces, para alcanzar su objetivo, busca en las historias personales “claves de entendimiento de los procesos sociales y políticos”.
–Esa metodología se podría generalizar, pero vos acotás el estudio a los 40 años de la democracia.
–Porque me interesaba vincular el endeudamiento con las promesas y los fracasos de la democracia, de poder leerlo en línea con las expectativas que generaron los diferentes ciclos políticos durante estos 40 años: cómo esas promesas chocaron con sus limitaciones.
–En ese sentido, la deuda personal como resultado del proceso político representaría un signo del fracaso…
–Las expectativas políticas se licúan en las deudas. Esa dinámica de creencia, expectativa, ilusión política, vinculada al ascenso social, al bienestar económico, al crecimiento, termina siendo licuada cuando lo que me queda es la deuda. El arco narrativo del libro comienza con los endeudados con la 1.050 en la dictadura y termina con los endeudados para llegar a fin de mes en la pandemia y el ciclo inflacionario pospandemia. En esos dos extremos, hay dinámicas de endeudamiento diferentes y expectativas que fueron desapareciendo a lo largo del tiempo. Por ejemplo, la expectativa de acceder a un crédito para comprarte una vivienda. Hoy, el mercado lo máximo que te puede ofrecer es la esperanza de llegar a fin de mes. Hay ahí una transformación del mercado del crédito paralela al achicamiento de las propuestas que la política le fue haciendo a la sociedad en estos 40 años.
Deuda y proyectos políticos
–¿Y el achicamiento de los proyectos políticos sería producto del empobrecimiento general del país?
–Exactamente. Del crédito para comprar una vivienda al uso de la tarjeta de crédito para llegar a fin de mes hay una transformación que está en sintonía con el achicamiento de las promesas políticas. La política no le puede ofrecer a la sociedad acceder a una vivienda, escasamente te puede ofrecer llegar a fin de mes. Y eso puede ser leído a partir de la manera en que las familias se vincularon con el crédito y la deuda.
–Lo que nos lleva a otra cosa que decís en el libro: el proceso de endeudamiento condiciona todos los proyectos políticos por igual, sean de izquierda, sean de centro, sean de derecha.
–Todos los ciclos políticos han hecho promesas que giraban alrededor del mercado del crédito. El alfonsinismo prometió a los endeudados por la 1.050 resolverles su situación. El menemismo prometió el acceso al consumo por medio de una expansión del mercado de crédito en un contexto de estabilidad. El kirchnerismo les prometió a los sectores populares consumir a través de diversas oportunidades de crédito. El macrismo propuso un relanzamiento del mercado hipotecario a través de los créditos UVA…
–Y el achicamiento implica, además, desestatización. Ya no se juega con la expectativa alfonsinista de que el Estado soluciona tu problema porque la queja es general: por qué vamos a nacionalizar una deuda privada. Hoy el planteo es que la culpa del fracaso la tiene el Estado…
–La capacidad del Estado de poder acompañar y resolver las dinámicas de endeudamiento de los hogares fue reduciéndose a lo largo de la historia, al punto que, como marcaste, termina con familias que se endeudan porque el Estado no puede ofrecerles condiciones de vida más o menos dignas. Y las deudas que gestionan las familias vienen a reparar aquello que el Estado no puede darles. O sea, se achica la protección social, propuesta por el Estado, y se expande la dinámica de endeudamiento que las familias se autogestionan para resolver aquello que antes les daba el Estado: educación, salud, vivienda, incluso alimentación. El mercado ya no es un lugar donde buscás una expectativa de ascenso social…
La nueva promesa
–Vos no abordás el supuesto déficit de educación económica financiera de la sociedad. ¿Por qué?
–Mi trabajo, en general, evita partir de ese déficit. Tratemos de pensar un caso paradigmático: ¿cómo puede ser que personas que viven en barrios populares terminen sacando un crédito con un usurero? Normalmente, ahí se apela al déficit de la educación financiera. Yo, antes de introducir ese déficit, primero busco entender el tipo de organización social que sostiene ese vínculo entre el usurero y el vecino. Dejemos de lado la connotación moral. Lo que ofrece el usurero es un servicio financiero en un lugar donde no está el Estado y tampoco está el sector privado. Entonces, lo más razonable para esa persona, si tiene que pagar un velorio un viernes a las 11 de la noche, es el usurero, porque es el único que está cerca de ella. O sea que más que un déficit de educación financiera de las personas, lo que hay es un déficit en la organización del sistema financiero, que no les ofrece alternativas a las personas que viven en los barrios populares.
–Hay, entonces, espacios sociales donde tanto el Estado como el mercado exhiben un déficit. Pero en esta “lucha” Estado-mercado planteada desde la campaña de Milei, ¿para dónde vamos? Porque en los barrios populares se habría leído su discurso como una nueva ilusión: que el Estado no nos joda más…
–No me jodas más porque tus promesas hacia mí han fracasado básicamente porque prometiste cuidarme y yo me tuve que cuidar más de lo que vos me cuidaste a mí, y en parte me cuidé asumiendo los riesgos y los sacrificios que supone endeudarse con un usurero. Vos me pedís que yo te apoye cuando para llegar a fin de mes le tengo que pedir al usurero, y para resolver después la deuda con el usurero me sacrifico yo solo…
–Encima, me jodés la vida con la inflación…
–Entonces, a todos los que estuvieron en el Estado en los últimos años no los voy a apoyar porque precisamente el Estado que condujeron no solo no me cuidó y no resolvió mis problemas, sino que a los problemas lo resolví por mi cuenta.
–Por los testimonios etnográficos del libro, me da la impresión de que si esas personas pudieran elegir entre el final de la inflación o seguir cobrando la AUH y los planes, elegirían el final de la inflación.
–Absolutamente: prometeme estabilidad… La propuesta de campaña de Milei a favor de la dolarización lograba con una operación, para mí fabulosa, prometer estabilidad y, al mismo tiempo, la condena de los culpables de la inestabilidad. Y eso me parece que se vincula con algo que aparece en los testimonios que fui recogiendo en la pandemia y la pospandemia: parte de la sociedad va sintiendo que tiene una superioridad moral con respecto al Estado. Lo que hace para resolver sus condiciones de vida, de manera cotidiana, la coloca por arriba de lo que el Estado propone y hace. Por esa superioridad moral, no le otorga un reconocimiento al Estado por lo que hace, sino todo contrario, lo condena: es el sacrificio propio lo que tiene valor frente a lo que el Estado propone y hace. Si la AUH que vos me das me alcanza hasta el día 7 y después hasta fin de mes me sostengo en mis deudas, ¿qué valoro más: lo que vos me das o lo que yo gestiono?
- Una historia de cómo nos endeudamos. De Ariel Wilkis. Siglo XXI, 2024. 216 páginas. $ 19.990
Ariel Wilkis es sociólogo, investigador del Conicet y profesor titular en la Universidad Nacional de San Martín, donde es decano de la Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales. Entre otros libros, ha escrito Las sospechas del dinero (2013) y con Mariana Luzzi, Dólar. Historia de una moneda argentina, de próxima aparición.
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