La Voz del Interior @lavozcomar: Evangelio de hoy, viernes 21 de junio de 2024: “Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz”

Evangelio de hoy, viernes 21 de junio de 2024: “Si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz”

En el Evangelio de hoy, Jesús llamó a sus discípulos a acumular “tesoros en el cielo”. Reflexionando sobre este pasaje, el Papa Francisco compartió: “En este mundo, en este momento, hay muchas guerras por la avidez de poder, de riquezas”.

“Sin embargo, se puede pensar en la guerra en nuestro corazón: Evitad toda clase de codicia, dice el Señor. Porque la codicia va adelante como un escalón que abre la puerta a la vanidad: creerse importante, creerse potente”, dijo el Pontífice.

“Y, al final, el orgullo. De ahí todos los vicios, todos: son escalones, pero el primero es la codicia, el deseo de amontar riquezas. Administrar la riqueza es despojarse continuamente del propio interés y no pensar que estas riquezas nos darán la salvación. Por lo tanto, amontar está bien, incluso tesoros, pero los que tienen valor -por decirlo así- en la «bolsa del cielo»: ¡allí, amontonar allí!”, invitó el Papa en la homilía del 19 de junio de 2015.

En la misa, la liturgia de la Palabra es uno de los momentos centrales de la celebración. En este punto, se leen los pasajes de la Biblia que permiten adentrarse en las enseñanzas de Jesucristo. Compartimos los textos del viernes 21 de junio de 2024 publicados por el sitio web del Vaticano.

Evangelio. (Vatican News)

Liturgia del 21 de junio de 2024: Primera lectura

Lectura del segundo libro de los Reyes

2 Reyes 11, 1-4. 9-18. 20

Por aquel entonces, Atalía, madre del rey Ocozías, viendo que había muerto su hijo, decidió exterminar a toda la familia real. Pero Yehosebá, hija del rey Joram y hermana de Ocozías, tomó a su sobrino Joás y lo sacó a escondidas de entre los hijos del rey, cuando los estaban asesinando, para ocultarlo de Atalía. Escondió al niño y a su nodriza, y así el niño pudo escapar de la muerte. Seis años estuvo oculto con ella en el templo del Señor, y entre tanto Atalía reinó en el país.

El año séptimo, el sacerdote Yehoyadá mandó llamar a los oficiales del ejército y a los soldados de éstos, los introdujo en el templo del Señor, les mostró al hijo del rey e hizo con ellos un pacto con juramento, de cuidar al hijo del rey.

Los oficiales cumplieron el pacto que habían hecho con el sacerdote Yehoyadá. Cada cual se puso al frente de sus hombres, que entraban de guardia el sábado o terminaban su guardia el sábado, y se presentaron ante el sacerdote Yehoyadá. Éste les entregó las lanzas y los escudos del rey David, que estaban en el templo del Señor. Cuando los soldados de la guardia, con las armas en la mano, se pusieron en fila desde el lado sur hasta el lado norte del templo, rodeando el altar, Yehoyadá sacó al hijo del rey, le puso la diadema y las insignias reales y lo ungió. Entonces todos aplaudieron y gritaron: “¡Viva el rey!”

Cuando Atalía escuchó el clamor popular, fue al templo del Señor, donde estaba reunida la gente. Entonces vio al rey, que estaba de pie sobre el estrado, según la costumbre, a los oficiales del ejército y a los heraldos en torno al rey, y a todo el pueblo que daba muestras de gran alegría, mientras sonaban las trompetas. Entonces Atalía rasgó sus vestiduras y gritó: “¡Traición, traición!”

El sacerdote Yehoyadá dio esta orden a los oficiales: “Sáquenla del templo y maten al que la siga”. El sacerdote les había dicho: “No podemos matarla en el templo del Señor”. Así pues, los guardias la llevaron hasta el palacio real y le dieron muerte en la puerta de los caballos.

Entonces el sacerdote Yehoyadá renovó la alianza entre el Señor, el rey y el pueblo, por la cual ellos serían el pueblo del Señor.

Todo el pueblo penetró en el templo de Baal y lo destrozaron; destruyeron completamente el altar y sus estatuas, y a Matán, sacerdote de Baal, le dieron muerte delante del altar.

