Murray Rothbard, el “alter ego” de Milei
Reflexionar sobre el pensamiento del economista Murray Rothbard (1926-1995) nos puede ayudar a comprender la mirada sobre la política y la vida de Javier Milei. Si bien no sería honesto hacer una relación lineal con todo su ideario, el propio Presidente nombró a Rothbard como uno de sus referentes principales. De hecho, uno de sus perros fue bautizado como Murray en su honor. Las similitudes en expresiones y en conducta son asombrosas, pero también hay curiosidades.
Rothbard es considerado una de las figuras centrales del movimiento libertario y del anarcocapitalismo. A su juicio, los servicios que presta el “sistema monopolístico del Estado corporativo” pueden ofrecerse por el sector privado con mayor eficiencia. El Estado es una organización del robo sistematizada, y los bancos centrales, un fraude. Estas expresiones dejan al desnudo la falta de originalidad del discurso de Milei.
Algunos aspectos polémicos. Rothbard se opuso a determinados derechos civiles, particularmente los de segunda generación (derechos sociales y laborales), responsabilizando del crecimiento del Estado de bienestar (políticas redistributivas, apoyo a los más necesitados, Estado presente) al voto y al activismo de las mujeres ¿La evolución del rol de la mujer es un hecho negativo para el progreso?
Buena parte de su obra refiere a la defensa del derecho natural, la propiedad privada y el capitalismo, que curiosamente serían la base donde se apoyaría el anarquismo capitalista. Nos podríamos hacer la primera pregunta. ¿Quién garantizaría la propiedad privada sin un Estado que tuviera el monopolio de la fuerza y un sistema judicial que evitara que el hombre fuera el lobo del hombre? Desde allí, Rothbard obtiene argumentos para defender el mercado negro, al margen de la ley, sosteniendo que son relaciones legítimas entre personas libres.
Defiende la restitución de expropiaciones, por ejemplo, la devolución de las tierras de los estados del sur de Estados Unidos a los descendientes afroamericanos de los esclavos, ya que ellos fueron quienes trabajaron la tierra originalmente. Una sorprendente coincidencia con sectores políticos que defienden los intereses de los pueblos originarios en nuestro país, como la izquierda y el kirchnerismo duro. Obsérvese la extraña coincidencia programática. Si los K se hubieran animado a leer a Rothbard, ¿le podrían haber sacado argumento y votos a los libertarios?
El juicio moral de Rothbard es cuanto menos polémico. En su concepción, todos los derechos son formas de propiedad. Por ende, avala la licitud del trabajo infantil y el derecho de los padres sobre sus hijos como una forma de propiedad. Se opone a la “normativa de la asistencia obligatoria a la escuela” y a “las leyes que prohíben que los niños trabajen y se ganen la vida” y a “las leyes sobre el trabajo infantil que han impedido por la fuerza la entrada de los niños en el mercado laboral privilegiando de este modo a sus competidores adultos”. Los que se dicen libertarios, ¿opinarán de la misma manera?
Los padres no tienen derecho a agredir a sus hijos, pero tampoco deberían tener la obligación legal de alimentarlos, de vestirlos y de educarlos. Tales exigencias serían coactivas y privarían a los padres de sus derechos. Los padres no pueden asesinar o mutilar a sus hijos, y la ley castiga con razón a quienes lo hacen. Pero la contradicción es que a los padres sí les asiste el derecho legal a no alimentar al niño, esto es, a dejarlo morir. La ley no puede forzar a un padre a alimentar al hijo para que pueda vivir.
Según Rothbard, los padres tendrían una obligación moral de conservar la vida del niño, pero nada legalmente exigible. También se pregunta sobre otra cuestión espinosa y dolorosa. Por ejemplo, si a los padres les asiste el derecho a dejar morir a un hijo deforme. La respuesta para él es afirmativa. En una sociedad libertaria, esta “negligencia” se vería reducida al mínimo gracias a la existencia de un mercado libre de niños.
Si un padre puede tener la propiedad de su hijo, puede transferirla a un tercero. Puede dar al niño en adopción, o vender sus derechos sobre él en virtud de un contrato voluntario. En una sociedad libre puede haber un floreciente mercado de niños. Según Rothbard, su análisis se basa en la observación de las agencias de adopción, que mediante trabas burocráticas niegan el gozo de la adopción de un hijo.
Estima que hay una amplia demanda insatisfecha de niños por parte de parejas que no pueden tener hijos, y un elevado número de excedentes de niños no deseados, desatendidos o maltratados por sus padres. Si se permitiera el mercado libre de niños, se eliminaría este desequilibrio y se llevaría a cabo una transferencia de bebés y de niños desde padres que no los desean o no los cuidan hasta padres que desean ardientemente tenerlos. Todos, padres biológicos, niños y padres adoptivos que compran, saldrían ganando por este tipo de transacción. Sería una cuestión de oferta y demanda.
También los comerciantes obtendrían provecho en su calidad de intermediarios. Todos ganan. Padres biológicos ganan unos pesos para combatir su pobreza, padres adoptivos logran lo que anhelan a cambio de monedas, hijos que supuestamente tendrían una mejor vida con otros padres y mediadores que se llevan una comisión. Similar a una operación inmobiliaria.
Cualquier similitud con la discusión abierta en Argentina por el caso Loan es pura coincidencia. Teniendo en cuenta la propuesta de Rothbard, la horrorosa alternativa de liberar la comercialización de órganos que rondaba la cabeza de algunos sería sólo una nueva apostilla a la locura.
* Doctor en Ciencia Política; profesor titular de UNC y de UCC
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