Bolivia: intrigas en el lado oculto del poder
La primera interpretación de lo ocurrido en Bolivia es que un militar –que acababa de perder la jefatura del Ejército por atacar públicamente al expresidente Evo Morales– pensó que el enfrentamiento entre el líder cocalero y el actual presidente, que divide gravemente al partido oficialista, implica un escenario propicio para lanzar una asonada golpista con un plan A y un plan B.
El primero apuntaba a quedarse con todo el poder si el gobierno se desmoronaba y la sociedad lo dejaba caer, mientras que el segundo era forzar al presidente a restituirlo en el cargo, darle más poder y detener a Evo Morales por su intención anticonstitucional de postularse otra vez a la presidencia.
Tanto el plan A como el B incluían, por cierto, el cierre del Congreso, pero en el segundo caso se trataría de lo que se da en llamar un “autogolpe”. Una réplica de lo que hizo Juan María Bordaberry en 1973 para continuar en la presidencia de Uruguay, compartiendo el poder con los militares.
De haber sido como el autogolpe de Alberto Fujimori en 1992, los tanques del general Juan José Zúñiga se habrían dirigido al Congreso, en lugar de haber ido al Palacio del Quemado.
Esa primera postal de los sucesos muestra a un presidente que, en lugar de ocultarse de los golpistas, se encamina desde el nuevo palacio presidencial hacia el centro mismo de la asonada y enfrenta a los sublevados, gritándole en la cara al general Zúñiga que depusiera la rebelión. En síntesis: Arce, con coraje y heroísmo, venció el intento de golpe de Estado y restableció el orden.
Los golpistas habían calculado que el odio político y personal que se profesan el actual presidente y el mandatario anterior les allanaría el camino para copar el poder, o al menos una buena parte del poder, pero terminaron provocando todo lo contrario: por primera vez en mucho tiempo, Arce y Morales se pusieron del mismo lado.
Extraño cambio de interpretación
Si eso fue lo ocurrido, todo enaltece a Luis Arce. Destituyó a un jefe de Ejército que le profesaba lealtad perruna porque se extralimitó de sus funciones al hablar en público en contra de Evo Morales, o sea, por atacar a su archienemigo, el que le resta gobernabilidad y hace que los legisladores “evistas” del MAS le obstruyan todas las leyes que impulsa.
En lugar de premiar al general que atacó a su enemigo político número uno, Arce lo castigó por transgredir los límites que la ley impone a todo jefe militar. Y a renglón seguido afrontó el riesgo de ir personalmente a sofocar la asonada y venció finalmente a los golpistas.
Sin embargo, horas más tarde, los lugartenientes del líder cocalero comenzaron a susurrarle al oído que, con un Arce heroico enfrente, le sería definitivamente imposible volver a postularse y, peor aún, su liderazgo en el MAS se debilitaría a favor del actual presidente.
Con el correr de las horas, a la interpretación inicial se le fue superponiendo otra en la que el valiente héroe aparece como un estafador sin escrúpulos. Esa interpretación comenzó a incubarse cuando, después de haber sido doblegado por Arce y minutos antes de ser detenido, el general golpista dijo al puñado de micrófonos que lo rodeaba que el propio presidente le había dicho el domingo que había que “hacer algo” para revertir la caída libre de su popularidad; ergo, fabricar una postal heroica.
Se montó entonces la escenificación de un levantamiento militar al que el presidente, actuando de “muchachito valiente”, enfrenta en el lugar de los hechos. Con esa teatralización, Arce no sólo recobraría popularidad, sino también agigantaría su imagen y volvería diminuto el liderazgo de Evo.
¿Por qué Zúñiga se prestaría al rol de conspirador derrotado y terminaría en prisión? ¿Por qué inmolaría su imagen y su libertad para que Arce repuntara en las encuestas? Eso tendría respuestas que no puede dar Zúñiga: por un pago millonario para que lo hiciera y por la promesa de excarcelarlo lo antes posible, por ejemplo. Pero de haber sido ese el plan urdido por el presidente y el general, por qué Zúñiga lo arruinó tan pronto. Para un militar experto en aparatos de inteligencia, como es el caso, no parece una actuación inteligente.
No obstante, como en el caótico escenario político boliviano no se puede descartar nada, los partidarios de Morales, con la aprobación de su líder, de momento silenciosa, empezaron a inflar la teoría del autogolpe para doblegar a la oposición “evista” mediante el montaje de una película con trama golpista en la que Arce es el héroe que enfrenta y vence a un grupo de villanos.
¿Cuál es la verdad de lo sucedido? Para saberlo, si es que tal cosa fuese posible, habrá que esperar los próximos capítulos de esta trama de intrigas en el lado oscuro del poder.
* Periodista y politólogo
https://www.lavoz.com.ar/opinion/bolivia-intrigas-en-el-lado-oculto-del-poder/
Compartilo en Twitter
Compartilo en WhatsApp
Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/bolivia-intrigas-en-el-lado-oculto-del-poder/