La educación argentina, el olvido más importante
Parece una insistencia banal, casi un capricho, retornar una y otra vez a la cuestión educativa, a riesgo de sonar monotemático con un tema desdeñado en la conversación pública. No es que los demás aspectos de la vida de un país no sean importantes y que las urgencias no deban ser abordadas. Pero lo cierto es que la Argentina habita en un sendero que se extiende desde la sala de emergencias a la de terapia intensiva de un hospital de campaña por momentos precario, por momentos desorganizado y por momentos sin brújula institucional. Por él transitamos, aturdidos y asediados por una vorágine de problemas recurrentes.
En todo modelo de desarrollo humano –es decir, en uno que contemple todas las dimensiones de la vida de una comunidad política, con el objetivo de aumentar las libertades de autonomía de las personas que habitan en ella o decidan hacerlo, expandiendo todas las formas de intercambio de ideas y productos, sólo regulados por una ley justa y equitativa– una educación de calidad es una meta y un medio.
En el debate político, no sólo en el que expone y provoca el Gobierno nacional, no se discute acerca de ella ni siquiera hay precisiones mínimas; sólo conceptos vagos y prejuicios recargados. Es cierto que hay que ordenar un caos macroeconómico y mantener a raya a los bárbaros que arrojan bombas molotov y piedras a un Parlamento democráticamente conformado. Pero, al mismo tiempo, se debe exigir que se ajuste el rumbo poniendo proa hacia los temas relevantes.
El presidente Javier Milei expone, tras las cortinas de su verborragia, ciertas ideas en clave de ultramercado. Tiene legitimidad para hacerlo. Por otra parte, el arco político opositor no aporta matices, correcciones u opciones consistentes al plan del Gobierno libertario. ¿Economía de mercado? Sí. Pero ¿cuál debería ser el rol de un Estado más flexible, eficaz, eficiente y equitativo que el elefantiásico actual? ¿Qué lugar debería ocupar la educación en ese modelo? Sobre estos interrogantes circulan respuestas variopintas, pero en general no estructuradas en un proyecto viable.
En esta materia, hay más recuerdo de lo que ya no es, memoria de aciertos pasados e ideologismos desanclados de los cambios operados en el mundo y en la realidad argentina, que realismo puro y duro ¿Qué enseñar? ¿Para qué hacerlo? ¿Qué herramientas o instrumentos se necesitan para ello? ¿Cómo debería educarse a los formadores y docentes? ¿Hay conciencia de que en el presente/futuro la tecnología será un complemento ineludible del educador?
Esto último ya está ocurriendo y, como señalan Eduardo Levy Yeyati y Dario Judzik en su libro Automatizados. Vida y trabajo en tiempos de la inteligencia artificial, los cambios son irreversibles, no sabemos en qué derivarán y, por esa razón, es necesario no quedar muy detrás de ellos. La educación, en este contexto, no está ajena ni es inmune a esa oleada de transformación que parece inmanejable y caótica.
Situados nuevamente en el país, olvidar la educación a causa de la inundación de urgencias que domina nuestro presente es, quizá, el mayor equivoco que la Argentina puede cometer. Para ello, no hay excusas validas, sólo olvidos que hipotecan un futuro por momentos difuso, por momentos ausente.
* Periodista
https://www.lavoz.com.ar/opinion/la-educacion-argentina-el-olvido-mas-importante/
Compartilo en Twitter
Compartilo en WhatsApp
Leer en https://www.lavoz.com.ar/opinion/la-educacion-argentina-el-olvido-mas-importante/