El sacerdote Yehoyadá puso centinelas en el templo del Señor. Todo el pueblo se llenó de alegría y la ciudad quedó tranquila. Atalía había sido muerta en el palacio real.

Evangelio del día: 21 de junio de 2024

Lectura del santo evangelio según san Mateo

Mt 6, 19-23

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.

Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad. Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!”

Santo del día. (Vatican News)

21 DE JUNIO, SAN LUIS GONZAGA: jesuita y patrono de la Juventud Católica

Según la página oficial del Vaticano, el Santo del día es una reseña diaria de los santos guardados en la memoria de la Iglesia. En esta sección encontrarás las historias, anécdotas y milagros realizados por estas figuras de vida cristiana a lo largo de distintas épocas y lugares del mundo.

Hoy la Iglesia recuerda a San Luis Gonzaga. En una carta a su madre, el 10 de junio de 1591, el joven santo escribió:

“Os confiaré, oh ilustre señora, que meditando sobre la divina bondad, mar sin fondo e sin limites, mi mente se extravía. No puedo entender cómo el Señor mire mi pequeño y breve trabajo y me recompense con el reposo eterno y desde el cielo me invite a esa felicidad que hasta ahora he buscado con negligencia y que, aunque muy pocas lágrimas he derramado por ella, me siga ofreciendo ese tesoro que es la coronación de grandes trabajos y llantos”.

Nació en la provincia de Mantua donde su padre lo ejercitó en el uso de las armas y su madre lo educó con su testimonio de fe. A los 10 años se consagró definitivamente a María, como ella se había consagrado a Dios. A los 12 años recibió la Primera Comunión de manos de San Carlos Borromeo. Confió luego sus intenciones de consagrarse como religioso a su madre, pero su padre se opuso a esa decisión con todas sus fuerzas y se burló de él. Luis respondió diciendo: “Busco la salvación, Padre mío; búsquela usted también!”

Su padre intentó disuadirlo enviándolo a las cortes italianas para que se distrajera o se enamorase, pero Luis confirmó con más vigor su decisión de entrar en la Compañía de Jesús. En 1585 firmó su renuncia a los títulos y a la herencia y se fue a Roma con 17 años.

Entre los jesuitas, Luis se distinguió por su fe siempre entusiasta y por su hábito de intensas penitencias y autocontrol. Sus superiores se dieron cuenta inmediatamente de que Luis era una verdadera y poco común “joya espiritual”, tanto que después de su muerte el Superior General, sucesor directo de San Ignacio de Loyola, afirmó que pensaba que Luis se habría salvado de la peste estaba destinado por el Señor a ser el guía de la Compañía de Jesús en un futuro. Entre los jesuitas sólo pasó unos pocos años, estudió teología pero no tuvo tiempo para profesar sus votos.

Mientras vivía en Roma una epidemia de peste tifoidea flageló a la ciudad. Con el lema “Como los otros“ expresando su renuncia a sus privilegios y salud, Luis se fue entre los “apestados” para curarlos y ayudarlos junto a San Camilo De Lellis.

Un día, vio a un enfermo abandonado en la calle, a punto de morir: lo cargó sobre sus hombros y lo llevó al hospital de la Consolata. Así es como probablemente se infectó, y unos días más tarde murió en los brazos de sus compañeros, a sólo 23 años de edad.

Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII, quien tres años después, lo nombró protector de los estudiantes. Pío XI lo proclamó protector de la juventud católica en 1926; Juan Pablo II lo nombró protector de los enfermos de SIDA en 1991.

El Santo del día: San Luis Gonzaga. (Vatican News)

Oración a San Luis Gonzaga

Dios Todopoderoso, que infundiste en San Luis Gonzaga un espíritu de servicio y entrega al prójimo por Ti; te pido por su intercesión que me concedas fortaleza para no desfallecer, y paciencia para no desesperar en este momento de desconsuelo.

Ayúdame, te lo suplico a aliviar mis sufrimientos, ayúdame a obtener lo que tanto necesito: (hacer la petición con mucha fe y esperanza).

También te pido, que pueda imitar el espíritu de sacrificio de San Luis Gonzaga, así como el deseo de vivir con pureza interior cada día de mi existencia.

Te lo pedimos a Ti, que siendo Dios, vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

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